La muñeca del pasado

XXX

Bajo la luz radiante y alegre del aquella inmensa estrella se encontraba un muchacho. Un lobo en espíritu y carne que merodiaba alrededor de una mariposa blanca tintanda en sangre negra como la noche sin estrellas. El ambiente, rodeado del aquel jardín de hermosas flores arcoiris y del canto emocionado de los pájaros era bello. Pero la situación en la que aquellos dos se encontraban era todo lo contrario. Era completamente antagónico.

Había tensión, tristeza, enojo, ansias, pasión. Era un reencuentro de un amor viejo olvidado. La mariposa, aunque pequeña y frágil, se mantenía firme frente a la bestia que era aquel canino. Mientras que él no podía hacer más que doblegarse frente a aquella hermosa criatura que una vez lo llenó de felicidad y regocijo. Y que ahora lo mantenía en una confusión atrapadora y oscura.

Era una situación irónica, donde el fuerte cazador solo era un personaje secundario. Una historia más que bailaba al son de las alas blancas e infectadas de aquella delicada mariposa.

- Vete- ordenó la mariposa, dejando ver en aquel acto el monstruo que tenía por dentro aquel ser puro. La bestia que podía ser tan o más peligrosa que el lobo.

La diferencia entre el antes y el después era obvia. El lobo lo notó al instante. Pero él no sabía que hacer, como reaccionar. Una parte de él le decía que aquella no era su princesa. Que aquella voz no podía ser la de ella. Aquella mirada cortante y fría no pertenecía a aquel rostro.

Sin embargo, también dudaba. Porque ella pudo haber cambiado. Tenía su sentido. Todo lo que sufrió podía ser el causante de aquel vuelco bestial. No podía esperar que ella siguiera siendo la misma luego de todas las tragedias que había vivido. Pero tampoco podía aceptar que se hubiera tranformado en eso. Que aquella hermosa rosa haya crecido tantas espinas.

- No puedo.

Los ojos dorados brillaron con intensidad aún cuando la luz del sol alumbraba todo el lugar. Aquella estrella no era competencia para los ojos determinados de un hombre. No había obstáculo para el amor tonto y ciego que aquella bestia poseía. Él había llegado allí por algo, no se iría sin al menos adelantar algo.

- ¿Eh? ¿No puedes o no quieres?- inquirió sin ganas la mariposa.

- Ambas.

- ¿Por qué sería eso? Ya te he dicho que no quiero un estorbo.- la blanca criatura frunció su ceño en oculto descontento- ¿Eres masoquista acaso? Tendría sentido viniendo de ti.

Escupió con cierto asco, mirando al masculino desde arriba. Molesta con su nuevo comportamiento. Que la contradijeran no le gustaba, lo odiaba porque ella era fuerte. No era una don nadie y no se dejaría pisotear nunca. Ella no sería como la vieja Lucia.

- Porque con la persona que vine a hablar no es contigo. Vine por Lucia, no por ti. Ella nunca, escúchame bien, nunca se comportaría de esta manera.- su pecho se inflo como un globo con ímpetu. Seguro que tenía la razón y que no era solo una suposición. La reacción de la contraria solo le favoreció.- Ella no es así y no hay manera que me hagas creer lo contrario. No sé que seas o que mierdas haces aquí, pero lo mejor sería que te largaras. Yo no pienso seguir tu juego. Solo quiero a Lucia.

La alevilla río divertida, sin poder contener su sonrisa de zorro atrapado. Se encogió de hombros y así mismo, despreocupada de la situación habló.

- Interesante. Te daré eso, eres el único que lo ha notado.- halagó con arrogancia como quien habla con un menos - Fue mi culpa supongo, perdí un poco el control.- prosiguió. Suspiro excesivamente, cerrando sus ojos con calma. Sintiendo profundo el pesar fingido - Lamentablemente, cariño, no puedo irme. Yo no nací porque quise ¿Sabes? Yo fui creada - con el batido de sus pequeñas alas se acercó al odio del gran lobo blanco y con voz bañada en sorna dijo- Gracias ti y tus hermanos estoy aquí, amor. Ustedes me hicieron.