*Narrado desde el punto de vista de Rubius*
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Ya no podía más, estaba cansado de esto y para mi suerte tan solo quedaban cuatro putos días, ¿qué hacías Mangel? Te echo tanto de menos...
¿Mi madre se habría enterado? No lo sé y espero que no... Ese maldito Panda estaba ahí, a mi lado, si tuviera tan solo un cuchillo...
Apreté los dientes y maldecí por tener tantas desgracias en esta vida, había adelgazado, lo notaba y además tenía golpes que me había hecho este imbécil en la cara y cuerpo.
-Eh, cuando piensas soltarme, hijo de puta -me miró, riéndose.
-Vaya, vaya, ¿qué manera es esa de hablarme? ¿Quieres recibir otra paliza? -se acercó a mí-. Di gracias a Dios que estoy aquí contigo y que no estás solo -me mordió el labio.
-Deja de hacer eso, maldito -dije enfadado-. Me da asco toda tu persona.
-Bla, bla, bla, simples palabras, además... pronto estarás muerto.
-Ya te dije que te encarcelarán antes de que me mates -gruñí.
Sin decirme nada se fue de la habitación durante un rato, aunque me hiciera el duro tenía miedo, no quería morir aquí. Mangel, aquél día discutí con él... y si muriese... maldita sea.
Al cabo de unos diez minutos Panda volvió con un teléfono en sus manos, marcó un número y llamó.
-Hola -sonrió maliciosamente-. Sabes que solo te quedan cuatro días ¿no?
No podía ser... ¿estaría hablando con Mangel?
-¿Cómo? -se le vio sorprendido-. ¿Tienes el dinero? -Mangel reunió todo ese dinero solo por... mi-. Si... será mejor que no vengas acompañado Mangel, aunque de un cobarde como tú... -rió-. Nos vemos el jueves a las cinco y media en la gasolinera del pueblo Almaguer, no faltes si no quieres que Rubén muera.
Y colgó. Mangel, mi Mangel lo había logrado. El jueves por fin estaría con él, abrazándole, besándole...
-No te hagas ilusiones, ¿crees que te dejaré ir?