LIII

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Cinco años después.

— Tengo reunión del consejo. No me esperes despierta y descansa — el licántropo me sonríe levemente y besa mi frente antes de salir por la puerta con su chaleco colgado de su brazo.

— Si — murmuré mirando la puerta cerrada. Últimamente tiene muchas reuniones. Casi no esta en la casa. ¿Tendría una amante? No, lo hubiera sabido ya. Los rumores corren como agua en esta manada además, me lo dejarían saber solo para verme marchar. Tal vez, solo no quería estar en la casa.

Pero que diferencia hacia eso de todos modos.

Miro el reloj en la pared y frunzo el ceño con una angustia creciente. Ya iban a ser las 11 de la mañana. Debieron haber estado aquí hacia ya diez minutos. Es raro que Jack no estuviera sentado ya en la mesa.

¡La comida!

Me giro rápidamente y corro a la cocina. La carne se había dorado un poco más de lo necesario. Estaba bien de todos modos, no se había quemado. Soltando aire apague la ornilla y le di un ojeada al arroz con vegetales. Sí, ya todo estaba. Incluso los brownies estaban enfriendose en la mesa.

Debería servir los platos. Aunque se suponía que ha lo hubiera hecho. Se me fue el tiempo pensando en tontadas.

Toc, toc, toc.

— ¡Entren!— grite alegre desde la cocina. Siempre que llegaban, siempre que estaban a mi alrededor mi mundo simplemente se volvía arcoiris. El aire parecia mas liviano y no me podía encontrar un segundo sitiendo el vacio silencioso de mi pecho. Era lindo. Un sentir bonito, eso de ser madre — Estoy sirviendo la comida.— avise al escuchar la puerta cerrarse.— Hice brownies hoy, si se comen todo el plato les dare dos- ¡Baek!— grite del espanto y mi corazón quiso reventar en mi pecho.

¿Por que? ¿Por que ahora?

— ¡Intenté detenerlo pero no pude! — Jack aparece exhausto detrás de la figura oscura que aparecio frente a mí. Miro al pequeño de 12 años por unos segundos y rápidamente le ordeno que se marche. El obedece  con problemas pero termina llendose.

— No la mejor elección para el nombre. Pero, — dice con una sonrisa descarada en la cara. Mi piel se eriza horriblemente y se me nuda la garganta. Solo miro a mi niño. Esta dormido en esos brazos que tanto dolor me han causado. Quiero arrebatarselo, huir al fin del mundo con mi criaturita. Alejarlo de aquel montruo lo más posible.— esta creciendo bien. Saludable, fuerte, inteligente...¿Todo un Salvatore no?

— No te atrevas a compararlo contigo. Ni siquiera lo menciones maldito cobarde. ¡Dame a mi hijo ahora mismo!— exijo mientras tiro el paño en mis manos al suelo.

— Eh. Es mi hijo también.— intenta corregirme. Pero se le oye la burla, la diversión en su tono. En sus ojos. Esos ojos.

— ¡No es tu hijo!— grito a punto de romper a llorar en desespero. Camino a pasos gigantes hacia él y le intento quitar a mi niño. Pero él, con su altura y cuerpo robusto me da duramente el hombro y me impide tomarlo.

— ¿Porque te alteras Lucia? Levantaras al bebe.— sonríe, me mira con un orgullo enfermo que asquea. Pero tenía razón, no podía levantarlo y que viviera todo esto.

— Dame a mi hijo Stephan. Solo damelo y vete. No tienes nada que hacer aquí.— una vez más intento sobrepasar su fuerza pero solo logro ganarme un empujón.

— No.

— Stephan. Dame a mi hijo ahora.— mi labio tiembla y mis ojos pican. ¿Cuando llegarían a ayudarme? ¿Como entro de todas maneras?

— Nuestro hijo. — dice mirando fijamente al niño de cinto años en sus brazos. Una sonrisa pequeña nace en su rostro y pecho se estruja horriblemente en pánico y terror.

La muñeca del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora