XXXIII

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— Charlotte ¿Estás segura? El matrimonio es algo muy serio y complicado.— preguntó por milésima vez mi padre. Y yo, por milésima vez le brindé una sonrisa de labios pegados por la convicción de una pensamiento seguro.

— Sí, papa.

— ¡Ya déjala por el amor a Dios!— interviene mamá saliendo de la cocina con un trapo en sus manos.

A pesar de tener personas encargadas de los que haceres, a mamá siempre le gustó ayudar con la comida. E incluso algunos días se encargaba por completo de la cena, desayuno y el almuerzo.

— ¡Es que no puede casarse sin pensarlo!— argumentó papá, fulminando a mamá. Pero en su molestia no había una ira real, solo la simple coraza de un miedo mal disimulado.

— ¡Es su decisión!

— ¡Es mi niñita, no se la daré a nadie!— el francés me abraza con fuerza mientras me aleja de mi madre en un berrinche infantil que enternece mi alma. Era una situación no tan extraña en la casa, pero si una de pocas.

— ¡No seas inmaduro, Nicolás!— grita mamá cruzada de brazos. Con su rostro fruncido como papel arrugado y sus ojos siendo unos jueces despiadados.

— ¡No me importa! ¡No le daré mi bebé a ese tipo! ¡Ni lo conozco!Y además ¡Es feo! — suelto un bufido muy bajo que pasa desapercibiado por la problemática pareja.

— ¡Ya es una mujer Garay y para tu información, ese muchacho es un caballero y es muy guapo!— para papá eso parece ser un disparate de principio a fin. Me mira por unos segundos de cerca y luego hace un puchero exagerado, tomando mis cachetes y apretándolos.

— ¿Verdad que yo soy más guapo?— pregubta como un niño mimado y yo solo asiento. Buscando jna escapatoria rápido de aquel embrollo de pareja. El ojiazul mira de forma triunfantr a la rubia fugazmente antes de volver a mí— Ella dice que ya eres una mujer, pero eso no es cierto. Tu sigues siendo mi bebé ¿A que sí? ¿Quién es la bebe de papá? ¡Pos tú!— mi rostro vuelve a ser hundido en el pecho fuerte y cálido de mi padre y no soy capaz de contener mi carcajada.— no le hagas caso a esa señora. Tú eres una niña todavía, deberías quedarte con papá hasta los 100 años.

— ¡Por el amor a Dios!

Río y tomo un suspiro. Por más que mi ser disfrutara de aquella peculiar escena, mis oídos ya dolían un poco y madre en realidad se estaba enojando. Lo mejor sería detenerlo. No obstante, tuve que sacar las fuerzas para hacerlo de lo más profundo de mi sádica mente.

— Papá...no tienes que preocuparte, no dejaré de ser tu bebé.— sus ojos brillaron conmovidos y con una curva linea en sus labios besó mi frente.

— Prometemelo.

— Te lo prometo.

Un abrazo largo y reconfortante nace. Es suave y delicado y en el puedo sentir la silenciosa aprobación de papá. Sonrío alegre y tomo aire.

— ¿Entonces no te vas a casar?

Oh, por favor.

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— Bienvenidos— dice amable y sonriente el híbrido. Su sonrisa se ensancha al verme y yo por mi parte soy incapaz de contener a mis labios. Le sonrió agradecida y ruborizada mientras que juego con mis dedos tras mi espalda.

Trago saliva nerviosa y observo de reojo a un chico que hacia ya mucho que me miraba. Le sonrió con amabilidad, comprendiendo que yo era una extraña en su territorio. En cambio, me helé al verlo gruñir por lo bajo, mostrando sus dientes defensivamente. Dejé de mirarlo aún con el sentimiento pesado de la confusión y la inquietud a flor de piel. Volví a tragar saliva y sonreí cuando Seung me extendió su mano.

La muñeca del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora