Calma

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Regina y Emma no tuvieron una conversación concreta sobre los acontecimientos de aquellos tres días. Emma decidió postergarlo al máximo, le contaría sus pasos por la policía, pero no en ese momento.

Emma llegó a casa entusiasmada, parecía una niña cuando la madre le dice que tiene un regalo en el cuarto. Los padres de la rubia no supieron nada de lo ocurrido, mejor así, Swan no quería divulgarlo. Tinkerbell, que estaba con su ahijado en el apartamento de la amiga, agarraba a Henry mientras le leía un cuento, el pequeño parecía prestar atención, ¿cómo no? Tinker tenía una voz de hada, calmaba a cualquier niño, hasta los más agitados.

-¡CHICO!- dijo Emma dando saltos de alegría, cogió al niño de los brazos de la rubia, que sonrió ante el entusiasmo de la madre, Swan prácticamente ignoró a Tink, pero era debido a cómo había extrañado al pequeño –Oh hijo...mi pequeño...¡cómo te he echado de menos!- lanzó al pequeño hacia lo alto, él se echó a reír dejando a la vista las encías. Regina se apoyó en la columna entre la sala y la cocina, y los observó con los brazos cruzados –Te amo, Henry...¡Mamá te ha echado tanto de menos! ¿Echaste tú de menos a tu madre rubia? ¿Hum?- le acarició el mentó, observo que su rostro estaba diferente, le abrió la boca al pequeño y ya había dos dientes en la parte de abajo, casi expuestos totalmente. Henry estaba creciendo. Sintió su corazón encogerse, ¡qué diferencia eran tan solo tres días! Estaba aún más lindo y despierto, ya se sentaba en el regazo de las madres y no ya no podía quedarse solo en la cama, corría el riesgo de caerse, pues ya se arrastraba por cualquier superficie –Pesas, hijo...¿Qué ha pasado? ¿Tu madre te ha dado algún suplemento? ¿Algún fermento?- él rió y consecuentemente Emma también, estaba tan feliz de estar en casa, de vuelta con su familia. No podía actuar de aquella forma sin pensar, nunca más.

Tinker y Regina aún observaban a los dos, cómo se divertían, Emma jugaba con el hijo haciendo un avión, un barco, cosquillas, todo en el aire, jugaba a todo, ora lo besaba, ora lo abrazaba, estaba embobada con el hijo.

-Hoy cumplo cinco meses, mamá Em-Regina se acercó imitando la voz infantil, y le masajeó la barriguita. Él se movía alegre, brazos y piernas, parecía celebrar tener a las dos de nuevo cerca.

-Own, príncipe...- acarició al pequeño –Felicidades, mi amor...- lo besó varias veces -¡Te amo, mi bebé!- dijo y en seguida besó a Regina -¿Has visto?- abrió la boca del pequeño, exponiendo los dos dientitos que estaban saliéndole

-¡No!- Regina se asombró, no había tenido en reparar en ello en esos tres días -¿Hijo? ¿Cómo es eso?- se emocionó, los abrazó a los dos cariñosamente -¡Henry, vamos a parar! ¡Estás creciendo demasiado rápido!- parecía estar echándole la bronca al pobrecito. Emma se echó a reír ante lo que dijo su prometida.

-¿Viste Tink? ¡Esta madre aquí es una paranoica!- y en ese momento es que se dio cuenta de que no había saludado a la rubia -¡Ops! ¡Hola Tinker!- sonrió tímida

-¡Hola presidiaria!- se echó a reír. Emma la miró seria, puso cara de enfado -¡Eh, es una broma!- intentó solucionar la tontería que había dicho. Segundos después, Emma y Regina se echaron a reír como dos niñas pequeñas con Henry en los brazos, Tink no aguantó, y también se juntó a ellas hasta no aguantar más.

-¡Eres muy inocente, Tink!- dijo Regina en cuanto paró de reír

-¡Y tú no eras así! ¡Tonta alegre!- dijo secándose las lágrimas, Regina había cambiado mucho después de Emma, se tomaba las cosas más a la ligera, se había vuelto menos seria.

-Sí...¡creo que mi humor es contagioso!- dijo Swan bromista, Henry buscaba su comida con las manos -¿Hijo? ¿Dónde están tus modales? ¿No me invitas a una cena primero? ¿Ya que lo quieres todo a la primera?- Rió –Regina, sujétalo...- pidió, no podía amamantar al hijo recién salida de la prisión –Necesitó un baño, y ya vengo para que este comelón se alimente- sonrió pasándole el niño a la madre morena.

Una promesa de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora