XIII

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Hago lo que mi mente me suplica que haga: huir.

Con dolor rompo el abrazo que William me brinda, sintiendome más vulnerable al instante en el que sus brazos firmes abandonan mi cuerpo. Lo miro por un milisegundo, captando la sorpresa y confusión en sus ojos ambar. Recordando que, ciertamente, lo unico que he visto en su mirada últimamente y que se relacione a mi es confusión y preocupación, incluso decepción. No he visto una sonrisa sincera en su rostro desde que llegué a este lugar.

Y eso me estaba torturando otro poco más.

Son cosas que no puedo soportar, no cuando vienen de él, precisamente él. Lo amaba demasiado como para herirlo de la manera en la que lo hacía, no quería hacerlo, pero no encontraba la manera de evitarlo.

Tomo aire y sin mirar a los dos hombres restantes, emprendo carrera hacia donde mi corazon intranquilo decida dirigirse, un lugar donde encuentre la paz que necesita. Lo único que cruza mi mente es mi hogar, pero se siente más como un pensamiento obligado que como una respuesta honesta.

Niego con mi cabeza ante lo absurdo que eso suena. Mi hogar debía ser todo para mí, debía sentirse como si fuera mi lugar preferido y mi zona de confort.

Pero no lo hacia.

Y dolía sentirse tan vacía y perdida. ¿Hace cuánto me sentía así? Era lo único que pasaba por mi cabeza. Necesitaba apoyo, pero no podía encontrar el deseo de ver a mis padres como solía hacerlo antes. No se con quien ir, no se a donde ir.

No tengo a nadie.

Todo a mi alrededor pasa de prisa, no enfoco nada más por no querer que por no poder. No quería ver nada de aquella casa, solo quería salir de ella cuanto antes. Como lo he deseado desde que salí del auto. Mis piernas se mueven por si solas y dejo salir un suspiro roto, cerrando mis ojos al sentir el aire libre envolverme en un abrazo de bienvenida.

— ¿Lucia? — doy un pequeño salto y miro a mi lado, escrutando al joven castaño con la mirada desorientada.

¿Porqué sigo aqui? Yo quería ir a casa.

Me pregunto cuando me percato que sigo en el territorio Salvatore, precisamente en el jardín.

Miro a mi alrededor confundida y llevo una mano a mi pecho. Justo sobre el lugar donde mi corazón se baña en aguas agrias.

No debo estar aquí.

— ¿Estás bien?— Joel empieza a caminar en mi dirección sin dejar de mirarme con ojos preocupados.

¿Porqué todo lo que hago es preocupar a la gente?

— No te acerques— murmuro con pánico al verlo tan cerca— por favor.— el
chico se detiene y deja caer su mirada, accione que hunde mi pecho.

¿Porqué la gente se preocupa por mí?

— ¿Por que lloras?— mi atención se dirige hacia Edward, esta a varios pasos de mí, las manos escondida en sus bolsillos delanteros mientras sus ojos me miran con suavidad.

¿Porqué lloro?

Llevo mi mano a mi mejilla y la toco. Mis dedos hicieron contacto con mi piel húmeda, declarando como ciertas las palabras de Edward.

Sonrío con tristeza y miro el cielo nublado. Sintiendome aliviada al no ser la única rodeada de densidad.

— No lo sé — respondo— ya no sé nada.

La respuesta me lastimó, me lastimó mas de lo que quisiera admitir.

"Entonces busca las respuestas."

La muñeca del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora