IX

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Narra Charlotte:

— ¿Podrías traerme una copa de sangre, por favor? Lo más rápido posible.— la mujer de baja estatura asiente con torpeza y sin dejar su expresión sorprendida se gira y empieza a caminar. Mientras se aleja, puedo ver como de vez en cuando nos mira de reojo, la incredulidad muy obvia en su mirada verdosa y alerta.

Yo, por mi parte, frunzo el ceño sin despegar mis ojos de ella hasta que desaparece tras una puerta. El hecho de que hacer algo tan simple como mirar se me este dificultando tanto, solo me deja en claro mi pobre estado. No puedo hacer mas que aceptar que tal vez, si me excedí esta vez. Will tenía razón, aun así, la idea de alimentarme seguía disgustandome. Un pensamiento terco y poco listo de mi parte, lo sabía. 

Cierro mis ojos ante el gran peso que mis parpados crean, yo siendo incapaz de evitarlo. Recargo mi cabeza en el pecho del castaño, buscando el calor que me falta, no se cuando fue, pero mi cuerpo había empezado a temblar.

— Demonios Charlotte, esto no volverá a suceder, te lo juro. No te dejare hacer esta estupidez de nuevo.— una pequeña corriente recorre mi cuerpo ante el siseo peligroso que el vampiro había soltado. Estaba enojado...muy enojado conmigo.

Hacía mucho que esto no sucedía. La impotencia me tortura cuando ni siquiera puedo morder mi labio inferior con incertidumbre, ni tampoco mover mis dedos de manera nerviosa buscando de alguna manera calmar la pena que empezaba a calar mis huesos. Odiaba cuando William se enojaba conmigo, me odiaba a mi misma por haber causado que él estuviera molesto conmigo. Siempre me sentía culpable, apenada y afligida cuando esto sucedia. Nos distanciábamos y casi ni nos mirábamos, las palabras eran inexistentes entre ambos...eso dolía. Era como si una pared se plantara entre nosotros, un muro alto y grueso que nos impedía estar juntos.

Y odiaba extrañarlo.

  — Su copa, Señor —  la voz de la chica llega a mis oídos de forma distante y opaca.

Al instante el olor dulce de la sangre irrumpe en mis sentidos, poniéndome alerta y sacándo mis mas primitivos instintos, aunque estando inmóvil como lo hago ahora poco puedo hacer.

Una mano cálida toma mi rostro y lo levanta con cuidado. Sabiendo las intenciones del chico lloriqueo y trato de oponerme.

No quiero, ¡No quiero sangre humana!

— ¡Charlotte!—  la ferocidad y la autoridad en la voz de WIlliam me apaciguan en segundos, me dejo de mover y me rindo ante él. Comprimo mis parpados a la par que la primera gota toca mis labios, detestando el hecho de que mi paladar encuentre la sustancia apetecible. 

Odiaba ser lo que soy.

Mi cuerpo va ganando fuerza de a poco, mis sentidos volviendo a su estado original. Me alejo de la fuente de sangre tan pronto soy capaz de moverme, mi rostro distorsionado por el disgusto aunque mi boca diga lo contrario. Limpio mis labios con mi mano y trato de alejarme del ojiambar sin poder aguantar un segundo más la pesadumbre. Sin embargo, no esperaba que el tomara mi rostro de nuevo y me obligara a beber lo que quedaba del líquido carmesí. La sorpresa siendo tanta que mi lucha fue inútil.

Cuando no quedo nada, fui liberada. El deseo de reprocharle y acusarle murió tan pronto le mire a los ojos, la ira que el poseía haciéndome sentir pequeña. Me quede quieta bajo su imponente mirada, no sabía que hacer o decir. Trago saliva y entre abro mis labios con el deseo de hablar, no obstante mi cerebro no parece estar en la disposición de crear algo coherente. Mi corazón brinca asustado cuando él da un paso adelante. El pensamientos de huir de él pasa fugaz por mi cabeza pero no hago nada. No tengo por qué huir de William.

Doy un pequeño brinco al sentir sus brazos rodearme con fuerza y una velocidad brusca, no había notado cuando se había acercado tanto pero tampoco le doy importancia. Me derrito en su agarre tan pronto lo escucho sollozar silenciosamente. Mi corazón retorciéndose en el remordimiento.

— No vuelvas a hacerlo, por favor Charlotte, no vuelvas a asustarme así.— asiento y le devuelvo el abrazo, ocultando mi rostro el el hueco de su cuello, mordiendo mis labios mientras  repito una y otra vez pequeños 'Lo siento'.

— Hijo- —la voz de Mario, el padre de William se corta de momento, supongo que vernos de esta manera le tomó por sorpresa. Ninguno de los dos hace nada, pero debemos hacerlo aunque no queramos. Hay gente viendonos.

— ¿Si, padre?—  William es el primero en separarse, limpiando las pocas lágrimas que se escaparon con disimulo. 

— ¿Está todo bien?—  pregunta consternado, sin levantar mi rostro imito a William, limpiando todo rastro de llanto en mi rostro.

— Por supuesto, no te preocupes.

— Lo que tu digas hijo— hago una mueca pequeña ante la incredulidad del mayor—  se estaban tardando demasiado—  añade— de todas formas, deberías presentarte ¿Cierto?

Mi cabeza se levanta de golpe, mi cabeza palpitando ante los recuerdos del día anterior. Sus orbes azules me miran de manera intensa, pero al igual que antes, no puedo comprender del todo los sentimientos que su mirada carga. Están bien ocultos tras su expresión calmada.

El ambiente se vuelve tenso y pesado, una capa oscura rodeando el lugar. Puedo escuchar el palpito de mi corazón, pero extrañamente, no puedo sentir nada. Perdí la noción del tiempo y del espacio, solo me quede ahí parada, mirando al hombre intimidante frente a mí. No sabía bien si era por la sorpresa o por el miedo.

Sorpresa, al saber que el estaba relacionado con Will y que lo había visto de nuevo mucho antes de lo que lo imagine o miedo, de que pasara lo mismo que aquella vez. No quería que sucediera, no quería sufrir aquello de nuevo. No creo que pueda soportarlo y salir cuerda.

— Mi nombre es William Belmonte, hermano menor de Gabriela. Ella es mi mejor amiga, Charlotte Garay— William habla, jalandome hacia él con suavidad, sonando seguro de  todo lo que dice.— Un gusto conocerle.— la mirada que antes me mantenía presa se dirige a mi amigo. El cual, no estaba realmente complacido con la presencia del ojiazul. La manera en la que dijo sus últimas palabra lo gritaba a susurros y solo yo podia entenderlos.

Parpadeo y tomo aire cuando mis pulmones reclaman el oxigeno, había olvidado respirar de alguna forma. Mi manos tiemblan levemente ante la ansiedad que verlo acercarse causa.

Me encuentro en el campo de batalla entre emociones totalmente distintas. Asustada de como podre calmarlas y enfrentarlas.

— Stephan Salvatore, la cabeza de la familia y el hermano mayor de Joel.— William asiente con entendimiento y estrecha la mano que el castaño mayor le extiende.— el gusto es mio.— entonces su mirada se dirige a mi— Charlotte, que bueno verte.

"¿Podrás soportarlo esta vez?"


La muñeca del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora