11.- SECRETOS DE ALCOBA

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Drogo estaba tumbado en la enorme cama pensando en todo lo que le había sucedido. Era increíble cómo en tan poco tiempo esa chica se había adueñado de su corazón. Incluso por un momento, se había olvidado de Elisa.

Elisa... Una punzada se clavó en su pecho al recordarla. Ella lo había sido todo para él. Durante cuatro años juntos habían sido realmente felices hasta que el cruel destino... 

Sacudió su cabeza intentando alejar esos pensamientos. Habían pasado dos largos años y ahora, por fin, había encontrado a alguien que le devolviera la sonrisa y las ganas de vivir, Morgana. No iba a ser fácil pero lograría que ella le amara. De eso estaba seguro.

Se levantó para ir a hablar con ella cuando alguien llamó a la puerta. Se acercó a abrir y allí estaba quien menos se esperaba encontrar.

—¿Es que no me vas a invitar a entrar? —preguntó Dorothy muy sonriente.

—¿Qué demonios quieres? No tengo tiempo que perder contigo —contestó él mientras intentaba cerrar la puerta para que no pasara.

—¿Ni siquiera si se trata de tu amiguita?

Drogo se quedó quieto, lo que ella aprovechó para entrar en la habitación con una sonrisa triunfal en sus labios.

—Esta bien — dijo él —. Suelta tu veneno y déjame en paz.

—¿Por qué crees que voy a escupir veneno? ¿Tan mal concepto tienes de mi?

—¿Me vas a decir que ahora te has vuelto una santa? —inquirió levantando una ceja.

—Siempre lo he sido —contestó ella con cara inocente—. Y si estoy aquí es porque me preocupo por ti.

—Sí, seguro. Y ahora que me has demostrado «cuanto» me quieres, lárgate de aquí. No tengo tiempo para tus tonterías.

—¿Sabías que Morgana es una bruja?

Aquello había sido un golpe bajo. Si lo que decía era cierto, iba a tener muchos problemas ya que en su reino siempre se había perseguido a las brujas.

—MIENTES.

—No. No miento. Y tú lo sabes.

—¿Por qué debería creerte? Esta claro que la consideras una rival y esa acusación es una buena manera de librarte de ella. Lo que no te entra en la cabeza es que, aunque ella no existiera, yo nunca estaría contigo.

Ella echó la cabeza hacia atrás mientras se reía. Le miró fijamente a los ojos y le preguntó:

—Dime, Drogo. ¿Ya has yacido con ella?

—Eso no es asunto tuyo. 

Esto último salió de sus labios como un gruñido. No le gustaba el giro que estaba tomando la conversación y, conociendo a Dorothy, sabía que esto no había hecho mas que comenzar.

—Por lo nervioso que te has puesto, adivino que la respuesta es un no, tal y como me imaginaba. Pues permíteme decirte, querido, que eso no va a suceder. JAMAS.

—¿Y por qué estás tan segura? 

La curiosidad estaba empezando a superar a los nervios.

—¿Por qué no se lo preguntas a ella? —preguntó mientras se dirigía a la puerta.

Harto de tantas insinuaciones, Drogo corrió hacia ella agarrando fuertemente su brazo y la volteó hacia él.

—No sé qué es lo que pretendes con esto, pero no vas a salir de aquí hasta que me digas la verdad. 

Sus ojos avellana la miraban llenos de furia. Cualquiera en su lugar, se hubiera echado a temblar ante esa mirada, pero ella no. Permaneció totalmente impasible. Incluso divertida por el efecto que había causado en él.

—Y ahora me dirás que sientes algo por ella. ¿No es así?

Drogo se encontraba totalmente desorientado. Por un lado, no quería creer esas palabras pero, por desgracia, algo en su interior le decía que todo aquello era verdad.

—Dime, Dorothy. ¿Hasta dónde llega tu maldad?

Ella se echó a reír y, acercándose hacia él, comenzó a acariciarle la mejilla diciendo:

—Drogo, Drogo, Drogo. ¿Cuándo vas a aceptar la realidad? Tú y yo estamos hechos para estar juntos. Yo fui la primera y se que también seré la última.

—JAMÁS —gritó quitándole la mano de un manotazo —. El que fueras la primera fue el mayor error que cometí en mi vida. Y a ver si te enteras de una vez. NUNCA. NUNCA ACABAREMOS JUNTOS. Tú no me quieres. Sólo quieres llegar a ser reina y créeme cuando te digo que eso nunca sucederá.

Ella sonrió. No parecía sorprendida por la reacción del rey. Es más, parecía que sabía exactamente lo que iba a suceder. Con paso tranquilo se dirigió hacia la puerta. La abrió y antes de salir de la habitación le dijo:

—Te equivocas. Seré reina y serás tú el que me buscará porque soy la única capaz de conseguir que puedas yacer con tu amiguita.

Dicho eso salió de la habitación.

Drogo se dejó caer sobre la cama desesperado. ¿Y si Dorothy tenía razón? Sus palabras resonaban una y otra vez en su cabeza mezcladas con los recuerdos de la noche anterior. La extraña actitud de Morgana comenzaba a tener sentido. Pero, ¿por qué no se lo dijo? ¿Tanto le costaba confiar en él? Tenía que ir a hablar con ella y resolver todas sus dudas.

Decidido, se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta. Al abrirla se encontró con una doncella que, sorprendida, se sonrojó y, haciendo una reverencia, le dijo:

—Majestad, la cena ya está servida.

—Gracias — contestó con una sonrisa —. Y dígame, ¿han avisado ya a la señorita que me acompaña?

—Oh, no. Por Dios, majestad. Vos sois siempre el primero.

—Entonces, permitidme que sea yo quien la avise.

—Por supuesto, majestad. Con su permiso, iré a avisar a vuestros compañeros.

Y haciendo nuevamente una reverencia, se alejó por el pasillo.

Los nervios de Drogo se habían calmada. La reacción de la camarera le había hecho gracia mejorando su humor. Estaba claro que ese no era un buen momento para interrogatorios por lo que decidió ir a buscar a Morgana y disfrutar de la cena con ella. Ya tendrían tiempo para las explicaciones después.

EL REINO PERDIDO. PARTE I (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora