Trauma

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-¡Ahhhh! ¡Reginaa!

Emma gimió cuando sintió la lengua voraz de la novia entrar en su apretado y caliente centro. Emma se preguntaba si era posible que Regina nunca hubiera hecho eso antes, era como si hubiera nacido sabiendo. Besó, besó a la rubia como besaba su boca, exploró cada canto, sus labios menores y mayores, Emma se retorcía de placer encima del lavabo, se mordía su labio para contener los gemidos que se intensificaban con cada nueva zona en la que Regina se adentraba, succionó, pero con fruición, podía sentir el nervio rígido y palpitante en su boca, un líquido caliente manó de la rubia, Regina introdujo su dedo corazón lentamente dentro de su novia, lo giró despacio curvándolo, y lo sacó pausadamente, su dedo tenía el líquido de la rubia, encaró las esmeraldas y se llevó el dedo húmedo a la boca, lo chupó mirando profundamente los ojos verdes, su expresión era de puro placer.

-Eres deliciosa...- dijo sacándose el dedo de la boca sin prisa ninguna, quería que Emma mirase cómo ella estaba disfrutando al saborearla.

Volvió a meter la lengua de forma rápida, movimientos circulares precisos, hasta que sintió cómo corría más líquido en sus carnudos labios, Emma gritó demasiado alto, cruzando las piernas alrededor del cuello de la novia, apretándola contra ella mientras sentía su cuerpo entero temblar, respiraba entrecortadamente, su corazón latiendo mucho más acelerado de lo normal, su cara, colorada; gotas de sudor en su frente. Respiró más hondo, estaba mareada, Regina consiguió acabar con las fuerzas de la rubia.

-¡Es...estás loca!-afirmó aún intentando respirar con normalidad

-Por ti...- Regina sonrió con gusto de oreja a oreja a la novia.

-¡Mamá! Hay gente en el baño...¡Me estoy haciendo pis!- escucharon una voz de niño detrás de la puerta. Rápidamente Emma bajó del lavabo y se subió los pantalones, Regina cogió el pintalabios del bolso y se retocó en el espejo. Intercambió una maliciosa mirada con la novia, le dio un rápido piquito y salieron del baño como si nada hubiera pasado.


-¡Emma!- gritó Regina desde el cuarto

-¿Qué pasa, amor?- la rubia entró en el cuarto y vio a su novia intentando cerrarse la cremallera del vestido.

-¡Joder! ¡Estas ropas ya no me sirven! ¡Estoy horrible!- lloriqueaba Regina, había unos siete vestidos tirados en la cama.

-Estás linda, mi amor...- Emma encontraba a su novia más linda cada día, pero en las últimas semanas Regina solo se quejaba de su cuerpo, que estaba engordando, que ya no era la misma, desde que había entrado en su cuarto mes, Emma tuvo que armarse de santa paciencia.

-Calma, yo te ayudo- la rubia subió con cierta dificultad la cremallera, pero cerró -¡Listo!

-¡Está apretado! ¡Y no tengo otro!- Regina seguía quejándose, la rubia ya estaba preparada hacía media hora, la morena solía estar arreglada antes, pero hasta eso había cambiado. Emma reviró los ojos.

-Eso es lo que tiene tener vestidos ceñidos...- rió –Mañana salimos a comprarte ropa- Emma sugirió

-Ya debería haberlo hecho...Pero aquella empresa me está sacando de quicio, ¡me ha aparecido cada problema este último mes!- dijo intentando ponerse los zapatos, no eran tan altos como a ella le gustaban, pero aún así, tenían tacón.

-Ya te he dicho que trabajas demasiado...¿Ya estás lista? Solo vamos a casa de mis padres...No es necesario que te vistas como si fueras a una fiesta- Regina pareció fusilar a la novia con la mirada.

Una promesa de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora