*Narrado desde tercera persona (?)*
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Diez años después una familia vivía feliz y tranquila en una preciosa casa en medio de cientos de árboles, generalmente pinos.
Miguel y Rubén con 32 y 35 años respectivamente eran las personas más felices de este lugar llamado mundo. Su vida pasó varios obstáculos, hasta casi llegaron a separarse para siempre por una propuesta que le hicieron a Rubén, pero eso ya es otra historia.
Pero os contaré algo que pasó hace unos cuatro años, el día diecisiete de mayo, cuando cambió por completo a ellos dos, el día en el que fueron a Japón, de viaje y también decidieron recoger una cosa ahí.
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-El avión va a dehpegar, Rubiuh corre -dijo un Mangel subiendo al avión mirando como el idiota de Rubén corría.
Ya en el avión se sentaron en sus respectivos asientos con algunas revistas que compraron.
-¡Japón! Que ganas, joder estoy nervioso -dijo Rubén mirando por la ventanilla.
-Ya, cálmate.
Pasaron las horas y Rubius cada vez se ponía más nervioso, hicieron este viaje por gusto, los vídeos de YouTube habían acabado hace unos años y ahora ellos estaban mucho más tranquilos.
Nunca antes habían ido a Japón, el vuelo aterrizaba en Tokio, a las siete de la tarde. Su visita turística duraba dos semanas y tenían hotel con comida incluida.
Ya pasadas muchas, muchas horas (al menos para Rubén) llegaron por fin a la maravillosa ciudad de Tokio. Todo estaba luminoso, lleno de gente, cogieron un taxi para ir hacia su hotel y descansar.
-Mangel, es maravilloso -contempló Rubius por la ventana de la amplia habitación-. Mañana lo pasaremos genial.
-Sí -sonrió-. Rubén...
Él se giró hacia su novio, extrañado por como lo llamó.
-He pensado una cosa.
-¿El qué?
-Adoptemoh una niña japonesa -rió él.
-¿Co-Cómo? -preguntó Rubén sorprendido-. ¿A-adoptar?
-Sí, ya somoh mayoreh y como no somoh mujereh para poder tener hijoh, adoptemoh a una. ¿Qué te parece?
-Yo... esto... -Rubén no sabía que decir-. Esto habría que pensarlo mejor...
-Sé que tu también quiereh -tocó la frente a Rubius-. No soy idiota.
Él se sonrojó, en verdad si que quería adoptar un niño, deseaba formar una familia con Mangel y aquí, en Japón, adoptar una niña sería perfecto.
-Mangel... -miro hacia otro lado-. Está bien. La adoptaremos.
Aquella noche fue la más feliz de su vida, iban a cuidar a una niña japonesa, iban a tener una y la protegerían hasta la muerte.
Fue difícil hacer que pudiesen llevarse a la pequeña, tuvieron que entregar un montón de papeles y hacer mil cosas para conseguirlo y por consecuencia se fueron dos semanas después, pero con una novedad, su querida hija Hanako, así es como se llamó. Tenía tan solo dos añitos de edad pero les cogió cariño enseguida a sus padres.
-Rubén, a partir de hoy vamoh a llamarnoh por nuestroh nombreh, ya no somoh YouTubers dehde hace unoh añoh.
-Está bien -sonrió-. ¿Qué tal está nuestra pequeña Hanako? Ya casi llegamos a tú nueva casa.
Ella todavía no entendía muy bien el idioma y tan solo sonrió, tenía unos cabellos negros y largos al igual que sus ojos. Era preciosa.
Desde aquél día juraron que jamás se iban a pelear o separar, siempre estarían con su pequeña hija Hanako.
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Después pasaron cuatro largos años y Hanako ya tenía seis, pronto entraría a primaria y conocería amigos, sus padres, Rubén y Miguel, estaban felices con ella.
Era verano y se bañaban en la gigantesca piscina que había, la niña era rápida en aprender cosas y ya sabía nadar perfectamente.
Pasaron los años y la joven japonesa tenía sus veinte años, era una mujer alta y delgada con buena apariencia y un buen trabajo. Jamás la juzgaron ni burlaron de ella por tener unos padres homosexuales, siempre iba a visitarlos a darles regalos y de todo.
-Nuestra pequeña, ya eres toda una mujer -sonrió Rubén-. Estoy tan feliz de haberte adoptado aquél día.
-Papás, sois los mejores -hablaban en el salón-. Os quiero.
Cinco años pasaron ya, un pequeño niño nació en un hospital a las afueras de una ciudad, su padre acompañaba a la mujer, Hanako, y a su hijo. Ella sonrió, deseaba que sus padres vieran al pequeño niño, por fin eran abuelos, lo que siempre desearon.
-Llámalos, mi amor -dijo algo débil a su marido, el apretó su mano con ternura y asintió.
Quince años después una mujer de cuarenta y su hijo de quince junto al padre y marido de estas dos vestían con un traje negro, era un día lluvioso y tan solo ellos y dos personas más se encontraban allí. Ella lloraba, no deseaba que esto pasara, su marido la consolaba como podía, Hanako estaba triste, sus padres, lo que más quería en este mundo se habían ido.
-Adiós, Rubén, Miguel -soltó un ramo de flores en cada tumba, las lágrimas caían por su suave rostro y sonrió-. Siempre os recordaremos.
Y allí se despidieron de aquellos dos hombres, los que un día fueron grandes YouTubers y que con el paso del tiempo la gente los llegó a olvidar, allí en el más allá estaban Miguel Ángel y Rubén, los cuales siempre cuidarían se su hijita