Mini-Drabble
Green Hearth
Era un niño, un niño... se lo había repetido hasta el cansacio y solo el cielo sabía cuantas noches había dejado de dormir, por culpa de su recuerdo.
Damian Wayne apenas había llegado a los catorce años, estaba en la edad indicada para recibir los primeros abrazos, los primeros besos, para encandilarse por primera vez con alguien... de su edad.
No debería sentirse atraído hacía el muchacho, el cielo sabía que al principio no se había acercado a él con esas intenciones, sus intenciones no existían, solo quería acompañarlo y darle algo de confianza, comodidad... y las cosas se habían dado, en algún momento su cándida timidez, su mirada joven y ese aire suyo, diferente a su padre y semejante al mismo tiempo.
Quizá había sido su risa clara cuando creía que nadie le prestaba atención, o la sonrisa que se le formaba en los labios junto al nácar en sus mejillas cuando recibía algún elogio.
O ese modo que tenía de elevar la mirada hasta él, con las largas pestañas negras moviéndose hacía arriba primero confuso y entonces sus labios se curvaban poco a poco en una sonrisa leve, su expresión se iluminaba y era una delicia de ver, lo mismo que una tortura, porque lo disfrutaba y lo sufría, cuando sentía el golpe de los celos de Richard Grayson mirarle como si él le hubiera arrebatado algo, pero sin decir nada.
Y es que... Damian era tan joven, no debería haber mirado a Oliver, no debería porque le llevaba una vida en años y experiencia, no debía porque podía ser su padre... no debía porque Damian estaba en la flor de una existencia que debería ser brillante si no era herido ni arrastrado en el fango, las bajas pasiones de Oliver no deberían de poder tocarlo, contaminarlo.... pero cuando el chico le sonreía, esas cosas se le olvidaban y al mismo tiempo brillaban como luces de neón en su cabeza, tratando de mantener la sonrisa y no bajar los ojos queriendo que la tierra se lo tragase. No era un moralista precisamente, pero... no quería lástimarlo, no quería...
Por Dios, que el no quería.