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-¡Por supuesto que no Aria! ¡No te entiendo y no te entenderé, si no hablas conmigo! Conversas con Andrew y Sam. Tienen una buena relación y no te culpo, nos conocemos hace nada ¡Pero también soy tú compañero! merezco tú mismo respeto. 

-Lo tienes -me remuevo incomoda en el jacuzzi, que no me deja concentrarme del todo por los chorros de agua.

-¡No lo tengo! Estás aquí por la única razón que quieres tener sexo conmigo. Esta noche es el estúpido ardor. Con ellos será especial ¡Mierda. intenté hacerlo especial! La cena, el baño, luego nos iríamos relajados a la cama.

-Christian...

-¡Se que estas jodida pero al menos! -gruño y me levanto lo más rápido de la bañera, no quiero verlo. Si no quiere tener nada conmigo está bien, me iría al patio a pasar el dolor.

Tomo la toalla del colgador y la amarro, pero cuando estoy por salir del baño me sujeta fuertemente del brazo.

-No quise decir...

-¿Qué estoy jodida?

-Perdóname Aria, es solo que.

-No, tienes razón. Estoy jodida -río cínicamente -Dios... Estoy bien jodida, si solo supieras.

Me tira hacia el, nuestros cuerpos chocan y en dos segundos tengo sus colmillos en mi cuello.

Es una sensación distinta, duele menos y llega más profundo. Está bebiendo de mí.

Memorias de la infancia se cruzan  por mi cabeza, mamá, papá, Lili, la abuela y el hamster. La primera vez que papá me saca a escalar, mi primera montaña, el dolor del día siguiente. Amigos, la escuela, el profesor de matemáticas. Canadá, el avión... ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! No te metas ahí. ¡Por favor, detente! 

Uno, tras otro, tras otro recuerdo del reciento me azotan. Luces ultra brillantes que no dejan distinguir el día de la noche, los días que pasé sin comida ni agua muriendo de hambre y sed. Todas las agujas que me enterraban. Ataques de pánico, violación, abusos, vómitos. Mucho dolor, plata a 900 grados dejada caer a mi espalda. El deseo de morir.

Fuego en el recinto, escapando. Andrew, vuelvo estar a salvo. La clínica, mi bebé. Sam, el árbol de navidad. Christian.

-Aria -intenta tomarme, pero me remuevo.

-¡No me toques! -grito con furia contenida -¿Cómo te atreves? -siento salado en mis labios por las lagrimas que me ha provocado y las seco con la mano, respirar se hace difícil. Me hago pequeña en el frío piso del baño, oculto la cabeza entre mis piernas y cierro fuertemente los ojos. Intento salir de aquí, pienso en una situación mejor, en un mundo que no sea este. 

-Aria - No, no, no... es vivirlo de nuevo. No es real, estas aquí con Christian que es tu compañero en su casa... Te da comida.
El dolor no es real, la oscuridad no es real, la oscuridad no es real, la oscuridad no es real.

Se las arregla para tomarme en brazos, aunque lucho contra él, me lleva a la cama. Y seca con la toalla mi piel a palmadas, antes de entrar al closet y regresar con una playera de la "Oxford University" 

-¿Puedes levantar los brazos por mí cariño? -evito mirarlo mientras se da la tarea de ponerme la camiseta. Me hace sentir como una niña pequeña que necesita ayuda. Quizás lo soy

-Un laberinto - Dice después de un rato ¿De qué esta hablando? lo miro extrañada -No puedes ver ni sentir nada, porque diseñé un laberinto como barrera a mis pensamientos -dice mientras baja la única prenda de ropa interior por mis piernas -Iré a traernos una taza de té, ponte cómoda -apreta mi rodilla de una manera cariñosa y sale por el té.

Frente a mí hay una gran pantalla plana, pero no tengo ganas realmente de prender la televisión. En vez me pongo a pensar en el laberinto, puedo hacer uno, recuerdo haber sido bastante buena resolviéndolos. Le doy un par de vueltas pero es difícil hacer uno sin un papel, por el momento dejo uno simple.

Christian llega con una bandeja sobre la que hay dos tazas, el azúcar y dos teteras que deja con cuidado sobre el velador.

-¿Leche? -pregunta después de servir el té. Niego con la cabeza y él se sirve un poco. -¿Azúcar?

-No, gracias -Mi voz suena áspera luego del llanto -me entrega la taza caliente que mis manos agradecen, y nos sentamos frente a frente, solo observándonos.

-Te daré sangre si aún deseas acostarte conmigo -habla después de un rato.

-No quiero tú sangre por que te de lástima -murmuro.

-¿No era por lástima desde un principio? -tomo un sorbo de té.

-Cambiaste de opinión luego de succionar mis recuerdos -afirmo.

-Admito que la he cagado, pero no es razón para que sufras lo insoportable del ardor esta noche. 

-No sé como podamos tener sexo después de todo esto -comento. 

-Somos compañeros Aria, además mi sangre sigue en tu sistema. Solo tienes que pensar en ello -dice acercándose y quitándome el té de las manos, la pone en el velador junto al suyo-Vamos a intentarlo ¿Si?

-Vamos a intentarlo -repito.

Su cara está tan cerca de la mía que nuestros aires se entremezclan, sus labios tocan mi barbilla haciéndome temblar.
Sigue su camino trazando una línea de besos por la mandíbula tocando su reciente marca. Sus labios rozan el punto justo debajo de mi oreja y gimo, repite el movimiento succionando mi piel.

-Christian... -vuelvo a gemir y lo estrecho más cerca.

Bajo mis manos por su espalda mientras sigue con los besos en mi cuello. Atrapa el lóbulo de mi oreja entre sus dientes y gimo más fuerte. Su mano desciende y se mete dentro de la camiseta. Me toma de los muslos y me levanta sobre su torso haciendo chocar nuestros cuerpos, agarra el dobladillo de la camiseta y tira de el hacia arriba para quitármela.

Se monta encima de mi apoyando su peso en las manos. Sube la mano hasta mi cuello, para hacerla descender, acariciándome únicamente con las yemas de los dedos por mis senos y por mi estomago. Esto era tan diferente a lo que había sentido. Dios... Diferente bueno. 

Acerca su boca a la mía bajando un poco más su mano. Mueve ligeramente los dedos y la sensación me hace temblar, como cuando Andrew y Sam besaban sus marcas.

El olor a avellanas aumenta y cuando me besa siento su sabor en mis labios. Succiono donde se ha mordido y caigo en un mar de sensaciones.

Mi lobo quiere salir y Christian lo nota.

-No hoy cariño, ella lo quiere duro. Prometo que se lo compensaré otro día -gruñe y sus palabras solo aumentan mi excitacion. Esta vez soy yo la que muerde su labio para luego besarlo.

-Estás muy húmeda - dice separándose, se sienta y se quita los boxers liberando su erección. Es grande, y no me molesta que lo sea. Se mueve entre mis piernas para que las abra, me mira a los ojos con la mandíbula apretada y los ojos dilatados.

-Te haré el amor cariño -murmura colocándose en posición y penetra de una embestida.

Nuestra Frágil Luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora