49

49.5K 4.2K 222
                                        

Tengo que dejar de pensar, dejar de pensar, por favor deja de pensar. Mi loba aúlla dentro de mi cabeza, entiendo lo que quiere hacer.

Me levanto un tanto aturdida y siento sus ojos en mi espalda cuando me dirijo hacia la puerta. El frio me azota fuerte al salir y salto del porche sabiendo que aterrizaré en cuatro patas.

Se siente bien, como cuando estás mucho tiempo sentado y al levantarte te estiras. Dejo al lobo hacer lo que quiera, saltar sobre la nieve, intentar atrapar un pájaro con el hocico. Nunca se mueve más allá del perímetro de la casa. Cuando se aburre sube al porche y se echa al lado derecho de la puerta. Nos quedamos dormidas viendo los copos de nieve caer.

-Princesa -mmm... se siente tan bien, acaricia detrás de la oreja, el cuello. Mi loba empieza a mover la cola antes de abrir los ojos -Ya ha oscurecido, es hora de volver -habla Andrew suavemente -Ven a comer algo, no almorzaste hoy.

Sin querer realmente, vuelvo a tomar el control de la situación, dejando el animal en mí de lado. Los malos sentimientos regresan. Por lo que me concentro en Andrew, que de cuclillas me mira intensamente.

"Necesito algo de ropa" pido.

-Aquí -abre una gran manta que tenía doblada en su mano -Pensé que no ibas a estar cómoda con una de mis camisas justo ahora, además hace frío.

Me apresuro a cambiar y Andrew me cubre con la manta, respetando mi espacio un poco más de lo normal.

La casa está acogedora, la luz cálida y la chimenea le dan un aspecto aún más hogareño a aquellas paredes principales que están forradas con madera.

-¿Qué prefieres? -pregunta Andrew detrás de mí, luego de cerrar la puerta -¿Te das un baño y bajas a comer algo? Si quieres te puedo llevar la comida a la cama.

-Iré por el baño y luego bajaré -digo -Gracias por... dejarme sola allá fuera, necesitaba distraerme un rato -le sonrío a medias.

-Díselo a Christian, yo iba a ir por ti -asiento.

No se lo diré a Christian. Me dirijo al baño de mi habitación, donde me sorprendo al ver el agua de la bañera humeando. Me saco la suciedad del cuerpo y lavo mi cabello con los productos que me había comprado Christian de olor a vainilla.

Al salir me envuelvo en la bata de baño, y al entrar a mi habitación está ahí, con su pelo desordenado y algo alterado.

-Aria... -Comienza el Inglés.

-Estaré bien Christian, solo necesito algo de espacio por ahora -le pido.

-¿Por qué no me lo dijiste? Nunca hubiera...

-¿Metido tu pene a mi boca? -levanto una ceja. Intento no pensar mucho en la situación.

-¡Dios Aria! ¡Es que fue terrible! Sentí literalmente todo lo que tú en ese momento, fue demasiado -le gruño.

-¡¿Sigues metiéndote en mi cabeza?! Si sentiste lo que yo te lo mereces -grito y voy al armario -¡Te dije que no lo hicieras! hasta intenté cambiar algunas piezas -pienso en el laberinto.

-No es tan difícil cuando sabes cómo hacerlo... Además tienes que hablar con alguien sobre el tema-murmura a mis espaldas.

-¡Hablar con alguien! -me giro para enfrentarlo -¡Tú deberías hablar con alguien! ¡Muéstrame! -demando nuevamente -¿Por qué tú mente es impenetrable?

-No Aria, esto no se trata sobre mí...

Gruño otra vez, estoy enojada, y sin pedirlo siento esa electricidad correr por mi cuerpo. La dirijo toda a la cabeza de Christian.

Sí es peor que lo mío. Culpa, tan gigante que me hace caer al suelo de ese dolor que te carcome el pecho. No es dolor. Culpa, remordimiento, pecado, desosiego "¿Qué hiciste" hago el amago de entrar más profundo, toda su construcción es como si se hubiera hecho cenizas, pero me cuesta concentrarme en la infinita cantidad de cosas que lo aquejan.

Sé que me estoy acercando cuando el remordimiento se hace cada vez más fuerte, lo intenta reprimir, no pensar en ello. Pero sucede justo lo contrario. Y mis ojos no pueden creer lo que están viendo. Una mujer embarazada tirada en el piso, todo cubierto de sangre. Levanto la cabeza, está oscuro y hay una decena de hombres mirándome con una sonrisa en la boca "Así se hace. Ahora el resto" dice uno de ellos.

Todo desaparece.

Tengo que sacudir la cabeza para volver a la habitación.

-Christian... -Está pálido, su boca abierta, y sus ojos no pueden creer lo que acabo de hacer -Lo lamento -susurro. Cuando vuelvo a pestañar ya no está.

Nuestra Frágil Luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora