Los labios de Bruce Wayme se contorsionaron en una mueca de dolor al tiempo que sentía como su corazon era desgarrado, la mirada fija y los dedos apoyados en la ventana; quería gritar y ojalá lo hubiera hecho, más gritar se habría llevado las ultimas gotas de su dignidad y no lo habría permitido, aunque le costará la vida.
Así que mantuvo su porte recto, incapaz de apartarse de la ventana y dejar de mirar, aunque no deseara ver lo que veía.
Habían durado bastante, más de lo que él mismo esperaba si debía de ser sincero, por su memoria paso el día en que Clark lo había llevado por la puerta en brazos y tembló de horror al caer en la cuenta que quizá aquella escena se repetiría con quién se iba en aquel momento.
Lex Luthor.
Aquel hombre que había ingresado en sus vidas con la inocente sonrisa de una pérfida serpiente que ocultaba sus intenciones oscuras bajo el manto de una inmaculada pureza.
Recordó sus ojos claros, la mirada amable, la sonrisa dulce y comedida, el gesto sereno y prudente.
"la comida sabe mejor cuando es del plato de otro hombre"
Aquella broma incierta...
Las palabra medidas y en el tono eficiente de un espía internacional, hirieron en sus recuerdos y tuvo ganas de gritar, tomar el revolver que descansaba en su escritorio y vengarse.
Pero no podía.
Dios lo perdonara.
Aun amaba a su esposo.
(y no era capaz de hacerle daño matando a su amante)