boda impuesta (parte 1)

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La casa se parecía a una anciana elegante que hubiese caído en desgracia, pero seguía siendo un hermoso edificio. Se hallaba junto a un recodo del río Mississipi, a pocos kilómetros de Nueva Orleans. alguna vez había sido cuidada con mucho amor y dinero, pero desde la muerte de Minato, único hijo de Monsieur Jiraiya Namikaze, el anciano había perdido todo interés por sus propiedades. Ya hacía catorce años que tanto la plantación como el castillo Namikaze se hallaban completamente descuidados.

La casa nunca había sido impresionante, pero poseia un encanto y elegancia que se reconocían de inmediato, a pesar de su fachada descolorida. El cuerpo principal, construido en 1760 cuando Louisiana era posesión francesa, constituía un ejemplo típico de las casas del período. La planta baja era de ladrillo recubierto en cemento y allí había almacenes y oficinas. El primer piso, donde vivía la familia, tenía amplias galerías y delgadas columnas de madera.

En la parte delantera de la casa había una hermosa escalinata en forma de herradura que conducía al citado primer piso, y debajo de las galerías estaba la entrada para carruajes. Varios paneles de cristal servían tanto de puertas como de ventanas, mientras que las persianas de madera proporcionaban protección adicional durante el corto invierno o cuando soplaba algún huracán.

Los signos de decadencia se veían por todas partes. El azul de las paredes estaba descolorido por el sol mientras que las columnas blancas se hallaban descascarilladas..uno de los escalones estaba roto y había grietas en la barandilla de madera que rodeaba la galería. Sin embargo, todo esto le importaba poco a Naruto Namikaze, el joven de 16 años que heredaría todo aquello. El castillo Namikaze era su hogar, y él no podía imaginarse a sí mismo viviendo en otra parte.

Pero en este verano de 1799 no todo marchaba bien en su hogar, y nadie lo sabía mejor que él...había llevado el libro de cuentas desde los trece años. El administrador de la plantación tuvo que ser despedido, ya que las deudas del abuelo devoraba todas las ganancias. Después habían partidos los esclavos, y sin ellos nadie trabajaba en los campos de índigo, y sin índigo no había dinero, y sin dinero no había...

"¡Ah, ya!", pensó Naruto con disgusto mientras erraba el libro de cuentas que había estado estudiando atentamente. Una de sus manos jugueteaba de forma ausente con el colgante de cristal que se hallaba en su cuello. Si su abuelo dejase de jugar podrían conservar un poco de dinero. Naruto suspiró con impaciencia y observó los robles que crecían junto al Mississipi. Sus ojos color azul cielo se cerraron a causa del brillo del sol. "Tendré que pensar en algo, y pronto", decidió.

Naruto era un joven doncel, si bien no hermoso, ardiente, exótico y llamativo. Aunque estas palabras no alcanzaban a describir la combinación de su piel canela con su larga cabellera dorada, de sus labios de forma delicada y que dibujaban una sonrisa deslumbrante, sus mejillas, suaves cómo la piel del durazno, poseían tres marquitas a cada lado dándole una apariencia zorruna, y esos ojos azules expresivos, con una mirada salvaje, le hacían parecer una deidad exótica y pagana a la que se le dio forma humana.

Su estatura era baja, aunque parecía mucho más frágil de lo que en realidad era. El vestido de algodón que llevaba era demasiado pequeño para él, y permitía ver con claridad la línea firme de sus nalgas, y la delgadez de sus brazos y tobillos. Tal cómo atestiguaban sus pies descalzos y el amarillo desteñido de su vestido. Naruto se preocupaba muy poco por los adornos.

Sólo llevaba un colgante de cristal al cual adoraba pues este había pertenecido a su madre. Las ropas sólo servían para cubrir la desnudez, a él no le interesaba para otra cosa..."y considerando el estado financiero de la familia, era mejor así" pensó Naruto con ira mientras se ponía de pie, para salir. Por lo general, Naruto no se sentía tan irascible, pero la noche anterior el abuelo había vuelto tarde después de otra de sus largas visitas a Nueva Orleáns. Entonces le había informado que el dinero que Naruto planeaba utilizar para vivir algunos meses lo había apostado...y vuelto a perder. Y lo peor de todo era que había tenido que firmar más documentos, ya que se había jugado más dinero del que llevaba encima. No siempre había sido así, pero Naruto no podía recordar las épocas en que su abuelo no apostaba cada centavo que caía en sus manos.

Iruka, Ibiki y la abuela Chiyo, los esclavos de la casa, le habían hablado de los días en que Jiraiya Namikaze dirigía correctamente su plantación. Aquellos días habían sido días felices y el abuelo solía dar fiestas a las que solo podían asistir la gente más elegante de Nueva Orleáns, mientras que los establos se hallaban repletos de caballos pura sangre.

Pero todo aquello había cambiado con la terrible inundación de 1785, cuando el Mississipi desbordara, destruyendo todo a su paso. La casa había sobrevivido de forma milagrosa, pero la galería en la que se hallaban los padres de Naruto y su abuela se había derrumbado. Los tres se habían ahogado en las aguas embravecidas. Después de eso, Jiraiya Namikaze había perdido el ínterés por todo, incluyendo a su nietecito de dos años, y luego había comenzado a beber y a jugar con una gran indiferencia por el futuro. A Naruto esto no le había importado sino todo lo contrario, ya que le había permitido crecer con libertad sin las presiones sociales de su época. Jiraiya había cumplido con su deber proporcionándole alimento, vestido y un poco de educación...no demasiada ¿para que la necesitaba? En el momento indicado él vería cómo encontrarle un esposo respetable¿y que caballero querría un doncel con la cabeza llena de libros?

NO ENGAÑES A MI CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora