Cita

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Charlaron de varios asuntos mientras el taxi se movía por las calles iluminadas de Nueva York, estaban, por primera vez, conociéndose, sin intercambiar zarpazos una contra la otra, la conversación estaba agradable.

Llegaron a una calle menos transitada, tenía algunas casas y tiendas de lujo, no había muchos comercios, y por supuesto ningún restaurante. Pararon frente a un sitio que más parecía una casa abandonada, Regina se asustó cuando vio que Emma abría un portón algo herrumbroso. Emma hizo una señal para que entrase. Caminó hasta la caja de luz, empujó una palanca y todas las luces del sitio se encendieron.

-Así que...¿me ha traído a una calle desierta, a una casa bastante antigua, señorita Swan? ¿Debo preocuparme? Porque este lugar parece algo abandonado...- dijo desconfiada.

-Puede estar tranquila, madame, no haré nada que usted no quiera- sonrió maliciosa. Regina no entendió aquella mirada.

-¿Qué quiere decir exactamente con eso?- aún seguía desconfiada

-Que no voy a besarla, si usted no quiere...- dijo seria. Regina comenzó a reírse, Emma seguía seria, mirándola.

-No está hablando en serio, ¿verdad?- preguntó la morena cuando consiguió dejar de reír-¿Usted? ¡Ay Dios mío, usted es...! ¡Cómo no me di cuenta antes!- exclamó, ahora estaba roja, no sabía en qué agujero meterse –¿Us...Usted...no estará cortejándome, no? Porque...a mí me gustan los hombres- aún no conseguía mirar a la rubia a la cara.

-Bueno, espero que el que la considere linda y quiera ser su amiga, no cuente como estar cortejándola, ¿no?- era casi verdad, casi. Emma quería la amistad, sí, pero también quería más, sin embargo esa conversación de amiga solía dar en la diana.

-Ehmm...Entonces vale...¿A dónde vamos?

Regina intentó ocultar la sorpresa. No imaginó que a la rubia le gustaran las mujeres, llegó a pensar en ello cuando la pilló mirándole el escote, pero desechó la idea, era una mujer muy hermosa a ojos de Regina y podría tener a cualquier hombre a sus pies, quizás a cualquier mujer, pensó. Siguieron un camino lleno de ramas y árboles y en el fondo, detrás de la casa había una mesa iluminada con lamparitas y algunos jarrones de flores en el suelo. Encima de la mesa había platos, cubiertos y un vino en una cubo de hielo.

-¿Esto es una cita, señorita Swan?

Regina estaba encantada con la belleza del sitio, los detalles, todo estaba perfecto. Sintió un frío en la barriga cuando preguntó, tenía miedo, miedo porque le estaba gustando aquello, miedo porque era una mujer, una mujer que conocía hace poco más de dos semanas. Pensaba en ella desde el día en que se habían conocido, y algunos sentimientos creídos perdidos estaban volviendo a la superficie.

-Si usted quiere que así sea...- agarró la mano de Regina y besó su dorso, aquel sencillo toque hizo estremecer a la morena –Así será...

Condujo a la morena hasta la mesa y le retiró la silla.

-Swan...-No haga eso, era lo que quería decir, pero se quedó callada. Le gustaba ser cortejada, y no le importó que fuera por una mujer, en realidad, en aquel momento eso no era importante para Regina, se asustó consigo misma, aquello parecía tan natural, tan correcto...

-Quédese ahí, voy a buscar nuestra cena...-Emma entró en la casa -¡Eh! Ni pregunté, ¿tiene hambre? ¿Quiere beber algo primero?- la rubia habló desde la puerta. Regina rió

-Creo que tengo hambre...- dijo tímidamente la morena

-¡Qué bien! ¡Porque yo me estoy MURIENDO!- se rió. Y se dirigió a la cocina, y enseguida estuvo de vuelta con una bandeja redonda cubierta. El aroma era maravilloso y Regina también tenía mucha hambre. Emma se inclinó, abrió la tapa y sirvió a Regina.

Una promesa de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora