XLIII

4.3K 449 122
                                    

Stephan:

Última vez.

Última vez.

— ¡Última vez mis cojones! — grité al volante, cerrando mis puños en el a muerte.— nadie la va alejar de mí ahora que me ama. Absolutamente nadie.— siseo y luego sonrío mirando el camino.

Me ama.

Nos amamos.

— Por fin, por fin maldita sea.— piso el acelerador, alejándome cada vez más de mi casa.

Mientras el coche va rápidamente por la estrecha calle, los árboles que lo rodean se van escaseando. Mis ojos bajan al velocímetro y observan por unos segundos como la barita azul brillante se mueve hacia la derecha con lentitud pero sin pausa.

70 km/h, 75km/h, 80km/h.

Mi sonrisa crece a medida que avanzo y dejo el bosque atrás. Mis dedos pican y tamborileo el volante. Iría a por ella, la tomaría de vuelta y la llevaría lejos de todos. La tendría solo para mí.

95km/h, 100 km/h, 115km/k.

— Ahí estas, Lucia.— mis ojos se concentraron en el coche negro que con calma giraba hacia la derecha para tomar el último tramo del estrecho camino.— nada nos separará ya.

Murmure para luego abrir la puerta y tirarme del auto en movimiento. Mi cuerpo impacto el suelo y rodo por él con una fuerza que me dejó inconsciente por unos minutos. También escuché y sentí como varios huesos en mi cuerpo eran triturados. Pero, valdría la pena. Todo valdría la pena

Seung:

— ¿Se durmió? — la pregunta vago por unos segundos en el aire mientras yo giraba mi rostro hacia Lucia, quien ahora dormía con su cabeza apoyada en la ventana.

— Sí.

— Sé que no es mi asunto, pero se veía muy molesta. Paso algo ¿Cierto?— suelto aire sin animos de hablarle y solo asiento sin remedio.

El silencio le sigue al incómodo momento y el coche queda abrumado por mi decaimiento. Mi cabeza lo único que hacia era pensar en las posibilidades que tener a Lucia sin tratamiento podía causarnos. Primero, para ella no era nada agradable. En las noches tenía horribles pesadillas que si bien no eran sobre Stephan, yo o su madre, eran de esta persona que se había creado en su cabeza. La mortificaba y la tenía presa de si misma.

Creo que ya va siendo hora que sepa que yo tenía conocimiento de su enfermedad. Porque por como reacciona cuando le pregunto acerca de este tema, es evidente que quiere mantenerlo lejos de mí.

Como siempre, echándose los problemas encima sin querer 'molestar' a nadie.

Ah, jodida mala costumbre.

— Baek, tomaré una siesta. ¿Te importa velar a Charlotte?— pregunto, teniendo en mente que quizás cerrar los ojos por un rato me ayudaría a pensar mejor.

— No se preocupe Alpha, descanse.— aparta un segundo la mirada del camino y me sonríe.

Y un segundo, fue suficiente para que el coche diera una voltereta por los aires y mi visión quedara en completa oscuridad.

Edward:

— ¿Quién era ella?— me preguntó la rubia mientras se llevaba una aceituna a la boca. Su actitud malhumorada era común cuando no hablaba con Stephan.

— Una vieja amiga — respondo simple y me cruzo de brazos mientras me recargo del respaldo de mi asiento. Mi mirada nunca dejando sus ojos negros y felinos— ahora dime, ¿que te trajo hasta mí Tiffany? — pregunté por fin, luego de unos segundos de verla mordisquear su labio inferior.

Fue ahí, cuando dejo el palillo que llevaba a la aceituna en la copa que su fachada calló lentamente.

Mi ceño se frunció levemente al verla de ese modo. Una mujer tan prepotente, confiada y apática estaba hundida en la inseguridad y el nervioso. No quise pensarlo demasiado porque era angustiante, pero incluso vi algo de miedo en rostro.

— Sabes que siempre he amado a tu hermano ¿Cierto? — la pregunta es cuanto menos inesperada. Tan inesperada que quedo mudo por unos segundos.

— Honestamente no puedo decirte que sí. Nunca vi algo serio entre ustedes, tú no demostraste mucha devoción tampoco.— le contesto seriamente, sintiendo algo de pena al ver su rostro decaer.

— Sí, supongo que así es.— murmura.

— ¿Una copa Señorita, Señor?— niego al mesero y veo a Tiffany hacer lo mismo, contra todo pronóstico.

¿Que esta pasando con ella?

— ¿Que sucede? — mis brazos se relaja y los dejo sobre la mesa, tomando una postura mas amable.

— Edward. Estoy asustada.— hace una pausa y me mira con los ojos brillantes. Mi boca se seca con incomodidad y mi pecho se ablanda en lástima— últimamente Stephan esta muy extraño, un segundo esta sonriendome y al otro quiere matarme.

— Demonios, Tiffany— murmuro tomando sus manos entre las mías. Su rostro cae y escucho sus sollozos. Le creía completamente, conocía a mi hermano. A sus problemas también. — ¿Por qué lo haz seguido viendo Tiffany? ¿Por que no me lo dijiste antes? — niega moviendo sus cabellera lacia y dorada mientras aprieta mis manos.— ¿Por miedo a lo que él pueda hacerte?

— No completamente...lo amo, fue mi primer hombre, mi primer amor. ¿Sabes lo que pesa eso? Es de por vida.— lo sabía, sabía perfectamente que el primer amor nunca se olvida.— pero además...

Entonces se queda callada completamente y me mira. Y no me agrada ese mirar adolorido, apenado. Moja sus labios y mira a su alrededor, no haya nadie cerca de la mesa en la que estamos. Pero que ella, una mujer que aunque sea irrespetuoso decirlo, se le ofrece a un hombre sin pudor, busque privacidad para decir algo preocupa mucho mas que sus lágrimas.

— ¿Además qué, Tiffany?— pregunto algo impaciente, sosteniendo sus manos mientras busco que me mire directamente.

— Además...¿Cómo puedo dejar sin padre a mi bebé, Edward?— su pregunta sale rota y acompañada de lágrimas. Su cabeza cae sobre nuestras manos mientras yo observo ausente el lugar donde solía estar  su rostro.

Un hijo, Stephan tendría un hijo.

— Señor — una preocupada y nerviosa Lizbeth apareció frente a mí. Su mirar cae sobre la mujer que llora sobre mis manos y la veo tragar saliva.

— ¿Qué sucede? — pregunto soltando aire. No venía nada bueno.

— Señor, ha ocurrido um accidente de auto en la salida del territorio. Se ha reportado un fallecido.— Tiffany se reincorpora secando sus lágrimas lentamente. Mi atención se eleva al máximo sobre la ojiverde y me pongo de pie de inmediato.

— ¿Qué? ¿Cómo rayos? — pregunto preocupado. Rápidamente me rectifico mientras comienzo a caminar hacia la salida. La joven humana me sigue de cerca.— ¿Quiénes están involucrados? — necesitaba la mayor información posible antes de llegar, saber a quién tenía que llamar para dar el pésame.

Las personas en la fiesta siguen sus acciones despreocupados, puesto que no sabían nada de lo que pasa a kilómetros de la casa. Saco mi móvil de mi bolsillo delantero y marco a Stephan. Quisiera o no tendría que venir a resolver esto conmigo, es la cabeza de la familia después de todo.

— Edward...el choque fue entre tus hermanos. El señor Stephan y el joven Seung — escucho su voz baja y apenada como un susurro mientras que a la par el correo de voz me da el mensaje:

'El número que usted acaba de marcar, no esta disponible. Deje su mensaje después de la señal.'

La muñeca del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora