XLII

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Tomo aire con lentitud y calmo mi alegría. Luego con mis dedos seco las lágrimas que adornan mis mejillas antes de levantarme del retrete. Suspiro contenta mientras arreglo mi falda y me dirijo al espejo. 

Pero, la sonrisa triunfante en mis labios se borra de mi rostro cuando mi atención cae en el reflejo. Miro todo sin ver nada en realidad. Suspirando y sin perder mas tiempo del necesario arreglo mi cabello. Después con un último y rápido vistazo salgo del baño.

— ¿Ahora qué? — tarareo, mirando con una sonrisa poco amistosa a la mujer castaña que hacia turno por el baño y que además, me veía muy extrañada. La vampiresa aparto su mirar rápidamente y paso a mi lado para adentrarse al sanitario. Chasqueo mi lengua y ruedo mis ojos antes de seguir mi camino.

Con algo de molestia pongo una sonrisa tímida en mi rostro tan pronto llego al gran salón lleno de monstruos. Mi boca esta agria y mis ojos amenazan con quemarlo todo, pero me contengo y en cambio, cierro mis dedos con fuerza sobre mi pequeña cartera blanco perlado. Me veo obligada a saludar a los que me reconocen como la hija de Nicolas y a otros que me felicitan por mi casamiento. Tengo que dar –muy a mi pesar– abrazos incómodos a las mujeres que juran haberme visto de niña y estrechar disgustada la mano de los hombres que me llaman 'la mujer de Cho'.

Cuanto odiaba este lugar.

De reojo, mientras camino entre la multitud con una timidez patética capto la imagen del más estable de los Salvatore y al cual mas agrado le tenía. Edward en toda su seriedad está charlando con una mujer rubia de cara bonita pero amargada y con una postura un tanto tensa. No sabia de que hablaban y no me esforcé en saberlo, no me importaba. Mordiendo mi lengua para ocultar mi sonrisa empecé a caminar hacia la pareja, planeando cada paso antes de tomarlo.

Si esto salía bien, entonces todo estaría en su lugar y lo único que faltaría sería...

Mis pisadas se volvieron torpes mientras más cerca suyo estaba, alarmando levemente a algunos vampiros que no dudaron más de un par de segundos antes de mostrar su típica indiferencia. Entonces pensé que quizás aquella escena tuviera repercusiones en el futuro.

La excusa llegará en su momento, no tengo por qué preocuparme.

El fuerte agarre que antes tenía en mi cartera se debilitó e incliné mi cabeza hacia delante, dejando que mi cabello creara una cortina alrededor de mi cara.

Entonces, 'pam'.

— L-lo siento tanto Señor. — me agaché al instante a recoger la cartera que había dejado caer, pero claro ya él estaba recogiendola para mi y brindadome una mano.

Como todo un caballero.

— Charlotte, ¿Estás bien? — lo miro solo un momento y asiento antes de hacer ademán de marcharme. Pero oh, él no me deja ir — Lo siento Alison, ¿Podemos terminar la conversación más tarde?

Y sin esperar respuesta de la mujer empieza a caminar llevándome con él. Inevitablemente una pequeña sonrisa crece en mis labios ocultos a la vista de todos.

Eso había sido muy fácil.

— ¿Qué sucede?— me pregunta una vez estamos fuera del salón, en algún pasillo desierto que él encontró. Vuelvo a negar obstinada y me abrazo a mi misma con lentitud. Dejando a la vista un chica vulnerable, una princesa en apuros.

— Dime, por favor... ¿Fue Stephan? — me quedo petrificada ante su mención en un silencio que él entiende por completo.

— Me lo e-encontré cerca del baño. Me sentí tan pequeña Edward. — me abalanzo a sus brazos con lágrimas en los ojos y oculto mi rostro en su hombro. Sus brazos fuertes se cierran a mi alrededor y saboreo aún mas mi ya ganada victoria—  tengo tanto miedo. Como me mira, como me habla. Es como si yo fuera su presa.

La muñeca del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora