.Por ti.

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La angustia de cada noche estaba presente, pero el dolor de no saber lo que estaba sucediendo en esos momentos era mayor. Después de la llamada de Alan no había podido concebir la tranquilidad, normalmente acudía a Braulio y a Miguel para tranquilizarse, pero en esta ocasión ni el abrazar a Braulio y a Miguel se la habían podido regresar.
Se preguntaba si Alan habría sido capaz de cumplir su amenaza, si su pequeño pelirrojo estaría sufriendo en esos momentos los errores que él había cometido. Regresó a la sala luego de dejar a los niños dormidos, todos se encontraban reunidos en la sala, las tazas de café vacías permanecían en la mesa de centro mientras Lily se encontraba en la cocina preparando más. 

-Lily- habló al entrar a la cocina.

-Señor- ella contestó en un tono demasiado bajo, todo lo que ocurría con el chico la tenía igual de triste que al resto.

Él no dijo ni una palabra más, se dirigió hacia ella para refugiarse en los únicos brazos maternos que tenía a su alcance. Ella no hizo más que cobijarlo, con una mano acariciaba su cabello.
De pronto un ruido se hizo presente, era un sonido bastante conocido para el pelinegro, inmediatamente se separó de Lily y sacó su móvil del bolsillo de su pantalón. Los que estaban en la sala, acudieron al lugar donde él se encontraba, habían escuchado el sonido proveniente de su celular y sabían que una llamada había entrado. Antes de contestar miró la pantalla, no era el número de Alan.

-¿Bueno?- habló con un toque de inseguridad en su voz.

-¡Jos! ¡Jos eres tú!

-¿Quién habla?- la voz del otro lado de la línea se le hacía conocida, pero no había logrado identificarla.

-¡Soy Freddy!- anunció el chico rizado

-¿Freddy? ¿Freddy Leyva?- no tenía idea del por qué el chico lo estaba contactando, tenía semanas sin saber de él.

-¡Sí, sí!

-Escucha, ahora no tengo tiempo de hablar contigo. Tengo demasiados problemas y...

-Tengo información de Alonso- interrumpió al chico que estaba a nada de colgarle. 

-¿Qué? ¿De qué hablas? ¿Qué sabes tú?

-Sé todo, sé quién lo tiene, sé donde está.

-¡Dímelo ahora mismo!- la voz del pelinegro aumentó al grado que sus palabras parecían ser un grito de orden.

-Para eso te llamo, Alonso está en peligro. Alan se encerró con él en la habitación, no pude detenerlo y- de pronto las palabras del rizado fueron acompañadas por sollozos y lágrimas- tengo miedo por él, amenazó con hacerlo suyo.

-¡Demonios!- la imagen del amor de su vida sufriendo se hizo presente de nuevo- ¡dime donde está!

-Voy a decírtelo, pero necesito que me prometas algo.

-¿Qué demonios quieres? ¿dinero? te lo doy todo con tal de tenerlo de vuelta sano y salvo- su desesperación era real, todo había pasado a segundo plano, lo único que deseaba era que el chico estuviese bien.

-No, no quiero dinero. Sólo quiero salir libre de todo esto, poder irme y te juro que nunca más vuelven a saber de mí.

-Si, si, si. ¡Sólo dime ya donde está! 

El automóvil iba a toda velocidad, Antonio era quien conducía y el pelinegro ocupaba el asiento del copiloto, tras ellos iba el automóvil de los detectives que habían contratado. Habían dado aviso a las autoridades, pero ellos no querían perder tiempo y se dirigían hacia aquella casa.

-¿Qué tan cerca estamos?

-Tranquilo Jos, ya casi llegamos.

Unos minutos más bastaron para llegar al lugar que Freddy le había indicado, apenas Antonio detuvo el auto Jos se dirigió a la entrada. El rizado le había dicho que dejaría la puerta abierta para que pudiese tener acceso, sin esperar a nadie entró. La casa estaba en silencio, sólo los gritos provenientes de una de las habitaciones llenaban todo el lugar. Sabía de quién eran esos gritos, conocía perfectamente aquella voz que suplicaba que le dejaran en paz. Las lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas, sus manos formaron unos puños demasiado apretados y la rabia le recorrió todo el cuerpo. Los demás lo encontraron frente aquella puerta de pie, tenía miedo; el temor por lo que encontraría detrás de la puerta albergó cada parte de su cuerpo, no sabía lo que sería capaz de hacer al mirar aquella situación, pero sabía que cada segundo que pasaba era peor para el pelirrojo. Intentó girar la manija, pero tal como esperaba, ésta no abrió y sin más, dio una fuerte patada a aquella pieza de madera que le impedía entrar, su fuerza fue acompañada de toda la rabia y el dolor que albergaba. La puerta se abrió dejando ver el interior de aquella habitación. Las lágrimas fueron incontrolables cuando tuvo aquella imagen frente a él, Alonso estaba desnudo frente a la cabecera atado a ésta de las manos, sus rodillas estaban sobre las sábanas blancas, Alan lo tomaba de la cintura con su mano derecha y con la izquierda formaba un puño que entraba y salía del interior del blanquecino cuerpo de Alonso, éste lo miró y las lágrimas de ambos se intensificaron, el pelirrojo desvió la mirada y la dirigió hacia el otro lado de la habitación. 

Jos entró en acción en ese momento, se acercó hasta la cama y tomó a Alan por lo hombros, empujándolo al suelo. Éste cayó y el sonido de su cuerpo contra el piso retumbó en el lugar. El pelinegro se fue contra él, soltando golpes en su rostro y patadas en su abdomen.

-¡Eres un hijo de perra!-pateó una vez más.

-¡Jos cálmate! ¡suéltalo!- Antonio intentaba separarlo del moreno, pero éste se resistía a dejarlo hasta que los sollozos de Alonso fueron transformados en fuertes lamentos. 

Dejó el cuerpo malherido del chico y se dirigió hacia la cama, uno de los detectives ya había deshecho el nudo de sus manos y ahora se encontraba abrazando sus piernas mientras las lágrimas caían como si fueran unas pequeñas cascadas por su rostro. El corazón de Jos parecía romperse, sabía todo lo que el chico frente a él estaba sufriendo y todo había sido por él. 

-Amor- habló al estar cerca de él, quiso rodearlo con sus brazos, pero el pelirrojo se abrazó aún más fuerte y levantó la mirada.

-¡Todo es tu culpa! ¡todo esto es por ti! ¡tú eres el culpable de todo esto!- sus gritos pronto se ahogaron en sollozos, Jos sabía que él tenía razón, por sus palabras sabía que él ya sabía todo, sabía que lo más probable es que lo hubiese perdido para siempre, y sin embargo, lo tomó en sus brazos y lo aferró a su cuerpo. Mojó su pequeño cuerpo con sus lágrimas y Alonso hizo lo propio con las suyas. Ambos necesitaban refugiarse en el otro.



¡Hola!

Porque ustedes lo pidieron, aquí está el capítulo.

Yo no estoy llorando, ustedes están llorando.

Espero que les haya ¿gustado? el capítulo.

No se olviden de votar y comentar

Nos leemos pronto.

Coleccionista de HOMBRES|Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora