Superación

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Regina estaba sentada en la toalla, sobre el césped, el sol de la mañana bañaba su rostro, exhalaba e inhalaba el perfume que provenía del jardín de los manzanos, aquel, definitivamente, era un buen lugar para despejar la mente, el mismo lugar donde le había pedido matrimonio a la persona más alegre y amable de la tierra, por lo menos para la morena.

Una única lágrima resbalaba esa mañana, la secó como de costumbre al notar que Emma se acercaba. Ya había pasado un mes de la pérdida, Swan había optado por pasar un tiempo ahí, un lugar tranquilo donde podrían compartir momentos en familia, quizás suavizar el dolor, sin embargo todo parecía empeorar con cada nuevo día.

-No necesitas guardar el dolor solo para ti...Yo también siento lo de nuestro hijo...- Emma se sentó al lado de la esposa y miró hacia la nada, quería ayudar, querría tener el poder de arrancar aquella angustia de la esposa, pero parecía algo tan distante.

-No te estoy culpando...- respondió Regina sin moverse, su tono era frío

-Lo sé...Pero...Hace 30 días que estamos aquí y apenas hablas conmigo...- suspiró pesarosa, lo intentaba, lo intentaba todos los días

-Perdona Emma...No lo hago por mal...- finalmente encaró el par de esmeraldas, Regina también lo intentaba. ¿Por qué era tan difícil?

-Ya, me llamas Emma...Ya no me abrazas por las noches, no dejas que te abrace...No le has dado la mínima atención a Henry...- se desahogó -Te echamos de menos...Echo de menos a mi Regina...Aquella que me peleaba porque Henry y yo poníamos todo en desorden en los desayunos...que me reprochaba por las porquerías que comemos...que se ría con nuestras bromas...- suspiró triste –Quiero recuperar tu alegría, deseo que puedas volver a sonreír. Regina, tenemos un hijo y él también lo nota, nos has abandonado...- agarró el mentón de la esposa y prendió sus miradas –Vuelve. Vuelve a mí, a nuestro hijo, vuelve a ti misma, sé lo que estás sintiendo...- iba a seguir, pero fue interrumpida

-¡No! ¡No lo sabes!- Regina alteró la voz y su rostro se bañó de gruesas lágrimas

-¡Lo sé, Regina! ¡Sí, lo sé!- Emma agarró firmemente los hombros de la esposa -¡Las dos! ¡Las dos hemos perdido un hijo! ¡No solo has sido tú! ¡También era mi hijo!- dijo más alto, a esas alturas sus ojos también lloraban -¡No quiero perderte a ti también!- lloró, lloró sin reservas como hacía mucho que no lloraba, toda aquella angustia de un mes, Swan la echó para afuera en aquel instante, se estaba haciendo la fuerte, pero ya no podía soportar tanto dolor sola, el luto era algo sin explicación, solo ellas sabían lo que era sentir la muerte de un hijo.

Regina, que también sollozaba, prendió a la esposa en un apretado abrazo, un abrazo que no compartían hacía semanas y ambas allí lloraron juntas, se permitieron sentir el dolor, ya se podía escapar de eso, para curar una herida es necesario aceptar que se está herido.

-Perdóname...- Regina susurró al oído de la otra –Sé que también sufres...Yo...creo que nos pondremos bien...¿Verdad?- encaró los ojos verdes inundados.

-Sí...Lo vamos a superar juntas...-Emma agarró la mano de la esposa y se levantaron de allí.

Y tras un largo y doloroso mes, Regina, finalmente, se permitió olvidar, aunque fuera por un breve tiempo. Fue a despertar al hijo como de costumbre, al lado de Emma, el muchacho sonrió de oreja a oreja, echaba de menos eso, de ver a las madres juntas, sus ojos brillaron y las abrazó a las dos fuertemente.

-Te quiero, mamá Regi...- abrió los brazos hacia la morena -¡Así! ¡Grandeeeee como el mundoooo!- estaba feliz, su sonrisa podría iluminar una ciudad entera, Henry lo había sentido todo con ellas, aunque no lo comprendiera completamente, el niño sabía, no estaba siendo fácil para ellas.

Una promesa de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora