XXIV

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Mi garganta se desgarra a cada segundo que los horriblemente agudos gritos escapan de mi boca. Las palabras incoherentes salen de mí de manera repetida y sin ningún tipo de orden. Tomo mi cabeza entre mis manos, llevando mis rodillas a mi pecho mientras sollozo llena de pánico. Sin saber cual era la manera correcta de tomar todo lo que se me había aventado. Sin conocer realmente lo que sentía, deseando desde lo profundo que nunca lo hubiera experimentado, implorando por los viejos tiempos donde el dolor no era la odia central de mi historia. Mezo mi cuerpo hacia adelante y hacia atrás, sin parpadear, tratando de liberar algo, al menos algo del inmenso dolor del que sufro.

Sin exito, cierro mis puños en mi cabellera y jalo de ella, golpeando mi cabeza sin remordimientos, suplicando porque pare y me deje respirar. Porque no puedo hacerlo, mis pulmones colapsaron y siento que estoy siendo ahogada en carne viva, el líquido quemando mis heridas libremente, sin miramientos.

Busco la manera de detener esto. Trato con todas mis fuerzas ignorar los recuerdos, los sentimientos, las palabras que se mueven alrededor de mi cerebro en una danza diabólica, pero no soy capaz de hacerlo. No encuentro el botón exacto para hacerlo. Mi cuerpo delgado y débil tiembla bajo la presión agria de las risas alegres, los besos confidentes y las caricias silenciosas que abrazan los recuerdos sin pudor. Mis vellos se elevan intranquilos frente a los gritos suplicantes y envueltos en hilos de terror, las miradas furtivas con significados ocultos; labios cazadores que tienen el solo propósito de herirme.

Tiemblo, tiemblo como nunca lo he hecho, tiemblo tanto que no soy capaz de mantener un agarre firme en mis cabellos. No soy capaz de formar una palabra coherente que avise a alguien que estoy siendo aplastada, estoy muriendo bajo mi propio poder. ¿Como llegué a esto?

Haría lo que fuera porque todo esto pasara. Cualquier cosa.

"Hay una manera..."

¡Dime! te lo suplico ¡por favor, dime!

Mi mente sumergida en desastre no me deja hacer más que seguir mis instintos, mi deseo de supervivencia. Esa parte de mí que no quiere desaparecer tira con fuerzas y toma el control, hace lo que le conviene, lo que la mantendrá en pie. Porque por más que yo quiera hacerlo por mi propia cuenta, no soy capaz, no ahora. El poco valor que había recaudado se esfumó como si nunca hubiera existido. Y ni el valor más grande puede crear las fuerzas que necesito.

Estoy tan perdida que no me importaría venderle mi alma al diablo con tal de encontrar una salida. Pues en esta calle sin fin ni inicio en la que estoy atrapada no hay más que paredes altas, imponentes y deformadas bordeandola. Soy una débil hormiga rodeada de rascacielos que ni forzando mi vista soy capaz de ver final. Justo ahora, acurrucada en busca de comfort, no soy más que un desastre patético.

Algo insignificante.

"Déjalo entrar, no es tan difícil, ¿Lo sientes? ¿Sientes toda esa información invadiendo tu cabeza? Por supuesto que lo haces. Solo tienes que aceptarla, hazlo y el dolor desaparecerá."

Su voz suena suave y delicada, aún así firme, sin nada que dudar, como una rosa negra; con el poder de hipnotizar a cualquiera con su belleza y atraer a otros tanto con su oscuro misterio, su trágico pasado desconocido. Cargando consigo secretos que solo el sol, la luna, el aire y la tierra conocen. Secretos que consumen, deseantes de libertad viviendo en un abismo sin escape, quedando a la merced del silencio.

Pero ahora, yo sabía esos secretos.
Yo vivo esos secretos en estos momentos, pero no quiero hacerlo. No quiero aceptarlo. Yo no quiero estas memorias, no quiero este pasado. Yo no sé que es dolor.

La muñeca del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora