Era difícil, como una carga en los hombros en la madrugada. Sentir sus ojos claros martillando mi figura sin piedad era algo muy difícil de ignorar.
Pero lo estaba haciendo. Mientras que mis manos eran abrazadas por las de Seung la fuerza que necesitaba para no mirarle me era brindada. Parpadeo despacio, escuchando el bisbiseo del hombre viejo a nuestro lado. Parecía que rezaba y de vez en cuando cantaba. No lo entendía y no me penalizaba por ello, puesto que nunca había asistido a una boda organizada por licántropos. Ellos mantenían una religión totalmente diferente a otras. Algo muy común en el mundo sobrenatural ciertamente. Cada especie creía en lo que desde el inicio se le había inculcado. Al contrario que en los humanos, el cambio de religión era un rotundo no penalizado por la especie.
Respiro despacio, sintiendo lejano el hormigueo en mi estómago. Le sonrió a Seung cuando da un apretón en mi mano. Mi pecho parece florecer y mis mejillas se calientan levemente.
Sí, esto se sentía bien.
- Ahora, bajo los ojos y bendicion de la Diosa Luna, los declaro Alpha y Hembra - dijo la voz gruesa y raspada del viejo. Con eso mi corazón se volvió loco, palpitando demasiado rápido muy consciente de lo que seguía.
Tomé aire con esfuerzo y miré los ojos cafés de Seung, hipnotizada al verlos cambiar lentamente a aquel naranja brillante, rodeado de líneas carmesí y asaltado por pequeñas salpicaduras plateadas. Sus ojos reflejaban un peligro que no coordinaba con su sonrisa y su toque. Sus manos se envolvieron en mi cintura lentamente, con delicadeza mientras que yo posaba mis manos en sus hombros. Mis ojos picaron un poco como lo harían normalmente cuando cambiaron a "modo depredador". Mis colmillos, como los de él, también crecieron. Solo era cuestión de quien se movería primero, y obviamente, fue él.
Su cuerpo se acerco al mío abrazándome con su calidez, calmando un poco mis nervios. Luego su respiración tocó mi cuello, tragué saliva e imite sus acciones. Sin embargo, sin saber porqué, mientras lo hacía miré hacia el público disimuladamente.
¿Por qué había venido?
Su molestia estaba oculta casi perfectamente tras su fachada intocable. Stephan me miraba serio, intenso, imponente. Aún desde la última fila, con decenas de persona a su alrededor, el había encontrado la manera - mas bien, poseía la capacidad- de resaltar sin problemas.
No lo había notado en el instante que lo miré, pero además de fulminarme sin que se notase, también de alguna manera, veía la altanería retante momentánea en su mirar caótico. Fue por un corto tiempo, pero aquella chispa me había dando un poder que desconocía.
Entonces, sin segundos pensamientos mis colmillos se enterraron dulcemente en la piel de Seung, suavemente, sin ninguna prisa. A la par, el pelinaranja hacia lo mismo dándome una sensación de ardor e incomodidad que pronto pasaría a ser un placer doloroso.
Mis párpados cubrían débilmente mis ojos, pero aún así sé que Stephan claramente podía ver lo que ellos decían. En ningún momento había dejado de mirarle, y se sintió tan bien ver el enojo y la frustración romper la mascara de indiferencia qué había creado
Fue un placer que dejo un mal peso en mi corazón, que se sintió incorrectamente bien.
Finalmente cerré mis ojos, borrando al Salvatore de mi cabeza cuanto pude y me separé de Seung. Él hizo lo mismo con fluidez, le sonreí y luego jadee sorprendida cuando tomo mis mejillas y planto sus labios sobre los míos. El beso no era parte de la ceremonia, pero eso no fue obstáculo para que le siguiera felizmente el acercamiento.
- ¡Que los Dioses bendigan este matrimonio!- gritó un hombre del público y luego fue seguido por los aplausos que daban final al casamiento.
Seung y yo nos separamos por fin, nuestros labios cubiertos por nuestra sangre mezclada. Su mano derecha se conectó con la mía mientras la misma iba cayendo de sus hombros. Al mismo tiempo, con la mano que tenía libre sacó un pañuelo de su bolsillo y limpió mis labios con toque digno de la seda. Cuando estuvo contento con su trabajo, entiendo se limpió los suyos.
- Vamos- me susurró curvando sus labios carnosos en una sonrisa y apretando mi mano en la suya.
Asentí y sin despegar mi mirada de su rostro caminé a su lado el sendero que nos llevaría a la casa real. Donde viviríamos el resto de nuestras vidas y donde el Alpha llevaba a cabo sus tareas.
Suspiré y dejé que mi cabeza descansara en su hombro, mi rostro adornado de una sonrisa y mi estomago atacado por el revoloteo de una emoción tierna. Mi corazón daba gritos a cada momento, inundado en satisfacción.
Todo era realmente hermoso, como un sueño. El final feliz de una historia larga y llena de conflictos. Un cuento de hadas atrapadas en un infierno de emociones que las llevó por un camino lleno de espinas. Era el alivio, la calma, lo que el alma necesitaba.
- ¿En que piensas?- su voz era melodiosa, como un algodón azucarado.
- Esto es lo que siempre quisimos- le susurro, mirando el camino.
- Así es, este siempre fue nuestro sueño. ¿Recuerdas cuantas veces lo hablamos?- tararaeo una afirmativa.
- Tantas veces en aquel balcón. En la hamaca viendo el atardecer con chocolate caliente. - mis ojos pican pero mi sonrisa permanece.
Mi mirada ahora se enfoca en la casona de madera rodeada de arboles altos y delgados, con copas abundantes. Aquella edificación sería un cofre de nuevas memorias. Muchas memorias que empezarían hoy y seguirían mañana y luego el día siguiente y el siguiente y el siguiente hasta que mi alma perdiera el brillo y mis ojos se nublaran por el humo agrio de la vida extinta.
- Hm, aquí hay un balcón muy bonito también. ¿Qué te parece si nos sentamos ahí un rato?- su rostro si inclina hacia mí, sus ojos se abren levemente con sorpresa pero luego una expresión amable nace con sinceridad - con chocolate caliente y galletas de vainilla.- su dedo acaricia mis mejillas llevándose suavemente la muestra húmeda de el pasado.
- Suena genial.
- Y contigo a mi lado suena magnífico- suelto una risilla y el me imita seguidamente.
Mojo mis labios y subo los escalones, uno por uno, y cuando llego a la gran puerta miro hacia atrás. No hay nada más que nuestras huellas invisibles, pero se sentía mucho más pesado que eso. Como una cadena que me amarraba desde la lejanía.
- Bienvenida a casa.- miré a Seung, quién se me había adelantado para abrir la puerta. Su sonrisa me hacía sentir completa, me calmaba, avivaba la llama en mi pecho. Me hacía feliz, y así amándole libremente entre a mi hogar, cerrando la puerta a mis espaldas y abrazándole con fuerza.
Mi corazón bailaba al son de la melodía del amor y mi alma gozaba profundamente ante la felicidad que le rodeaba.
Era el esperado final feliz de mi historia. Lo creía fielmente, y por esa razón quería gritar ante la guerra interna que no me dejaba tranquila.
Mi mente era un caos inmenso e imparable. Era un mundo aparte, prendido en llamas y envuelto en humos negros. Estaba intentando ignorarlo lo más que podía porque sabía quién reinaba allí. Sabía que yo no tenía poder alguno en aquel territorio.
Lo más que podía hacer era mantenerme alejada.
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La muñeca del pasado
Vampire"Tengo mucho miedo..." "¿A qué?" "A mí misma." ..... "Por favor, no se vayan." No me dejen caer. Ella quiere vencerme...y lo está logrando. Segunda Temporada de 'Esclava de su palabra'. Contenido relacionado a enfermedades mentales tales como la bip...