XXVII

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— ¡Charlotte!— sonrío levemente y cierro mis ojos cuando William me abraza con fuerza.

— Hey— susurro y con duda devuelvo su acción cariñosa. Mi parte de tan común afecto no siendo tan desesperada como la suya.

— Perdóname, lo siento tanto— trazo circulos reconfortantes en su amplia espalda y miro el suelo sobre su hombro.

Disculparse no valia de nada una vez el daño ya estaba hecho. Decir 'lo siento' no retrocedía el tiempo, solo te recordaba que fuiste dañado; solo limpiaba la conciencia la persona que causó el daño. ¿Y qué de la que fue herida? Muchos dicen que calma el alma y acelera el proceso de sanación, pero yo no lo creo así, al menos no completamente. El recuerdo penoso y rencoroso nunca se irá de nuestra infinita y atenta memoria, aunque sea ocultado por capaz de sonrisas y aparente normalidad. Siempre, no importa qué, en un rincón escondido de nuestras mentes, el recuerdo de aquella falla sigue latente; el más simple de los problemas puede despertarla.

¿Y lo peor?

Cuando regresa traerá consigo los sentimientos acumulados por el olvido. Esas emociones salvajes y despechadas que demuelen todo a su paso en un deseo egoísta de liberación.

Y aun así, sabiendo todo esto. Siendo testigo de lo poderoso que puede ser el rencor; no pude evitar decirle:

— Te perdono.

Porque para mí, seguían siendo importantes los sentimientos ajenos. Me importaba lo que pasase con el castaño, pues ese muchacho de sonrisa amable se había hecho un hueco en mi desordenada vida.

Quizás el amor que antes sentí por él no era lo mismo ya, quizás ya no lo veía de la misma manera, pero ante todo eso, el seguía siendo parte de mi mundo.

Will era un amigo de infancia, un amor juvenil y un pilar importante. El chico que me apretaba contra su cuerpo con miedo a perderme era muchas cosas para Charlotte...para mí.

Sonrío agriamente contra la tela azul pálido de su camisa polo, ¿Cuanto poder tenía la mente? Pensar en que fui capaz de encerrar mi pasado de esa manera, era simplemente...triste.

Porque al final, aún después de mi muerte y con una segunda oportunidad dada, fui muy cobarde como para enfrentar mis miedos y mi pasado. Corrí tanto y deje de prestarles la atención necesaria que al final, los recuerdos se convirtieron en monstruos crueles; demonios sedientos de sufrimiento y sangre.

— ¡Voy a molerte!— miro sobre mi hombro y trago saliva mientras sonrío nerviosa.

—Felicia— me alejo del castaño y miro cuidadosamente a la mujer pelinegra frente a mí.

— ¡Felicia mis huevos inexistentes!— grita enfurecida— ¡Un par de dias, Charlotte! ¡Un par de días que se te deja sola y mira lo que sucede! Sabrá el diablo que coño te hicieron en esa casa. Mírate, hasta diferente te ves. Por eso te tengo dicho que tengas cuidado, ¡Pero no! A mí no me escuchas porque eres una rebelde. Por más que te digo que me llames si necesitas ayuda ¡No lo haces! ¡Mira tu ropa, toda rota- — suelto un suspiro rendido y sonrío por lo bajo.

Mis pies se mueven sobre la grama verde brillante hasta llegar a la figura enfundada en ropa negra y de angustia fluorescente. De su boca siguen saliendo palabras como si fuera una ametralladora sin seguro, algubas tienen sentido, otras, no tanto. Sin embargo, todas estan unidas por la misma pregunta escondida entre el enojo y la indignación; el mis reclamo desesperado que exige una respuesta antes de salirse de control.

'¿Estás bien?'

Mientras la miro a los ojos y le sonrió, sus oraciones se convierten en frases y las misma en palabras, para al final, crecer en el silencio expectante de mi respuesta; la ansiedad arrasadora que mi falta de sonidos le causaba. Captando esa emoción tan rara en su persona, envuelvo mis brazos alrededor de su cintura para al final, reposar mi mejilla sobre su pecho.

La muñeca del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora