5.- DROGO

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Al llegar a las escalera, el posadero comenzó a recobrar la compostura mientras descendía por estas. Cuando vio llegar a aquellos extraños encapuchados, supo que algo bueno le iba a llegar. Lo que menos se esperaba es que fuera el mismísimo rey. Se frotó las manos pensando en las enormes cantidades de dinero que esperaba amasar a costa de su "putita". Realmente disfrutaba con ello.

Se dirigió hacia donde estaba el rey y, haciendo una reverencia, le dijo:

—Majestad, todo está dispuesto tal y como ordenó. En breve la dama le estará esperando en la habitación del fondo del pasillo. Espero que todo esté a vuestro gusto.

El rey le miró de reojo y, con un gesto de la mano, le indicó que se podía retirar.

Peter y Nicolae miraron al rey. Ambos estaban intrigados. No era normal en él ese tipo de comportamiento. Desde que falleció su esposa, dos años atrás, se había negado rotundamente a estar con ninguna mujer y ahora, de repente, se había encaprichado con una camarera. Ninguno de los dos se atrevía a preguntarle y se miraban el uno al otro como incitándose entre ellos. Nicolae, al final, puso cara de rendición y, en el mismo instante en que le iba a preguntar, el rey se levantó y les dijo:

—Bueno, caballeros. Ya es bastante tarde por lo que, si me disculpan, me retiro a mis aposentos.

Nicolae se quedó con la boca abierta. Aún así, tuvo el valor suficiente para preguntarle:

—¿Estáis seguro, señor, de lo que vais a hacer?

—¿Retirarme a mis aposentos?- contestó con una sonrisa burlona —. Sí, estoy seguro.

Acto seguido dio media vuelta y se dirigió a las escaleras dejando a sus compañeros más confundidos todavía de lo que ya estaban.

Mientras subía hacia la habitación iba pensando en esa muchacha. No entendía qué le veía tan especial. Le llamaba la atención que estuviese trabajando de camarera y peleando con borrachos cuando estaba claro que ella era de más elevada clase social. No necesitaba que se lo dijeran, lo sabía sólo con verla. De ella emanaba un aura de gran elegancia lo que le hacía más interesante todavía. No sabía porqué pero era la primera vez en muchos años que deseaba conocer a una mujer.

Al llegar a la puerta escuchó ruidos extraños. La abrió y cuál fue su sorpresa al encontrarse a la muchacha intentando huir por la ventana. Estaba con medido cuerpo fuera y medio dentro soltando juramentos porque su vestido se había enganchado en un clavo y no podía moverse de allí. La contemplación de semejante escena le hizo soltar una pequeña carcajada que provocó que la chica se volviera con la cara totalmente roja de vergüenza.

—Por favor, permítame ayudarla —dijo él mientras se acercaba provocando que ella se pusiera más tensa.

—No os acerquéis a mi —exigió en tono firme mientras estiraba una mano en un vano intento de alejarle.

—Sólo pretendo ayudaros —respondió él con una pícara sonrisa — . Pero si no queréis, por mí podéis pasar la noche en la ventana. Aunque creo que estaríais más cómoda dentro.

Ella se sorprendió con la reacción del rey. ¿De verdad iba a dejarla en la ventana? Furiosa comenzó otra vez a intentar desengancharse. Tenía que salir de allí como fuera y el hecho de que él se la quedara mirando fijamente mientras lo intentaba no le ayudaba mucho.

Lentamente, el rey se acercó a ella y le dijo:

—Escuchad, sé que nos acabamos de conocer pero, por favor, confiad en mí. No voy a haceros nada que vos no queráis. Os lo prometo. 

Ella se quedó mirándole sorprendida. No sabía porqué pero las palabras de aquel hombre le parecían totalmente sinceras.

—Está bien, como vos queráis —se rindió.

El rey soltó el vestido de su enganche y, cogiéndola en brazos, la depositó con delicadeza sobre la cama.

Ella estaba totalmente abatida. Había intentado huir pero todo había sido inútil. Si no hubiera sido por el maldito vestido, ella ahora estaría lejos, libre. En lugar de eso ahí se encontraba, en la cama de aquella habitación, muerta de vergüenza y sin atreverse a mirar a la cara al hombre que tenía delante. Solamente esperaba que el rey cumpliera su promesa y no la tocara.

—¿Tanto os desagrado?—preguntó él en un tono muy suave.

—No, no... no es eso.

—Entonces, decidme, ¿por qué intentabais huir de mi? Por lo general, suelo ser yo quien huye de las mujeres —dijo mientras se sentaba en la esquina de la cama y se quitaba las botas.

Aquello la puso más nerviosa todavía. No sabía como responder o reaccionar. Estaba claro que este hombre no tenía nada que ver con los patanes que solía tratar. Se quedó en silencio, observándole. Era un hombre alto, bien formado y su rostro... era el más bello que ella había visto en su vida. Había algo en ese hombre, aparte de que fuera el rey, que le fascinaba tremendamente. Era como si su presencia le hechizara. Se sentía tentada de pasar la noche con él pero, eso, estaba segura de que no iba a suceder. No podía arriesgarse.

Un poco más calmada y viendo como él la contemplaba como si ella fuera la cosa más interesante del mundo, decidió contestar:

—Vera majestad, yo...

—¿Cómo os llamáis? 

El rey le cortó sin dejarle explicarse.

—Morgana, señor

—Morgana... Bonito nombre para una bella dama. Dime Morgana, ¿puedo tutearte?

—Sí... sí, señor, por supuesto que sí, majestad —respondió ella con una tímida sonrisa sorprendida por el tono amable del rey

—Entonces, si yo puedo tutearte, tú deberías hacer lo mismo.

—Pe... pero señor, eso no es correcto.

—¿Y quién se va a enterar?—contestó guiñándole un ojo mientras le dedicaba una hermosa sonrisa.

—Es cierto —dijo ella sorprendida. Y poniendo la cara más inocente del mundo continuó —. Pero, en verdad, no puedo tutearos ya que no conozco vuestro nombre

—Vas a pensar que soy un hombre sin modales. —Ambos se echaron a reír ante la pequeña broma. —Permíteme que me presente, mi nombre es Drogo

—Drogo... Bonito nombre para un bello caballero.

 Y ambos se volvieron a reír.



EL REINO PERDIDO. PARTE I (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora