No hay nada que no conceda

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Nueva York-Central Park

-No quisiera irme...- Elsa caminaba sobre el puente dada de la mano con Ariel

-Me gustaría parar el tiempo y quedarme contigo aquí para siempre...- Ariel acarició el mentón de la otra, la rubia sonrió tímida, sus bocas estaban cercanas

-¿Ven conmigo?- susurró Elsa pegada a los labios de la pelirroja. Ella desorbitó los ojos, sorprendida. Pues claro que quería ir, mucho, pero Ariel tenía sus compromisos.

-¿A Alaska?- preguntó sin creérselo

-¿Y a qué otro sitio iría yo? Vivo allí...-sonrió tímida

-Me encantaría, rubia...Pero llevo el restaurante Swan's y a tu prima no le iba a gustar...- dijo la verdad

-Tienes razón...- acarició el cabello de la pelirroja –Emma luchó mucho por ese restaurante...Vamos a hacer una cosa...- le tocó la punta de la nariz –Quiero que pases las vacaciones allá...No sé cuándo...Pero yo hablo con mi prima y pago tus vacaciones- le dio la solución

-¿Te has vuelto loca?- se echó a reír de la locura de la rubia

-¡No! Quiero que vayas a visitarme...Y...- Elsa parecía avergonzada –Quiero jugar en la nieve contigo...- sonrió, tímida. La rubia amaba cualquier actividad en la nieve, desde un sencillo juego de bolas de nieve hasta esquiar en las montañas más altas de Alaska.

-¿Acaso sabes si me gusta el frío?- preguntó traviesa. En realidad, Ariel lo amaba igual que Elsa

-Espero que sí, pelirroja...Estando conmigo...¡El frío nunca te molestará!- tomó los labios rosados cariñosamente -¿Prometes al menos llamarme?- pidió cuando el beso terminó.

-Todos los días...Voy a morir echándote de menos, El...- pegaron sus cabezas.

-Esperaré ansiosa por escuchar tu voz...Quiero que cantes para mí en las noches más frías...- susurró contra el oído de la pelirroja.

-Te canto, mi linda...- prometió también en un susurro, lo suficiente para que Elsa sonriera de oreja a oreja. Otro beso llegó enseguida, pero esta vez fue uno más profundo e intenso. Ambas sentían que un nuevo sentimiento afloraba en sus corazones. ¿Sería amor?

Hacienda de los Swan's

-¡David! ¡Mira a Henry!- gritó Mary al marido que estaba en la sala "vigilando" a los pequeños, en realidad estaba prestando atención al partido de baloncesto. ¡Demasiado tarde! Henry mordió al tío. Neal abrió la boca y comenzó a llorar -¡Joder, David!- Mary corrió a coger al hijo. El pequeño lloraba hipando, fue un mordisco profundo -¡Agarra a ese monstruito, David!- acarició al hijo intentando calmarlo.

-No es para tanto, Mary...¡no llames a nuestro nieto monstruo! Deja que Regina te escuche, ¡nunca más lo dejará con nosotros!- cogió al nieto en brazos -¿Qué ocurre, muchacho? ¿Por qué has mordido a tu tío? ¿Hmmm?- le hizo cosquillas y él se encogió en los brazos del abuelo.

-¡Oder!- exclamó Henry en cuanto David dejó de hacerle cosquillas

-¡Felicidades, Mary!- David reviró los ojos –Ahora Henry ha aprendido una mala palabra y Regina de verdad nos va a prohibir quedarnos con él- se sentó en el sofá con Henry en el regazo.

-¡Mordió a nuestro hijo, David!- Mary reclamó

-Super normal, ¿no? Neal también lo mordió a él en otra ocasión, ¿y qué hicimos? ¡Convencimos a nuestra hija para que bañara a Henry hasta que la marca desapareciera!- le recordó lo ocurrido meses atrás -¡Por suerte, Regina no se dio cuenta! ¡Emma pasó por apuros por nuestra culpa!- aumentó el volumen de la TV, su equipo estaba perdiendo -¡VA! ¡VA! ¡ENCESTA!- David gritó. Henry levantó los bracitos junto con el abuelo, parecía también celebrarlo. Mary resopló y fue a buscar algo para que el hijo comiera, así se le olvidaría algo el "dolor" -¡Le das suerte a tu abuelo!- despeinó los cabellos castaños del nieto.

Una promesa de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora