Complicidad

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Tras la llegada de Cora a casa de la hija, el ambiente quedó más alegre. Henry tenía una sonrisa de oreja a oreja, agarraba a la pequeña Ruth con cuidado y mimo. Regina le advirtió varias veces que tuviera cuidado, pues la bebé no era un juguete con el que podía jugar. Malévola, al percibir la preocupación de la dueña de la casa, se ofreció para vigilarlos a los dos.

-¿Mis hermanas van a ser así? ¿Pequeñitas?- preguntó Henry a la rubia a su lado

-¡Oh! Sí lo serán, pequeño, probablemente...- respondió Mal sonriendo mientras colocaba mejor a la bebé en los brazos del niño.

-¿Y dónde está la mamá de ella?-preguntó Henry curioso

-Bueno...Su mamá no puede estar aquí cuidándola, ella tuvo que marcharse...- explicó torpemente

-¿Marcharse?- el muchacho movió la cabeza sin comprender

-Sí, pequeño. Ella...

-Se convirtió en estrella como tu otro hermanito, ¿recuerdas?- intervino Emma en la conversación, había entrado oportunamente. Estaba agarrando tres cuencos de arroz con leche.

-Ah...- él desorbitó los ojos y enseguida acarició la cabeza de la bebé con una expresión confusa -¿Y quién va a cuidar de ella, mamá?- frunció el ceño preocupado con el bienestar de la pequeña

La sra. Smith respondió antes mismo de que Emma formulara una respuesta.

-Tu abuela y yo...- sonrió con sus ojos azules brillando.

Regina, que estaba cerca de la chimenea conversando con su madre sobre los últimos acontecimientos sobre el viaje y la reciente adopción de la hija de la tía, escuchó la frase de Mal y de inmediato miró a Cora.

-Vosotras...- comenzó el asunto de forma sutil, alternando la mirada entre las dos mientras se acariciaba el vientre.

No hubo respuesta, Cora bajó la cabeza como jamás había hecho antes, parecía avergonzada.

-Mamá, yo...No voy a juzgarte por esto...Cuéntame...-pidió agarrando las manos de la madre –Puedes confiar en mí...Soy tu hija.

-Perdóname, mi reina...Yo...yo...- inspiró pasándose las manos por los teñidos cabellos.

-No tienes que pedirme perdón por eso...No me lo debes...

-Sí, te lo debo. Fallé contigo, fallé con tu hermana, fallé con tu padre y, conmigo misma...- soltó el aire pesarosa –Juzgué tu elección, fui contra lo que deseabas, hice y tramé cosas para separarte de Emma- miró los ojos de la hija con mirada arrepentida –Pensé que amar me haría una persona débil. Perdí todo lo que más amaba, a mis hermanos, a mis padres...- una lágrima testaruda resbaló por su rostro –Me casé con tu padre por puro interés, lo seduje y gané su corazón tan fácilmente...- torció los labios al recordar cómo había sido su vida al lado de un hombre que ciertamente merecía más que las migajas que ella le dio durante toda la vida –Henry me amó, pero no fui capaz de retribuírselo...Jamás hubiera podido en aquella época, mi corazón estaba amargado y dolorido, tan maltratado por el dolor de la pérdida, sentía rabia. No podía ni lograba creer en el amor...Ese sentimiento del que muchos hablan y vemos en innumerables películas y cuentos de hadas...- Cora sonrió irónica cuando sus ojos se detuvieron en cierta camarera que en ese momento saboreaba el arroz con leche hecho por Emma mientras conversaba con Henry.

Malévola parecía querer saber lo que madre e hija conversaban, no dejaba de mirar en dirección a las dos, sin embargo la distancia se lo impedía. Regina observó la mirada de su madre y las de Mal, aún así estaba atenta a las palabras de la más vieja.

Una promesa de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora