XI

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Una pequeña gota de sudor baja por mi sien a la par que mi corazón empieza a tomar un ritmo ridículamente rápido. Y tomando en cuenta la sensitiva audición de los presentes, estoy segura que todos se dieron cuenta.

Muevo mis dedos sobre mis falda con nerviosismo y vergüenza y aparto mi mirada.

- ¿Se conocen?- pregunta la peliblanca, intercambiando su mirada entre Joel y yo.

- Por supuesto que sí. Ella es-

- La estas confundiendo con alguien más, Joel.- uno de los hombres que se encontraban en la parte trasera de la habitación, habló. Su tono era suave, pero una orden se escondía entre aquellas palabras.- Mi nombre es Edward Salvatore, es un placer conocerte.- el castaño me sonríe con amabilidad, mirándome directamente a los ojos. Su presencia me inspiraba tranquilidad, no obstante, aunque mi corazón se calme ante su sonrisa de labios cerrados y su mirada cálida, mi mente me grita que lo que no debo aceptar esa sensación.

"No te dejes engañar, nada aqui te traer algo bueno. Se inteligente por primera vez, ¿te parece? No debes confiar en nadie."

La voz suave pero de alguna manera cruel me advierte. Me dice a su manera lo que mi mente ya me ha dejado saber. Sin embargo, soy incapaz de evitar sentir una chispa cálida en mi pecho. Su sonrisa es demasiado genuina para no hacerlo.

Asenti, perdida en sus ojos cafés. Me miraba con una increíble amabilidad pero tras de eso... allí había algo más. Había algo que él trataba de ocultar, y lo estaba logrando perfectamente.

- Claro que no la estoy confundido, nunca podría hacerlo. Mirala, ¿No te das cuenta? - Joel empieza a perder lentamente la compostura, subiendo sus tono de voz gradualmente. Su mirada vacila entre su hermano y yo. La impotencia es obvia en sus ojos vibrantes.

- ¿Cariño?- Gabriela me mira por unos segundos confundida y luego pone sus manos sobre el pecho de su marido, en un intento de consolarlo.

Pero Joel la ignora completamente, no deja de poner su atención en mí en ningún momento.

- ¿Por qué mientes? ¿Por qué lo ocultas?- sus palabras me chocan. Sus ojos ahora me miran triste, decepcionados. Mi pecho se oprime y trago saliva.- Dilo. Solo dime que eres tú. Solo hazlo. Por favor. Es lo único que necesito.- mi boca se abre pero no sé que el quiere que yo diga. ¿Qué quiere que haga?

Mi garganta se tuerce en un nudo agrio y lo único que alcanzo a hacer es balbucear algo incomprensible.

- Ya basta Joel, vamos a fuera, necesitas algo de aire fresco para calmarte un poco. Por favor, disculpen.- Edward toma el brazo del joven y lo saca de la habitación.

Tan pronto la puerta choca contra el umbral, el silencio es todo lo que abunda en el lugar. Todos me miran y me siento minúscula. Mi mirada se pierde en el suelo y entrelazo mis dedos, me muevo incómoda ante el sentimiento opaco que me baña de pies a cabeza.

Ver a ese muchacho de esa manera me hizo sentir... pésima.

¿Por qué me sucedía esto? Yo no lo conocía, pero su rostro y su mirada pudieron conmigo. No me extrañaria que sintiera lástima, pero sentirme culpable era una cosa muy distinta. Era algo que no debía sentir.

Solo lo había visto aquella vez, y ni siquiera habíamos intercambiado palabras. La situación no lo permitió, yo no lo permití.

Claramente me estaba confundiendo con alguien. Probablemente bebió antes de que yo llegara y por eso pensó que yo era alguien. Simplemente no le encuentro alguna otra respuesta.

Pero, no podía ser coincidencia que me volviera a confundir con alguien más. Él se notaba tan seguro y desesperado, igual que aquella vez.

¿Por qué me están tomando por otra persona? No lo entendía y quería hacerlo, esto empezaba a torturarme y asustarme cada vez más.

La muñeca del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora