III

18.7K 1.4K 149
                                    

Narra Charlotte:

— Enana, abre la puerta— tres toques en la puerta y mi cuerpo dio un brinco.

¿Cuanto tiempo ha estado ahí?

— Vete William— susurre sabiendo que el me escucharía.

— Vamos linda— tres toques más. Negué y me envolví más entre la sábanas purpuras.— ¿Que tienes? ¿Te sientes mal? ¿Te duele algo?

— Estoy bien— cierro mis ojos con pesadez.

Mentira.

— Entonces déjame pasar, Charlotte ¿Por favor?— rode los ojos mientras bufaba.

— Vete, William— ¿Que acaso no entendía que quería estar sola?

— Bien, lo que tu digas.

Suspire con alivio cuando escuche sus pasos alejarse. Había sido el peor día de mi vida. Era tan frustrante el no saber lo que sucedía, mucho más cuando se trataba de mí. Llevo una mano a mi pecho, justo sobre mi corazón y la hago un puño. ¿Porqué me dolió tanto? ¿Quienes eran ellos? ¿Porqué me afectan tanto unos desconocidos?

Entonces su nombre vino a mi mente como un trueno ensordecedor.

Stephan Salvatore.

Ese hombre de ojos claros y cabellos cafés era un enigma rodeado de niebla densa y oscura. Estaba segura que el tenía algo que ver con esto. Él, principalmente, algo en mí me lo advertía a gritos y que debía averiguar el por qué. Pero, al mismo tiempo me suplicaba que me alejará. Él no parecía alguien con quien debia relacionarme. Era el tipo de persona del cual papá me decia que debía alejarme.

Ese vampiro de aparentes ventitantos poseía una expresión echa de hielo, su mirada intensa y a la par desinteresada le daba un aura de peligro y misterio.

No obstante, a pesar del peligro que podía correr, por alguna razón no pude dejar de mirarle y preguntarme el porqué se me hacia tan familiar, por que, por los cielos, un hombre como él me resultaba tan conocido y a la vez tan intimidante cuando podía jurar nunca haberlo visto. Podía comprender el por qué le temía, él era ciertamente intimidante su porte confiado e imponente no era un juego, pero no podía entender mis sentimientos hacia él si tan solo lo habia visto por no más de cinco minutos.

Era ilógico

Lo que me preocupó más de toda aquella situación fue el no saber que era exactamente lo que sentía. No podía saberlo porque nunca habia sentido algo igual. Era algo nuevo. El ardor en mi pecho y la tristeza mezclada con ira nunca había sido experimentado por mi persona.

Y como tonta, deje esos sentimientos a un lado por cobardia. No sabia como trabajar con ellos así que los aparte.

Cuando volví en mí y me di cuenta que nuestras miradas habían chocado me avergoncé, olvidando todo lo que había pasado por mi cabeza por unos segundos. Pero entonces, la confusión que había dejado a un lado volvió con más fuerza cuando noté la mirada que me estaba dando. Lo único que pude identificar en ella fue la sorpresa, todo lo demás era un potente y oscuro misterio para mí. Los sentimientos que su mirada acarreaba removieron algo muy dentro de mí. Algo que a mí no me complacía en lo absoluto.

El miedo.

Un miedo profundo e inexplicable.

Era increíble como esa última mirada había tenido más efecto en mí, que la fría y amenazadora que tenía minutos antes de yo llegar.  Porque sí, él había llamado mi atención desde que di un paso en esa oscura mansión.

Sin razón ni motivo aparente. Solo fue una coincidencia ¿Quizás?

Al final, decidí hacerle caso a mis instintos y alejarme de él, después de todo era un desconocido, uno que aparentaba no ser bueno. Sin embargo, cuando me di cuenta de su presencia en el jardín no pude controlar mi curiosidad, esa parte de mí que nunca he podido controlar y que muchas veces me ha metido en problemas.

La muñeca del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora