Hace dos meses que no consigo dormir

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David y Mary fueron a visitar al nieto por la mañana, estaban más que orgullosas de la hija, y David, sobre todo, no era más que orgullo de ese nieto, que si nieto para acá, que si nieto para allá, incluso ya había hecho planes para llevar a Henry a pasar las tardes con Mary y el pequeño Neal, David sentía pasión por los niños, tener la casa llena era su punto flaco.

Ruby y Lily fueron por la tarde, se quedaron poco tiempo, y aún así quedaron encantadas por el pequeño, salieron de allí pensando en adoptar uno. Más tarde llegó Tinker con su novio, Killian, Tinker le llevó un montón de regalos, no quería salir de allí, agarraba al pequeño como si fuera su hijo, Killian también quedó encantado, sin embargo, solo lo cogió unos minutos, pues Tink lo acaparó de nuevo, parecía una niña pequeña con juguete nuevo, Regina y Emma se reían del desespero de la rubia bajita.

Zelena fue a visitar al sobrino en cuanto la hermana ya estuvo en casa, era difícil salir con dos pequeños, Robin no fue, lo que dejó a Regina mucho más tranquila, Roland quedó entusiasmado con el primito, decía que en cuanto el pequeño comenzara a andar iban a jugar juntos.

Cora desembarcó en Nueva York un mes después del nacimiento del nieto. Lo que no sorprendió a Regina, su madre era así, ora era todo amor, ora no siquiera daba una llamada de teléfono.

Emma amamantaba al pequeño en el sofá mientras veía la televisión, Regina termina el almuerzo que Emma había empezado. Sonó el timbre.

-¡Mamá!- Regina abrazó a la madre, la había echado de menos. Emma reviró los ojos, no soportaba la falsedad de aquella cobra.

-¿Todo bien contigo, pequeña?- miró a Regina de la cabeza a los pies. Hacía apenas un mes que el niño había nacido, pero ya casi estaba en su peso ideal.

-¡Mejor, imposible mamá! Entra...- Cora entró y se deparó con su nieto agarrado al pecho de aquella rubia petulante

-Pero...¿Qué hace ella aquí?- se sorprendió, no sabía que la hija había vuelto con la buena para nada.

-¡También es una alegría volver a verla, suegra!- la rubia saludó irónica desde el sofá

-¿Por qué está amamantando a mi nieto? ¡Qué absurdo!- Cora soltó

-Mamá...- Regina susurró intentando apaciguar a la furiosa madre

-¡Eso es inadmisible, Regina! ¿Perdiste la cabeza?- casi le gritaba a la hija quien no se incomodó ni un poco con la reacción de la madre

-Volvimos...el día que Henry nació...- explicó –Si vinieras más a menudo, lo sabrías...- caminó a la sala a coger al pequeño. Emma lo pasó a los brazos de la morena.

-Ponlo en vertical, aún no ha eructado...-avisó Emma, se había vuelto una madre super protectora.

-Ven mama...Cógelo...- se lo pasó a la madre –Henry Daniel...tu nieto...- sonrió emocionada, inevitable no acordarse del padre y primer amor de su vida.

Cora carraspeó, intentó ahuyentar las lágrimas, también se acordó de Henry, su fallecido marido, una hombre bueno, honesto, que amaba a su esposa e hijas, había criado a Zelena como si fuera de él, aún consciente de la traición de Cora. En el fondo, lo echaba de menos, quizás había descubierto demasiado tarde el amor que sentía por el marido, le gustaría poder volver atrás en el tiempo.

-Es lindo...- acarició la cabeza del bebé –Tiene tus ojos...- comentó, Regina sonrió orgullosa –Mi pequeño Henry...Tu padre estaría orgulloso, hija...- dijo con cariño en la voz, parecía haberse olvidado de que la rubia estaba ahí.

Una promesa de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora