La sonrisa es simple, cruel en su simpleza, simple en su crueldad, el largo cabello cae a un lado y las manos se deslizan donde no deben, Damian eleva los ojos hasta el cielo cuando las maravillas de oscuras formas siembran el derredor de la cueva y el nombre de su padre muere en sus labios.
¿De qué le servirá llamarlo en cualquier caso?
¿Vendría él a rescatarlo?
Juraría que no, no porque no quiera, el infierno sabe que Bruce Wayne haría lo que fuese necesario para salvarlo así fuera únicamente por orgullo y dignidad.
Sino porque sabe que el señor de la casa Wayne ignora su paradero y que su vida no tendrá lugar más allá de las lunas de enero.
Las sombras se funden en la noche y la luz de luna desaparece entre nubes de oscura penitencia, trato de levantarse, sin tener que mirar las manos, después de todo ese tiempo había terminado por adelgazar tanto que solo era un montón de huesos.
Sus dedos se deslizaron por las paredes de piedra, donde los trozos de materia se hundieron en su carne como la vengativa mano de un enemigo ofendido, y el sonido de su tormento se perdió en la noche.
Sus ojos vagan a su alrededor, su prisión es una cueva natural que ha sido adaptada por su captor para que escapar de ella sea casi imposible y Damian desearía poder olvidar aquello por unos instantes, ha intentado huir o negociar su liberación y nada ha funcionado, sus palabras ignoradas con la misma crueldad con que un amante abandona a la querida que ha dejado de agradarle y se ríe en voz baja, consciente de que esta enloqueciendo… consciente de que comprende las razones de su captor.
“¿Sabes que te pareces a tu padre?”
Aun puede oír las palabras del hombre, tiempo atrás en aquel teatro donde su boca encontró el beso de su amante, Jackson lo miraba con ojos suaves y en ellos tenía un hogar, se había sentido tan enamorado que se le había olvidado que en su vida nada era realmente bueno.
Echa la cabeza atrás y siente las gotas de sangre caer desde la parte superior de la cueva, lo observa con los ojos entrecerrados y segundos después… aparece.
Su rostro del color de los huesos, blanco como la cal, y los ojos brillantes de color indescifrable, la sonrisa de color sangre…. Y tiembla de miedo, asco y odio.
Lo conoce, claro que lo conoce… ahora lo hace, aunque esa noche, la noche en que se apareció con una daga muy cerca del cuello desnudo de su inconsciente amante no fue capaz de hacerlo…
“tu padre sigue buscándote”
Le anuncia con un canturreo y Damian aparta el rostro, controlando su odio y su ira, no puede permitirse sentir todo eso, su cuerpo tiene tan poca energía que dejarse llevar por ella sería dejarse morir y no piensa morir allí… no quiere morir así.
“Incluso contacto conmigo, y como Jhon me mostré muy dispuesto a apoyarle, y dolido cuando pregunto si tenía algo que ver… me habría puesto a llorar, pero no fue necesario… partió hace cuatro días, por eso no pude venir, tenía que asegurarme de que en verdad se había ido”
Damian sonríe con rabia, controlando su respiración, John Doe, Jack Napier… no importa el nombre, sigue siendo el mismo demente… levanta los ojos y lo ve.
Por un segundo parece de vuelta el hombre de movimientos lánguidos y dulces del pasado, ese que acompañaba a su padre y lo miraba con ojos arrobados de amor y devoción.
Por un segundo se parece al hombre al que su padre le rompió el corazón… pero entonces recuerda la daga que se sostenía sin temblar en el cuello de Jackson y aparta el rostro de la visión.
“te descubrirá”
Dice con seguridad y una risa le responde, no es necesario decir nada.
Sabe la verdad.
Es exactamente eso lo que él quiere.
Que Bruce sepa.
