16.- EL CASTILLO

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La cabeza no paraba de darle vueltas. No sólo tenía que fingir que era una Condesa sino que, además, iba a ser la niñera de la hija de Drogo. Todo estaba sucediendo muy rápido y eso la asustaba. Drogo estaba muy pendiente de ella. Notaba su nerviosismo y, para tranquilizarla, no paraba de hacerle mimos y decirle cosas bonitas al oído.  Eso conseguía que se sintiera mejor. Estar al lado de un hombre tan atento y maravilloso le hacía feliz, pero en su mente aún pesaba el fantasma de la maldición.

Cuando ya se aproximaban al castillo, Nicolae sacó el cuerno pero, antes de tocarlo, se volvió hacia ellos y dijo:

—Señor, creo que a partir de aquí deberíais ser más discretos. No es aconsejable que, por el momento, se conozca vuestra relación. Quizás sería preferible que Morgana, perdón, la Condesa —dijo guiñando un ojo de manera traviesa —, entrara en el castillo con Peter o conmigo. Si os ven así daréis mucho que hablar.

Las palabras de Nicolae no le gustaron al rey. Sabía que tenía razón pero, aun así, le molestaban mucho. Con cara de disgusto desmontó de su caballo y ayudó a Morgana a bajar. Cuando ésta toco el suelo, se quedo un instante mirándola a los ojos y le dijo:

—Lo siento, cosita. Son cosas del protocolo. En realidad, las únicas mujeres que pueden montar conmigo son mi mujer y mi hija así que será mejor que sigas con Peter.

Ella asintió con la cabeza y, tomados de la mano, se acercaron al caballo de Peter. Drogo la tomó de la cintura y le dijo:

—Escucha, cosita. Llevo mucho tiempo fuera del castillo y, seguramente, en cuanto llegue, me van a llover un montón de asuntos a tratar. No pienses mal de mí porque no me veas. Te prometo que. en cuanto tenga un poco de tiempo libre, te iré a buscar. Mientras tanto, Peter y Nicolae cuidaran de ti. Confía en ellos. Se que lo harán bien. Ellos son mis mejores amigos, tanto que les confiaría mi vida. Sé que estarás bien con ellos.

—Va.. vale —respondió ella algo acongojada.

Las tristes palabras de Drogo hicieron que una lágrima furtiva se deslizase por su mejilla. Él se la limpió con un dedo y le dio un suave beso en los labios. Acto seguido, la alzó y la sentó sobre el caballo. Le mandó otro beso con la mano y volviéndose a Peter le indicó:

—Por favor, cuida bien de ella.

—No se preocupe, señor. Yo me encargo de todo.

Él asintió con la cabeza y volvió a su montura. Nicolae hizo sonar el cuerno y los cuatro se dirigieron hacia el interior del imponente castillo.

Cuando cruzaron las puertas, el castillo se convirtió en una gran fiesta. Después de tanto tiempo, el rey estaba de vuelta y todos querían celebrarlo. Morgana estaba impresionada ante tantas muestras de cariño por parte de la gente. Estaba claro que Drogo era un rey muy querido y eso la llenaba de orgullo. 

Aquello era inmenso. Se diría que aquellas murallas albergaban un pueblo entero. Tardaron un buen rato en cruzar las largas calles llenas de gente que quería dar la bienvenida a su señor. Cuando, por fin, llegaron al patio del castillo, unos cuantos mozos se acercaron a ellos para hacerse cargo de los caballos. Peter desmontó y, acto seguido, tendió los brazos a Morgana para ayudarle a bajar. Cuando ésta hubo tocado el suelo, Peter le susurró al oído:

—Tranquila, lo estás haciendo muy bien. Tú no te separes de mi y no habrá ningún problema.

Ella le sonrió tímidamente. Se sentía a gusto con Peter y le agradecía que estuviera pendiente de ella.

Peter la tomó del brazo y, junto con Nicolae, accedieron los tres al gran castillo.

Morgana tragó saliva. Si el castillo de Dorothy la había impresionado, éste aún más. Mirara por donde mirara, todo era impresionante. Peter le sonrió y le guiño un ojo lo que le hizo sonreír y guardar un poco la compostura.

—Ven, te mostraré el castillo —le dijo con una gran sonrisa a la que ella correspondió de inmediato.

Tomados del brazo comenzaron a pasear por todo el castillo. Aquello era enorme y Morgana estaba segura de que se iba a perder más de una vez. Peter le iba mostrando todas las estancias y le iba explicando para que se usaba cada una. De vez en cuando hacía algún comentario tonto y bromeaba con ella para que no se sintiera incómoda. Recorrieron toda la planta baja del castillo y después salieron al jardín.

Aquello era un paraíso. Jamás en su vida había visto algo como aquel lugar. El espacio era enorme, con mucho césped, caminos bien definidos y un sin fin de plantas y flores, a cual más hermosa. Siguieron el camino principal y llegaron a una hermosa plaza con una fuente en medio y bancos alrededor. Peter le hizo una señal y ambos se sentaron en uno de los bancos.

—Dime, ¿qué te ha parecido nuestra humilde morada? —preguntó con sonrisa pícara.

—Bueno, si esta es la humilde, me gustaría conocer la orgullosa.

Ambos se echaron a reír. 

Entonces ella, poniéndose triste, preguntó:

—¿Y Drogo? No lo he visto desde que llegamos.

Peter la miró con tristeza. Sabía lo duro que iba a ser esto para ella pero tenía que hacer todo lo posible para que se sintiera bien.

—No te preocupes. Estará muy ocupado con los asuntos del reino pero estoy seguro que, en cuanto pueda, se escapará para verte.

—¿Y tú crees que tendrá tiempo?

—Estoy seguro. Y si no lo tiene, lo buscará. Y ahora, ¿quieres que vayamos a ver si tu habitación está preparada?

Ella le contestó con un movimiento de cabeza. Intentaba aparentar que estaba animada pero Peter sabia que no era así. Por lo menos intentaba aparentar y eso ya era un logro. 

Peter le sonrió con ternura y le ofreció su brazo. Ella lo tomó y ambos volvieron al interior del castillo.

EL REINO PERDIDO. PARTE I (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora