Dolor

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Mills Company- Despacho de la presidenta

Regina esclareció algunas dudas con la comisaria, antes de marcar un encuentro para tratar el asunto. Por lo que la Mills entendió, la asistente social hacía buenos trabajos, sin embargo, de vez en cuando se dejaba llevar por propuestas no legales que siempre aparecen en ese entorno, ¿quién no lo haría? A fin de cuentas, el salario de una asistente social no era muy alto, daba para vivir, sin mayores lujos, pero Ingrid se alegraba cuando aparecía un "trabajo extra".

La presidenta sacó la conclusión de que a la mujer no le gustaron las caras de ambas madres, ya que no había ningún motivo aparente para que la asistente social hiciera lo que hizo. Aún así sentía que algo podría estar mal, un mal presentimiento la abatió. ¿Qué cosa más grave habría para que la comisaria no quisiera decírselo por teléfono?

Cora llegó pronto para el almuerzo, saludó alegremente a la hija, le preguntó sobre la boda. Como si nada le hubiera dicho a Swan. Regina sentía la falta de la madre, aún más ahora que no tenía el apoyo de Zelena, a quien echaba mucho de menos. Le contó alegre los preparativos, la Sra. Mills fingió darle todo el apoyo, comentó sobre el hecho de Robin estar preso, aunque ya sabía todo por boca de Zelena, la presidenta no quiso alargar el asunto, ya que la adopción por parte de Emma aún estaba archivada a causa del miserable, Cora, una vez más, fingió indignación y sorpresa cuando Regina le contó los motivos por los que la asistente social no había dado su visto bueno a la adopción de Henry. Por suerte del destino, la presidenta no le habló de la investigación sobre Ingrid, lo que salvó la integridad de los hechos, pues sin duda, si Cora se enteraba, encontraría una manera de intervenir.

La presidenta se dirigió a la sala pedagógica que había inaugurado algunos meses, había creado aquel espacio con la intención de tener a Henry siempre cerca, pero como Emma solo trabajaba al caer la tarde, era raro que trajera al pequeño a la empresa, pasaba las mañanas con su otra madre.

Al llegar a la gran sala de colores, Regina divisó a Mérida jugando con Henry junto con Mulan y Belle, que juntas parecían pelearse por la atención del pequeño Mills, él parecía encantado con la pelirroja, ¡no era para menos! Aquellos cabellos le llamaban la atención, tiraba de los tirabuzones y soltaba una carcajada alegre rápidamente. Regina lo encontró mono, no por ser Mérida, en realidad en aquel momento solo tenía ojos para su pequeño príncipe, le recordaba a su padre, por donde pasara, Henry Mills distribuía dulzura y con el pequeño Henry Daniel no era diferente.

-Entonces, ¿es eso lo que mis trabajadoras hacen a la hora de comer?- Regina entró en la sala, seguida de Cora

-¿Babando con mi nieto?- la de más edad se acercó a la pelirroja y cogió al risueño nieto en brazos -¡Cómo has crecido, pequeño Henry...!- dijo con dulzura, le distribuyó varios besos al pequeño que reía sin parar.

-¡Sra. Mills!- Mérida la saludó con una pequeña inclinación, Belle y Mulan hicieron lo mismo, había un gran respeto por la sustentadora de la empresa.

-¡Srta. Dunbroch! No esperaba verla...¡Qué placer...! ¡Regina ha elogiado su impecable trabajo!- Cora tenía un verdadero apego por la hija de la mejor amiga.

-Mamá...- susurró Regina tímidamente, no necesitaba que Mérida se enterara de eso, no después de todo lo que había hablado con Emma.

-¿Qué? Solo he dicho la verdad...Por cierto, srta. Dunbroch, su madre la echa de menos...- le dijo a la pelirroja

-Yo también la extraño y a Miami...Pero pronto tendré vacaciones e iré para allá...- dijo sonriendo al recordar a su madre –Podrías visitar nuestra casa, Regina...- Mérida la miró ansiosa esperando una respuesta positiva

Una promesa de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora