DamiColin

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  Lo reconoció porque era imposible no hacerlo, porque lucía demasiado grande en la puerta de su casa, demasiado sombrío en medio de su bonito jardín de flores y porque a pesar de todo aún tenía los mismo ojos tristes y desesperados, llenos de dolor, odio, rencor y ansia de sangre que tenía cuando se encontraron la primera vez siendo niños.

Lo reconoció porque había sido su primer amor, el más dulce y también el más amargo.
Lo reconoció. 

Porque a pesar de todo nunca lo había olvidado, ni tan siquiera había tratado de hacerlo. 

¿Y él?
Bueno, Damián había ido a buscarlo, había tocado a su puerta, era claro que debía saber quién era... le miro a los ojos, aquellos ojos del color del jade, sintió ganas de sonreír. 

-Damian –dijo, con suavidad y cariño, algo de paciencia también porque con Damian paciencia era de las primeras cosas que uno necesita.

-Colín –dijo él, y su tono fue sombrío y extraño... no se habían visto en... ¿Cuántos años? ¿Diez? Recordaba que la última vez Damian que se habían visto Damian le había dicho que volvería con su familia materna, que tomaría su lugar como la cabeza del demonio... y le había dejado un beso amargo en los labios, lágrimas en los ojos, un abrazo torpe... y un anillo en la mano.

Recordó el anillo y abrió los ojos de par en par imaginando cosas que no podían ser, porque Colin se había alejado de los héroes después de aquello, porque tenía una vida normal y porque Damian le había suplicado que no lo buscara, que volvería algún día...

¿Y ese era aquel día? 

A veces lo odiaba por ser como era, a veces, cuando la paciencia se le agotaba. 

Le miro a la cara de vuelta, tratando de entender que hacía allí... y entonces lo vio, como lo había visto la última vez, cabello hecho un desastre y mirada de "que poco tiempo tengo"
Parpadeo confuso y miro por detrás de su... ¿amigo? No había nadie. 

-¿puedo pasar? –pregunto Damián, y Colín sintió algo extraño dar un salto en su estómago, asintió un poco confuso y se hizo a un lado.

Habían pasado diez años, si... 

Y si Colín era sincero, cosa que siempre era, no había habido día que no pensara al menos un poco en él... fue a hacer café para su invitado casi sin darse cuenta, dejando que este le siguiera a donde iba, la cocina.

-Serias una excelente esposa –susurro entonces Damian, viéndole dar vueltas en la cocina.
Se volvió a verle, aun con la cafetera en la mano y mirándole con la ceja alzada, sin saber que opinar de él... ¿es que acaso seguía igual de insoportable que antes? 

Damian le devolvió la mirada con ese estilo tan suyo y entonces le ofreció ese gesto que muy poco le conocían, una sonrisa suave, de labios cerrados... que se le elevaba hasta los ojos.
Le tembló la mano.

-¿Qué haces aquí Damian? –preguntó al final, sin contestar a lo otro y entonces lo vio, en la limpieza de unos ojos que seguían siendo amigos para con él. 

-vine por ti –contestó.

Y el tiempo se le detuvo.  

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