Desavenencias

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Emma asintió y siguió a la mujer de más edad, sabía que aquella "conversación" no sería nada amigable. Regina apenas mencionaba el nombre de la madre, siempre mencionaba al padre, cómo lo quería y la falta que le hacía. Nunca llegó a preguntar sobre el conflicto entre madre e hija, ahora pensaba que había sido un error, debería haber insistido más, necesitaba conocer mejor a su novia, su pasado con su madre poco lo conocía.

Cora la condujo en su lujoso coche, un Mercedes convertible rojo, último modelo, hasta un restaurante igualmente imponente, uno de los más caros, si no el que más, de Nueva York. Emma ya había escuchado hablar de ese sitio, chefs de renombre llevaban aquella cocina. La impresión que tuvo la rubia fue que su "suegra", si era que podía llamarla así, quería intimidarla, por suerte, Emma sabía comportarse en cualquier restaurante, desde los más caros a los más baratos. Eso Cora no lo sabía, y se sorprendió con la postura de la rubia, quería hacerla pasar vergüenza.

Se sentó en una mesa, en una esquina, solo de dos asientos, pidió un vino y algo para acompañar.

-¿No va a pedir nada?-preguntó Cora desdeñosamente, imaginando que Emma no tendría dinero ni para pagar un vaso de agua de aquel sitio.

-No. Ya he comido- fue seca, se estaba impacientando, ¿qué quería aquella mujer?

-¿Ya comió? ¿O no puede pagarlo?- ironizó

-¿Diga? ¿Qué quiere? ¿Por qué ha venido a hablar conmigo?- dijo impaciente

-Jóvenes...Tan...digamos...¿petulantes?- el camarero colocó el caviar en la mesa, Cora le dio las gracias con un gesto. Prosiguió -Dígame usted. ¿Qué quiere con mi hija? O mejor. ¿Qué quiere de los Mills?- apoyó los codos en la mesa analizando su "diana"

-¡No quiero nada de los Mills, madame! Puede estar tranquila- respondió Emma sin paciencia

-¿Quiere que crea que está con Regina por amor?- se rió irónica

-Sí, señora- fue corta y ruda –No espero que lo crea, pero amo a su hija, y al hijo que lleva en su vientre- movía el pie por debajo de la mesa

-¿Piensa que me engaña, señorita Swan? ¡Conozco a las de su calaña! ¿Cuánto quiere? ¿Cuál es su precio? Todos tenemos uno...Diga el suyo...Y nunca más nos veremos- abrió la cartera, sacó un talonario y lo puso sobre la mesa.

-¿No lo ha entendido? ¡No quiero dinero, señora! AMO a Regina- puso énfasis en el "amo". Necesitaba hacerle entender a la mujer que ella solo quería el bien para su hija.

-¿Cómo puede ser eso, muchacha? ¿Hace cuánto que os conocéis? Vamos a ser realistas, niña. Esto es una pasión, Regina solo es una niña tonta cuando se trata de sentimientos...Tiene miedo de quedarse sola, pero no la necesita a usted. ¡Ella no te ama!

Aquellas palabras fueron como flechas atravesando el corazón de la rubia. Regina nunca la había necesitado, no en sentido material, quizás en el emocional, pero aún así Emma se sentía impotente. ¿Amor? ¿Acaso Regina la amaba? Sí. Se lo ha demostrado muchas veces. Pero nunca le había dicho "te amo". La cabeza de la rubia daba vueltas, las incertidumbres la confundían. No sabía qué responder.

-¿Le ha dicho que la ama?- Cora se dio cuenta de la confusión en el rostro de la joven, no iba a perder esa oportunidad. Conocía muy bien a su hija, sabía que aquellas palabras solo se las había dicho a una persona, y él murió. Emma miraba hacia la nada, parecía buscar una respuesta a su propia confusión, no, Regina nunca le había dicho te amo, pero, ¿debería importarle? No. Pero, ¿y si importara? Abrió la boca para responder, pero fue interrumpida

Una promesa de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora