LII

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— ¡Maldito híbrido cabrón! ¡Suéltame joder! — estaban a escasos metros de llegar a la manada. Ya se veía la gran entrada bordeada por inmensos y fuertes árboles. Para Seung era casi un alivio estar de vuelta en casa, para cierta rubia por otro lado, era una pesadilla.

La jóven no paró ni un solo segundo de luchar contra el fuerte agarre de su esposo. Y aunque ella había perdido la esperanza de escaparse de aquellos brazos fuertes; un rasguño en el rostro y una mordida en la mano después ella era libre. No esperó nada para correr en la dirección contraria. Pero vamos, ¿Cómo podría una jóven vampiresa ganarle a un híbrido único en su especie?

— Maldición — susurró derrotada al verse sobre el hombro de aquel hombre. Chasqueo la lengua y sin darle tiempo para decir una sola cosa más, su conciencia quedó oprimida por un llanto desgarrador que alertó a todos y cada uno de los licántropos cerca. Sin embargo, no fue más que unos segundos de lágrimas antes de que los ojos azules se cerraran agotados.

Demente. Eso fue lo que dijeron las madres que caminaban abrazando a sus recién nacidos. Más razones por las cuáles evitar a aquel monstruo que su Alpha había adoptado como mujer.

— ¡Alpha!...B-bienvenido — saludó con ánimo decadente el licántropo de cabello coral.

— No quiero a nadie cerca de la casa y no quiero interrupciones de ningún tipo. Todo asunto se le lleva a mi tío.

— Como diga, Alpha. — y así aquel omega, mirando el suelo para evitar fijarse más en la incómoda situación se alejó de la pareja a pasos gigantes.

Al igual que aquel lobo de cabello rosa, todos los demás siguieron sus tareas. La ira del Alpha era palpable, casi axfisiante. Sus pies se hundían en la tierra de su territorio con fuerza. Estaba furioso con Stephan, consigo mismo y con Lucía. Estaba tan agrio, tan corrompido por dentro que tan solo pudo dejar a Lucia en la cama y cerrar la puerta antes de correr al sótano de su casa.

Estaba ansioso, le temblaban las manos, las miró por largos segundos mientras bajaba las escaleras después de cerrar con seguro la puerta de aquel sitio oscuro. Olía a humedad, soledad y frustración. Casi podía escuchar sus antiguos llantos mientras se acercaba al baño en la esquina de aquella gran habitación vacía. Casi podía oler la sangre que con tanto empeño lavó hacia ya meses atrás antes de que llegara su esposa a la casa.

Sí, hacia tiempo no bajaba aquí.

Joder, me lo prometí. Se dijo a si mismo con el ceño fruncido, deteniéndose por unos segundos. ¿Enserio lo haría otra vez, por tan poco? No podía ser más patético. Pero recordó de nuevo y las ganas de apagar todo y no sentir nada le invadieron por completo.

El lobo corría entre las carreteras del pueblo, ganando jadeos y gritos asustados de los transitantes. Era tarde y el sol ya iba camino a su siguiente turno. Pero que le importaba eso a Seung. El solo estaba enfocado en la escencia de su esposa, quien ya podía sentir cerca. Estaba alegre, por fin la tendría de vuelta, por fin la salvaría de Stephan de una vez por todas. Una vez llegaran a la casa, hablaría con ella y le diría la verdad: que él sabía de su enfermedad. Cuando eso pasara, todo caería en su lugar, estaba seguro. Una vez ella lo consintiera, el especialista que el había contactado la ayudaría a deshacerse de aquella persona que había causado todo esto.

— Hola hermanito.— el lobo se detuvo en seco y miro hacia el callejón a su mano derecha. Gruñó y mostró sus dientes en rabia. ¿Estaba pidiendo que lo matara? Porque lo haría. Al carajo la orden— ¿Tienes rabia? ¿No te vacunaron acaso?— Seung gruñó con mas fuerza y dió un paso hacia el callejón.— Sabes, nunca pensé decir esto en voz alta pero...es entretenido. Verte correr de un lado por una mujer que no es tuya. Es un jodido circo. — el peli- naranja no supo si golpearlo o simplemente darse la vuelta. No tenía tiempo para sus estupideces. Aunque eso no quitaba la el golpe en la herida abierta y vieja que ya tenía. Las palabras de su hermano no habían pasado completamente por alto.— Solo quería reírme un poco más antes de irme. Después de todo, no nos veremos en un buen tiempo. Aunque... seguramente no dejaras de pensarme nunca, ni un solo día de lo que te resta de vida con ella. Incluso, puede que me veas a diario.— terminó con un risa malvadamente alegre que retorció la cabeza de Seung y le dejo un mal sabor de boca.

La muñeca del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora