Pecado (BruDami) 2

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Hay gotas de sangre derramadas en la alfombra.


El dueño de la habitación no las vio, sus sabanas ardían en la chimenea, en desfigurados trozos de tela rasgada, las había rasgado él mismo, con la decisión criminal de esconder la verdad, sus ojos, oscuros cielos de tormenta, se fundían en el fuego tratando de olvidar la verdad.


Alfred, el gato, se acercó y su pequeño cuerpo busco cobijo en las piernas de su amo, el muchacho lo atrajo contra su pecho en un movimiento torpe y asustado, hasta apartarse a ambos del fuego.


Las sabanas ardían porque era necesario, nadie debía verlas jamás y así se escondía el crimen, pero las gotas de sangre estaban en la alfombra.


No había forma de borrarlas porque nadie las había visto aún.


.


No decir nada era el único medio para no volverse loco, decir la verdad los habría destruido a los dos, su padre lo perdería todo y Damian perdería la cordura con aquello porque lo amaba.


No de la forma necesaria para desear los encuentros que ambos tenían.


Pero si lo suficiente para callarse la verdad.


A veces, con la mesa separándolos como un muro de papel, se permitía mirarlo y preguntarse.


¿No siente culpa?


¿No le importa lo que hace?


En cualquier caso, lo conocía lo suficiente para saber que ninguno hablaría en voz alta.


Ambos eran culpables.


Bruce Wayne en primer lugar.


Y Damian después de él.


Había luchado, gritado, golpeado, mordido y llorado aquella primera vez... pero cuando su padre abandono su habitación... él había quemado las sabanas y borrado las huellas de lo ocurrido.


¿no lo convertía eso en su cómplice?


Entonces, al darse cuenta de lo que pensaba, cerraba los ojos, pensaba una oración, y rogaba por su alma y la de su padre.


Rezaba porque de hacer otra cosa, se volvería loco.


.


Richard supo que algo malo ocurría el día que Damian le pidió dejarle quedarse en su apartamento, lo supo por sus ojos de jade resplandecer enloquecidos llenos de desesperación y miedo.


Por supuesto, acepto, lo atrajo hasta sus brazos y beso su frente con todo el afecto fraternal que le tenía, entonces el muchacho le observo a la cara, había pánico en sus ojos, pánico e incluso en medio del abrazo le resultaba imposible relajarse.


Le recordó el principio, cuando el niño estaba demasiado dañado para confiar y lo adoro un poco más por ello.


No pensó demasiado hasta que, en la madrugada, lo escucho gritar desde la habitación de invitados, y cuando fue a verlo, lleno de terror, se encontró con el adolescente sentado en la cama, mirando a la nada, lleno de terror.


Más tarde descubrió que Damian tenía pesadillas todas las noches... y ello le llevó a decidir que el jovencito se quedara a dormir en su habitación, con él lo suficientemente cerca para calmarlo de sus terrores nocturnos, o al menos ayudarlo en lo posible.


Le basto ver su frente torturada en el sueño para saber que algo estaba mal, terriblemente mal y no supo que hacer.


Obligar a Damian a hablar no era una opción, sería arriesgado, el muchacho podía cerrarse en banda y alejarse como un gato escaldado, entonces solo le quedaba la opción de estrecharlo contra sí y esperar que Dami, su pequeño y dulce hermanito, hablara, porque Damian le quería y confiaba en él, entonces solo tenía que esperar.

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