Soledad

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Emma no esbozó ninguna expresión, su rostro estaba impasible, miraba a Regina con cara de asco. ¿Cómo podía jugar con la rubia de esa manera? Más ancha que larga, y soltar la bomba: estoy embarazada. ¿Quién se cree Regina que es para usar a la rubia?

Rabia. La expresión de Emma cambió a rabia. Rabia, porque le estaba gustando la maldita morena, porque fue el mejor polvo que había tenido en la vida, porque se sentía traicionada. ¿Traicionada? Sí, Emma se sentía el segundo plato. Imaginó al padre de la criatura, ¿qué gusano deja embarazada a alguien y la deja libre para salir con quien quisiera? Espera. Regina nunca ha dicho que tuviera a nadie, todo lo contrario, siempre ha dejado claro que estaba soltera y que no tenía relaciones serias. Entonces...¿sería del cuñado? ¿Del cuñado del que Regina contó que había sido su novio antes de casarse con la traidora de su hermana?

-¿CÓMO? ¿POR QUÉ HAS HECHO ESTO? ¿POR QUÉ VINISTE A FOLLAR CONMIGO?- Emma gritaba de rabia. Regina no imaginó que sería esa la reacción de la rubia, sintió miedo y dio un paso hacia atrás -¿QUIÉN ES EL PADRE?-escupió la pregunta.

-Yo soy la madre, y es eso lo que importa...- susurró, no sabía qué pensar. Su mirada encaraba el suelo.

-¿ES AQUEL CUÑADO TUYO? ¿AQUEL DESGRACIADO TE TRAICIONÓ, TE DEJÓ EMBARAZADA Y AÚN LE QUIERES? ¡VAS A TENER UN HIJO CON ÉL!- sacó sus propias conclusiones, los celos cegaron a Emma completamente, no estaba nerviosa porque Regina estuviera embarazada, sentía rabia de que hubiera alguien más importante que ella en la vida de Regina, el padre de aquella criatura, y la rubia no estaba dispuesta a compartir el sentimiento con un ex por el que la morena sintió algo, o siente aún.

-¿Qué? ¡No! ¡HAS ENTENDIDO MAL!- habló alto, la rubia no dejó a Regina hablar

-¡NO QUIERO SABERLO! ¡NO QUIERO SABER DE QUIÉN ES HIJO ESE BASTARDO! ¡SIENTO ASCO DE TI, REGINA!- golpeó la mesa, sus ojos eran pura rabia –Querías saber cómo era el sexo con una mujer...Felicidades...Ya sabes...Sé que he sido una más en tu cama...- se acercó a Regina para hablar, se sentía usada, era paradójico ese sentimiento, ella que usaba y tiraba como un pañuelo desechable, nunca había probado de su propia medicina, se sentía una basura –Come algo...No quiero que te sientas mal, no hay hospital por aquí cerca. Mañana temprano te llevaré a casa- dijo saliendo de la cocina.

Regina soltó la respiración que ni sabía que estaba aguantando. Emma había entendido todo equivocadamente, pero si ella pensaba que Regina era una puta, no tenía sentido continuar aquella conversación. No tenía hambre, sabía que tenía que comer, pero no lo hizo. Se sentó a la mesa y lloró en silencio. ¿Cómo una tarde tan maravillosa se había vuelto una pesadilla?

Pasaron algunas horas y Regina seguía sentada en la cocina, ya no lloraba, pero el dolor de cabeza le molestaba, estaba con nauseas, pero lo ignoró, al final se levantó y fue a tomar agua. Escuchó pasos en su dirección, no se giró, permaneció de cara al fregadero tomando el agua.

-He cambiado las sábanas de mi cuarto...Duerme allí. Yo voy al cuarto de invitados- dijo Emma seca, y después se dirigió al otro cuarto.

Sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente, pero no iría a llorar. Ya había tomado su decisión, aquello había sido una gran locura, Regina nunca había sido así, no se permitía envolverse, y ahora no sería diferente. Había planeado ese hijo y lo criaría de la mejor forma posible, sola, como siempre supo que lo haría. ¡Qué ingenuidad por su parte pensar que la rubia iba a formar parte de aquello! Se acarició la barriga.

-Solo somos tú y yo, hijo...- susurró. Y se fue al cuarto. Ya no había velas, ni rastro de pétalos, las sábanas estaban secas y bien puestas en la cama. Regina se echó y sintió el olor del amor que habían hecho horas antes de toda esa confusión. ¿Amor? "Yo no hice el amor con ella", pensó irónicamente, pero en el fondo sabía que no había sido solo sexo.

Una promesa de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora