Coleccionista de HOMBRES|Terminada|

.Condición.

¿Cuantas veces lo habían hecho ya? Una, dos, tres, la verdad es que habían perdido la cuenta después del quinto "round". Ambos eran insaciables y no paraban más que cuando necesitaban recobrar el aliento, después alguno de los dos provocaba al otro para hacerlo de nuevo.
Alonso besaba el cuello de Jos, Jos movía la cadera cerca del miembro de Alonso, Alonso tomaba en sus manos el pene de Jos, Jos jalaba del cabello de Alonso para besarlo con pasión. 

-¿Quieres más?- era la pregunta obligada que Jos había hecho durante la ultima hora, pero esta nunca tenía una respuesta. No la necesitaba.

Penetraba de nuevo al chico y lo hacía llegar al orgasmo cada vez más de prisa. Las palabras no eran necesarias, pues no había nada que decir. Estaban sucumbiendo al deseo, no al amor.

-Ya-ya. Para- pidió el pelirrojo.

-¿Qué pasa?

-Ya no puedo- tenía dificultad al hablar, se sentía exhausto.

-Solo uno más.

-No puedo.

Jos rodó los ojos y suspiró resignado mientras se acostaba a un lado de Alonso. Sus respiraciones estaban agitadas aún, con dificultad pudieron estabilizarse. Alonso fue el primero en hablar.

-Jos.

-Dime.

Se lo pensó un momento.

-¿Vas a hablar?

-Quisiera ir a ver a mi mamá- dijo por fin.

Jos rió sarcástico- así que de eso iba todo esto.

Se levantó de la cama y comenzó a vestirse.

-No, osea si quería pedirte disculpas.

-Pero también querías algo más.

-Bueno sí, pero...

-Tsch- hizo un ademán para callarlo- no tengo ganas de pelear. Mañana podrás ir, pero tengo una condición.

-¿Cuál?

-Iré contigo.

-Pero...

-¿Quieres ir o no?

-Si quiero.

-Entonces vamos juntos, nos vemos mañana al medio día- tomó su camisa del piso.

-¿Te vas a tu cuarto?

El pelinegro sonrió- ¿esperabas que durmiera contigo? Sabes lo que quiero, si no vas a dármelo prefiero irme.

No supo como ni porque, tal vez fue por agradecimiento que se levantó de la cama y fue directo al pelinegro. Tomó su rostro entre sus manos y lo besó, poco a poco sus manos descendieron por la espalda de su amante, lo ayudó a deshacerse del pantalón y con una de sus manos masajeó un poco el miembro, ya erecto, de Jos. Terminaron de nuevo en la cama, sudando y gimiendo.

Probablemente haya sido la noche que más orgasmos hayan tenido, que más sudaron, que más desearon el cuerpo de alguien, la noche que sin saber marcaría un antes y un después. Se estaban convirtiendo en un par de obsesos al sexo.