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Narra Charlotte:

— ¿Ya estás mejor?— la voz de mi tia Felicia se hace oír desde la una de las esquinas de mi habitación.

Mamá, Papá y William se alejan de mí un poco y me miran preocupados. Mi pecho se oprime ante la escena frente a mí. Mi madre, con ojos llorosos acaricia mis manos con delicadeza. Mi padre seca mis lágrimas mientras trata de sonreírme, pero solo le sale una mueca entristecida. Y William, él esta serio, mirándome con su rostro neutro pero con ojos llenos de angustia y preguntas complejas.

— Sí— tomo las manos de mi padre y las alejo con toda la delicadeza de mi rostro, sin soltar su mano. Me enderezo en mi lugar y tomo aire antes de sonreir.— estoy perfectamente.

No dejo mi sonrisa a un lado cuando hablo. Le doy un apretón a las manos grandes de papá y le sonrió con seguridad. Empujando lejos el dolor en mi pecho.

— No lo parecía segundos atrás— miro a mi tía y mi sonrisa decae por un milisegundo.— ¿Qué sucedio, exactamente en esa casa, Charlotte?— su mirada intensa me congela y solo soy capaz de balbucear. La tía era intimidante todo el tiempo, pero ahora...ahora parecía ser capaz de matar a alguién.

— Nada.— es lo primero que digo.

— ¿Nada?— pregunta incrédulo mi padre. Me mira escéptico, con una pizca de irritación en su voz francesa.

—No fue nada importante, solo...solo escuche algo realmente triste y...ya saben como soy, supongo que me afecto demasiado, o tal vez exagere las cosas seguramente— rio nerviosa y aparto mi mirada.

— ¿En serio?— la pelinegra se acerca a mí y un escalofrío maligno recorre mi cuerpo— ¿Solo por eso te pusiste de esa manera? Y si de verdad fue así ¿Que fue eso tan malditamente triste que escuchaste, Charlotte?— su incredulidad era clara y yo no sabía como hacerle creer mi historia.

No tenía nada planeado, pero no podía dejar que ellos se enterasen de lo ocurrido. No cuando yo ni siquiera se que pasó.

— Estaba pasando junto a un grupo de chicas mientras trataba de salir de la casa y no pude evitar escuchar lo que decían. Estaban contando una historia de...— tomo aire y cierro mis ojos, dejando salir por mi boca lo primero que pasa por mi mente—... una joven. Una chica que fue herida de todas las formas posibles por un hombre malvado como el mismo diablo. Lo...lo perdió todo y cuando no le quedo nada se perdió a si misma. Ella sufrió demasiado, y luchó cuanto pudo, en serio lo hizo...pero al final, al final se quitó la vida ella misma. Estaba desesperada por encontrar algo de paz, por salir del infierno donde estaba... Y aun así...— mi voz se rompe y las ganas de llorar son reales. Trago saliva y oculto lo más que puedo mi sorpresa.

¿Por qué estoy tan sensible?

— Oh Dios, cariño. No debiste haber escuchado eso.— mamá se acerca y me abraza, le devuelvo el gesto y miro a mi tía.

Su mirada azulada conecta con la mía y se suaviza. Una minúscula sonrisa comprensiva se apodera de sus labios y se acerca a nosotras de igual forma. Mamá se aleja de mí y se queda de pie junto a Papá, el cual me mira con compasión y cariño, aliviado incluso.

En serio se preocuparon.

— Vale, lo comprendo. Pero niña, por el infierno, debes dejar de ser tan sentimental. Esa historia no tenía nada que ver contigo. Diablos.— niega y se sienta en la cama, en el lugar que William le dejo.— tontita.— desordena mi cabello y luego me da un golpe en la nuca con bastante fuerza. Suelto un minúsculo quejido y le miro confundida.— nos asustaste, gilipollas. A la proxima te dejo sin cabello mocosa cabezona.

Asiento sintiendome apenada y luego me remuevo incómoda. Usualmente eso me hubiera echo reír, sonreir al menos pero..

"Nos asustaste"

Necesito estar sola.

"Así no dañas a nadie."

— Estoy agotada...— murmuro tratando de ignorar la voz en mi cabeza.

— Cierto, debes estarlo. ¿Quieres sangre o prefieres té?— mamá me mira y sus ojos brillan hermosamente. Mi ceño se contrae solo un poco y tengo que retener mi mueca.

La palabra "sangre" nunca me ha agradado, tampoco me complace tomarla, no le encuentro ningún sabor en especial tampoco. De echo, solo lo hago porque la necesito para vivir y solo en circunstancias extremas, cuando en verdad es necesario que la ingiera. El echo de vivir del sufrimiento y la vitalidad de otros me repugna y entristece.

Me asqueaba mi propia especie, me repugnaba a mi misma desde niña. Mi familia no lo sabía y tampoco estaba en mis planes que lo supieran.

Al final, yo no podía cambiar lo que era. De esa manera nací y así mismo moriré.

— Preferiría té— mamá asiente y se levanta de la cama, desapareciendo al instante.

— Yo igual me voy yendo, Killian debe estar ya en casa.— mi tía Felicia mira su reloj de muñeca y hace una mueca— ese imbécil bueno para nada.— refunfuña.

— Aún así lo amas.— la molesta mi padre quien esta cruzado de brazos con una sonrisa petulante.

— Tú callate, idiota de cuarta— lo fulmina y pasa a su lado empujandolo levemente.— Te dejaré a Paula por hoy, mañana vengo por ella. ¿Entendido?— me mira severa y asiento al instante— te hará compañia, es buena para eso.— me sonríe y besa mi frente— cuidate ¿Si? Y recuerda que solo debes dar un grito para que yo este contigo. Te quiero mucho mocosa.—  acaricia mis mejillas y las estira un poco, una sonrisa nace en mis labios estirados.

— También te quiero mucho Felicia— asiente satisfecha y se reincorpora.

— Bien, me largo. La cursilera en esta casa es contagiosa— hace una mueca de asco y se gira, pasando junto a mi padre y empujandolo de nuevo— nos vemos estiercol.

— ¡Adiós babosa!— le responde con su voz francesa mi padre, mi tía le saca el dedo medio y desaparece.— esa mujer...no se como encontró marido. Yo no la soportaria.— mi padre se acerca a mí y su sonrisa se me contagia.— ¡Ataque!— y entonces se tira sobre mí.

El aire escapa de mis pulmones y suelto una risa. Sus brazos se encuelven alrededor de mis hombros y me mira sonriente. La alegría que siempre solía desprender bañandome entera.

— Nunca bajes la guardia — mi sonrisa flaquea pero consigo restaurarla.

Esas palabras...

Lo que había olvidado gracias a las distracciones volvió a mi cabeza silenciosamente. Pero asi mismo como llegan, los vuelvo a empujar fuera. Me concentro en algo más que no sean esas torturosas y desordenadas palabras que van de un lado a otro dentro de mi mente.

"Nunca bajes la guardia"

— Entiendo — susurro con un nudo en la garganta, mirando a mi padre revolver mi cabello con alegría.

Ahora tus palabras tienen mucho sentido, Padre. No puedo bajar la guardia, nunca, mucho menos cuando me encuentro sola porque si lo hago, temo caer ante lo que pasa por mi cabeza.

Y lo que vaga en ella justo ahora, me aterra.

La muñeca del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora