La alianza era dorada y resaltaba en la piel del adolescente, era evidente, la superficie lisa que declaraba que le pertenecía.
La mano estaba abandonada a un lado del sofá, el cuerpo al que pertenecía perdido en el limbo del sueño y lo amo solo un poco más por ello, por saber que muy pocos, aparte suyo, podrían haberlo visto así alguna vez, tan frágil, tan vulnerable... ¿no era una prueba de confianza?
El hogar de los Queen tenía una seguridad envidiable, y Damian, que ahora era un Queen... confiaba en ello.
Oliver se inclinó hasta dejar en la frente del adolescente un casto beso, incapaz de despertarlo y deslizo los brazos alrededor de la figura hasta cargarlo contra su pecho y llevarlo a la recamara.
La mano del anillo se elevó inconsciente hasta enredarse en su cuello y el jovencito apoyo la cabeza en su hombro dejándose llevar.
- ¿Oliver? –pregunto, sin abrir los ojos.
-El mismo, querido –contestó con un tono satisfecho deslizándose al interior de la habitación con su preciosa carga.