*Narrado desde el punto de vista de Rubius*
-----
Me acosté en un lado, Mangel se puso a mí izquierda acariciándome todo el cuerpo y besándome el cuello, se sentían unas pequeñas cosquillas que me hacían sonreír. Empezó a besarme en la boca, mordiendo mis labios y mirándome a la vez. Cada caricia o beso que me daba me excitaba más, lo deseaba más que nunca, jamás quisiera que esta sensación acabase, en la vida.
Fuimos besándonos más apasionadamente, empecé a acariciarle también a él, haciéndolo jadear un poco.
Sus manos bajaron hacia mis pantalones, mientras iba besándome todo el cuerpo me desabrochó el botón y me bajó la bragueta, se despegó un poco de mí y me los quitó.
Los dos estábamos excitados y con ganas de más. Cuando ya estábamos completamente desnudos me acosté por completo en la cama y Mangel se puso encima mía, apoyándose con los brazos en el colchón y comenzó a besarme otra vez. Abrí mis piernas para dejar que me penetrara, primero me lubricó para mayor comodidad.
Aún sentía dolor al penetrarme, empezó lentamente, pero igual no podía evitar gritar. Cada vez iba a un ritmo más y más veloz, haciéndome gritar más que una nena, joder, pero la sensación era inexplicable. Él también lo disfrutaba, esa cara de placer que tenía, joder... me hacía sentir más feliz que nadie. Los dos sudábamos y jadeábamos, sonriéndonos a veces y disfrutando del momento, de un momento único.
Me cogió y me puso de lado, poniéndose detrás mía y empezando a penetrarme de nuevo mientras tocaba mi cuerpo desnudo, le cogí de la mano, apretándola, giré el cuello para mirarle y sonreír mientras jadeaba. Media hora después nos tumbamos los dos juntos en la cama, yo, acostándome en su pecho y tapándonos con una sabana.
-Mangel... -suspiré, él me acarició el pelo-. Ha sido perfecto.
Dejamos la cama hecha una mierda, las mantas por el suelo al igual que los cojines y, la funda que la cubría, medio quitada. Fue mucho mejor que la otra vez... estar al lado de Mangel acostado, sentir su calor, su cuerpo, no tenía precio.
-Lo sé... deberíamoh cambiar lah sábanah por si acaso...
-Será lo mejor -le besé.
Al vestirnos, recogimos todo del suelo llevándolo a la lavadora, Mangel mientras tanto ponía las nuevas sábanas. Subí y le ayudé un poco.
-¿Qué hubiera pensado tú padre si nos viera acostados juntos y además desnudos?
-Mejóh ni lo sepah... No me lo quiero imagináh.
-Eres lo mejor Mangel, no se que haría sin ti joder, te quiero demasiado.
-Y yo pesao' -me sonrió-. Anda ven.
Me acerqué a él y me besó. No le iba a dejar por nada del mundo, después de todo lo que hemos vivido juntos... jamás le soltaría. Era imposible explicar todo el sentimiento de amor que tengo hacia él.
-Tus besos son únicos -le dije-. No se comparan con nadie.
-Te amo -respondió-. Contigo he sentio' cosah que no podría habeh sentio' con nadie máh. Anda, bajemoh al salón.
Estaba empezando a tener hambre, mucha hambre.
-Oye, tengo hambre ¿qué hay de comer?
-Tortilla que ha preparao' mi madre, ¿te guhta?
-Sí, sí, me encanta, pero dame rápido comida que me muero de hambre -me reí mirándole.
Los dos fuimos hacia la cocina, cojiendo los vasos y tenedores para llevarlos a la mesa del salón y comer, en serio, tenía la tripa vacía.