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Estoy asustada, no sé qué hacer, no sé luchar y el lobo olor a jengibre obviamente sí sabe lo que hace. Opto por tomar una posición sumisa y quedarme quieta. Muestro mi respeto al hermoso lobo oscuro con unos ojos extrañamente amarillos. ¿Es normal sentirse atraída por un lobo?

Me inclino y escondo mis orejas hacia atrás, el gran lobo se separa de mí­ transformándose en el hombre más hermoso y desnudo que he visto jamás.

-Mía- susurra.

Me levanto asustada dando unos pasos hacia atrás. Si vuelvo a correr no hay duda que vuelve a alcanzarme. Pero ¿Qué debo hacer? Mi lobo lloriquea y ruge.

-Vamos pequeña -su voz me hipnotiza- Cambia, prometo que estarás a salvo en mis tierras desde ahora- me mira a los ojos, ya no de un amarillo resplandeciente, sino de un verde esmeralda. Vuelvo a lloriquear y giro mi cabeza para no tener que enfrentar su desnudes.

-Soy Andrew- escucho el movimiento de él poniéndose pantalones - ahora puedes mirar.

Hago lo que dice y lo observo, es uno de los hombres más altos que he visto nunca. Cabello negro hasta los hombros, una piel casi tan blanca como la mía, ojos verdes, su cara y su nariz angulosas y con una pequeña barba de unas semanas sin cortar. Su cuerpo es delgado con músculos marcados justo en las partes necesarias. Mi lobo desea acercarse a él, la detengo ¿Cuántos hombres se me acercaron con inocencia y una sonrisa en el rostro prometiéndome sacarme de ahí­ y había terminado en una camilla con agujas en todas partes? Sacudo la cabeza y retrocedo unos pasos más, hasta que un árbol me corta el camino. De pronto dos lobos más ocupan mi campo de visión, me acuesto en el suelo y lloro por piedad.

-Nos vemos en la casa de la manada, lo tengo controlado -oigo decir al hombre- Está asustada y es mía, Luna.

Los lobos se van con sus palabras. Luna. ¿Yo soy suya? No soy de nadie. ¿Qué quiere decir con que era suya y luna? Yo me llamo Aria, aunque en el recinto era 72.

-Necesito que cambies cariño, déjame verte, no te haré daño, te daré comida y abrigo. No te ves muy bien, veo que tienes heridas en tú cuerpo. Te hace falta descansar y comer.

Lo pienso, sí, quiero cambiar. No me gusta la idea de seguir siendo un lobo con él en frente. Siento las cosas un tanto confusas, como si la mente de lobo no me deja pensar con absoluta claridad. O tal vez piensa con demasiada. La cosa es que no estoy segura de como volver a mi cuerpo humano tampoco. Así­ que hago lo de antes. Cierro los ojos y me concentro en mis dos brazos, mis piernas, mis manos. Y a en segundos siento que cambio otra vez.

Tengo frio y me siento débil, abrazo mis rodillas dándome cuenta de mi falta de ropa. Andrew se acerca y se agacha para entregarme una polera que no tengo idea de donde ha sacado. Lo miro a los ojos dudando en aceptar su oferta, ¿Pero qué más puedo hacer, si no quiero que me vea desnuda? Tomo la suave tela de algodón azul que huele a jengibre y con algo de dificultad logro levantar mis brazos para ponerla en mi cuerpo.

-¿Quién te hizo todo esto?- pregunta tocando una gran cicatriz y unos moretones en mi pierna. La encojo­ rápidamente y lo miro a los ojos con terror. Lo dice porque él es el que quiere causarlas y esta celoso de que otro las hizo ¿Cierto? Los hombres que entraban a mi celda, cada uno de ellos después de mirar mis heridas decían que las harían más grandes.

-¿Cómo te llamas?- veo en su cara que esta algo cabreado así­ que decido contestarle antes de hacerlo enojar más y fuera a darme una paliza.

-Aria. Soy Aria- Mi voz suena demasiado áspera.

-¿De qué manada vienes Aria?- no sabía lo que era una manada. ¿No eran muchos animales viviendo juntos? ¿Muchos hombres que se transforman en lobo viven juntos?

-Creo que no vengo de una manada- respondo­ asustada.

Nuestra Frágil Luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora