21.- SEBASTIÁN

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Cuando Drogo llegó a la habitación de Sebastian se quedó sorprendido. Peter y Nicolae estaban allí y le miraban con cara de culpa, como si les hubiese sorprendido en algo malo.

—¿Se puede saber qué hacéis aquí?

Ambos se miraron entre ellos sin saber qué decir.

—Supongo que han venido por lo mismo que tú. Es por esa joven de la que todos hablan, ¿no?

Drogo lanzó una mirada inquisidora a sus compañeros quienes se limitaron a agachar la cabeza admitiendo su culpa. Después se giró hacia el que había hablado. Era un hombre corpulento, moreno, con el pelo enmarañado y una extraña mirada color ámbar. Estaba sentado en una mesa, casi sepultado por la gran cantidad de libros que había sobre ésta, y hablaba sin apartar su mirada de su lectura. No le hacía falta. Sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo.

—Dime Sebastián, ¿qué sabes? —preguntó Drogo.

Sebastián levantó la cabeza, miró fijamente a los tres y volvió a su libro.

—Aquí lo importante no es lo que se yo. Es lo que sabéis vosotros. 

Los tres se quedaron con la boca abierta.

—¿Qué quieres decir? —insistió Drogo empezando a ponerse nervioso.

Sebastián levantó de nuevo su cabeza, apoyó sus codos en el libro y, cruzando sus manos, comenzó a observarles uno a uno, sin prisas, como si estuviera analizando algo.

—Veo que los tres estáis aquí por el mismo motivo pero intuyo que por diferentes razones. Si no me lo contáis, no os podré ayudar.

Los tres se miraron fijamente. Ninguno quería traicionar la confianza que Morgana había depositado en ellos. Sebastián seguía observándoles.

—Si no vais a hablar, será mejor que os marchéis de aquí. Tengo mucho trabajo.

Entonces Peter reaccionó.

—De acuerdo. Pero, por favor, que Morgana no se entere de que os lo he contado. Prometí ayudarla y es lo que voy a hacer pero no quiero que piense que traiciono su confianza.

—A mi me ocurre lo mismo —reconoció Nicolae.

—Y a mi también —añadió Drogo un poco nervioso. Le molestaba que sus compañeros supieran cosas que él ignoraba. —Estamos los tres aquí por Morgana, así que vamos a prometer que lo que digamos no saldrá de aquí.

Los tres asintieron con la cabeza creando así un pacto de caballeros. 

Sebastián sonrío triunfal. Estaba deseando conocer todo de aquella mujer. Miró a Peter y le hizo una señal con la cabeza. Éste empezó a contar todo lo que había sucedido cuando la sorprendió intentando escapar. Al escuchar su relato, Drogo no pudo reprimir un pequeño gesto de ira. No podía creer que intentara escaparse... otra vez.

Le llegó el turno a Nicolae quien les contó su conversación de la noche anterior. Tanto Peter como Drogo se quedaron con la boca abierta al descubrir que ella no tenía recuerdos. Por algo Drogo estaba convencido de que ella era algo más. Sabía que su intuición no le había fallado.

Finalmente, le llegó el turno a Drogo. Era la parte más difícil ya que era la más íntima. Drogo les contó la conversación con Dorothy y la que tuvo después con Morgana. Obviamente omitiendo algunos detalles.

Sebastián escuchó atentamente a los tres y, cuando estos terminaron, se quedó un rato meditando. Finalmente, emitió su veredicto.

—O sea que, resumiendo, tenemos a un rey enamorado de una posible bruja huérfana que, además, es presa de una maldición que le impide, digamos, consumar esa relación. Además, no recuerda su infancia pero tiene educación y modales de alta cuna. ¿Es así?

Los tres asintieron con la cabeza.  Dicho así parecía sencillo pero estaba claro que no lo era en absoluto.

—Hay un detalle en todo esto que me llama mucho la atención. Si no recuerda nada de su infancia, ¿cómo es consciente de que tiene una maldición desde que nació?

Los tres se quedaron mudos, sin saber que decir, hasta que Nicolae tuvo una revelación.

—Bueno, ella me dijo que sus recuerdos se remontan a la muerte de sus padres. Tal vez se lo dijeron ellos antes de morir.

—Sí. Es una posibilidad. De todas maneras tengo que asegurarme de que no se trate de una fresca intentando tomaros el pelo.

—No te consiento...

—Calma, Drogo. Sólo lo digo como una posibilidad. Me parece demasiado enrevesada su historia como para ser una farsa, pero hay que asegurarse de todo. ¿Vale?

—Vale. Pero me tienes que prometer que harás todo lo que esté en tu mano para ayudarla y que si. al final, la hipnotizas, yo estaré presente.

—Esta bien. Te dejaré estar presente pero antes tengo que estar a solas con ella. Peter, ¿podrías traerla?

—Enseguida —dijo saliendo por la puerta.

—Y vosotros ya os podéis marchar. Y no os preocupéis, os mantendré informados.

Los dos hombres abandonaron la estancia y Sebastián, con un extraño brillo en sus ojos, comenzó a rebuscar entre los libros que llenaban toda la estancia.

EL REINO PERDIDO. PARTE I (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora