Entrega

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Emma presentó su trabajo de fin de curso con elegancia, mejoró el postre de melocotón empanado con licor, una receta inédita y peculiar, la bautizó con el nombre "antojo de príncipe". Regina se sintió orgullosa al recordar la noche de su antojo más raro, realmente salió bien, aquella presentación parecía la final de Master Chef, tres profesores en un estrado examinando el plato. Además del postre, Emma también presentó un entrante y el plato principal, la morena miraba con orgullo a su novia, David y Mary y su pequeño cuñado también asistían a la presentación.

-Ay, Henry...Mamá está tan nerviosa...¡Imagina a mamá Em!- se desahogó con el pequeño mientras los profesores chefs probaban el postre.

Emma entrelazaba sus manos a la espalda y miraba a cada uno de los chefs, estaba nerviosa, aguantó el aire en los pulmones cuando los tres profesores salieron de la sala para poner las notas. En ese momento lanzó una mirada hacia la novia que estaba sentada en una de las primeras filas, esa era la ventaja de tener bebé. Regina sonrió amablemente, levantó a Henry, le agarró su bracito y le hizo mandar un beso a la madre, movió lentamente sus labios y pronunció un "Buena suerte. Vas a sacar un diez", hizo una señal con las dos manos abiertas mostrando los dedos, Henry soltó una carcajada cuando Emma hizo una mueca y le sacó la lengua al pequeño, él se reía horrores con ella. En seguida, los chefs volvieron, el clima se volvió tenso y lleno de expectativas cuando uno de los profesores cogió el micrófono para anunciar la nota.

-La alumna Emma Swan Nolan ha aprobado el curso de gastronomía, ¡su nota es un diez!- un profesor se acercó para entregarle la hoja con la nota de la prueba -¡Felicidades, señorita Swan! ¡Qué tenga éxito en su nueva etapa, sé que será una excelente chef!- agarró las dos manos de la alumna, aquel profesor había acompañado el crecimiento de la joven cocinera, había visto sus dificultades y cambios, era un orgullo sin paragón verla finalmente graduada. Emma tenía una sonrisa de oreja a oreja, parecía no creérselo, sus manos temblaban y su corazón estaba acelerado, no sabía cómo agradecer, aquel profesor había creído en su potencial -¡Te veo en la ceremonia! ¡Quiero ser yo quien te entregue el diploma!- el profesor-chef sonrió amablemente.

Mary y David estaban orgullosos, podrían estallar de tanto orgullo, aplaudían sin parar. Regina tenía los ojos llorosos, había acompañado el esfuerzo de la novia en ese último semestre, había conciliado trabajo, casa, estudios y encima se había convertido en madre. ¡Cómo la amaba Regina! Sintió su corazón disparar cuando vio al amor de su vida caminar hacia ella. Emma estaba linda, un mujerón, no existía aquella inocencia en la mirada, la morena se preguntó el porqué, pero enseguida comprendió, Emma estaba maquillada, labial rojo, un maquillaje algo fuerte en los ojos, destacando sus iris esmeraldas, llevaba la chaqueta de chef, sus cabellos estaban recogidos en una floja cola de caballo, un mechón largo le caía sobre un ojo. Hermosa. Regina nunca había visto a su mujer de aquella forma, rebosaba belleza, en los pies unos tacones rojos se destacaban debido a la ropa blanca, sus pantalones en un tono crema, casi blanco, se ceñían a su cuerpo, le faltó el aire, Regina se sintió palpitar, ¿cómo era eso posible? Juntó más las piernas, estaba excitada solo con verla, se mordió el labio inferior en el intento de contener aquel deseo insano de tomar a Emma allí frente a todos, se despertó de sus devaneos cuando Henry le tiró del pelo.

-¡Ay Henry! ¡Eso duele, hijo!- habló con el pequeño automáticamente, Emma se acercó, sus ojos no dejaron de encarar los verdes mientras su novia atravesaba el gran salón.

-¡Lo conseguí, mi amor!-abrazó a Regina y a Henry que estaba en sus brazos -¡Mamá lo consiguió, hijo! ¡Gracias a vosotros! ¡Mi héroe!- tomó al pequeño en sus brazos y dio una vuelta con Henry -¡Te quiero, chico! ¡Te amo!- lo besó varias veces. Regina admiraba el amor de aquellos dos, madre e hijo, su familia -¡Os amo!- se giró alegre hacia la novia y la besó en la boca, le tapó los ojos al hijo con la otra mano. El besó fue largo, lleno de deseo y amor, y tomaría mayores proporciones si no fuera por los padres de la rubia.

Una promesa de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora