28.- PELIGRO

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Mientras se dirigían a la puerta de salida, una voz conocida les interrumpió.

—Morgana. ¿Qué tal te encuentras? Nos tenías realmente preocupados.

—Peter,  me alegro mucho de verte. Ya me encuentro mejor, gracias. Y, bueno, quería agradecerte que me hayas atendido cuando me desmaye.

—No tienes que agradecerme. Lo hice con gusto. No se qué fue lo que pasó allí dentro pero tuvo que ser muy intenso para que acabaras así.

—Sí, bueno, pero ya estoy bien y eso es lo que importa.

Drogo miraba mal a Peter. No le hacía gracia que interrumpiera su paseo y menos que tuviera esas confianzas con Morgana. Conocía a Peter desde pequeño y siempre había sido un gran amigo y un fiel y leal compañero. Sabía que sería incapaz de intentar algo con la mujer que él había escogido pero, aún así, no podía evitar sentirse molesto. Iba a cortar la conversación, para poder retomar su paseo, cuando vio a Nicolae que llegaba corriendo hacia ellos.

—Señor, menos mal que os encuentro. Sebastián me envía a buscaros. Algo muy grave ha ocurrido en el castillo.

Drogo se puso serio. Si Sebastián decía que era grave no podía esperarse nada bueno.

—Lo siento mucho, Condesa. Tendremos que dejar nuestro paseo para otro momento —dijo depositando un suave beso en la mano de ella.

—Tranquilo, su majestad. No pasa nada. Ya tendremos tiempo. Primero tenéis que cumplir con vuestras obligaciones.

Él le dedicó una cálida sonrisa. ¡Que gran reina iba a ser! Se volvió hacia Peter y le dijo:

—Peter, ¿te importaría...?

—Tranquilo, señor. Yo cuidaré de ella.

Drogo le hizo una señal con la cabeza a Nicolae y ambos desaparecieron por los pasillos.


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Cuando entraron en la habitación de Sebastián, éste se encontraba dando vueltas de un sitio a otro con el rostro desencajado. Drogo se comenzó a preocupar. Si Sebastián estaba así, algo muy grave estaba sucediendo. Frenó al mago y, sujetándole por los hombros, le miró a los ojos. Lo que vio en ellos le produjo auténtico terror.

Sebastián se libró de su agarre y, retrocediendo unos pasos, comenzó a hablar con voz tranquila.

—Sé que lo que te voy a decir no te va a gustar así que intenta mantener la calma.

Drogo lo miró extrañado.

—¿Cómo quieres que mantenga la calma cuando tú estás muerto de miedo?

—Tienes razón, lo estoy. Pero dejándonos llevar por el pánico no seremos capaces de pensar con claridad.

—De acuerdo —dijo resignado —. Dime qué es lo que te altera tanto.

Sebastián lo miró fijamente. No sabía cómo tocar el tema con delicadeza así que decidió ir al grano.

—Un vampiro ha entrado en el castillo.

Drogo se quedó de piedra. Hacía dos años que no se oía hablar de ellos,  desde que mataron a Elisa. Después de eso desaparecieron y ahora, de repente...

—Dime, ¿Estás seguro?

—Completamente. Sabes que mi instinto no falla.

—Y dime, ¿por qué ahora? Han pasado dos años desde el último ataque y nunca habían llegado al extremo de entrar en el castillo.

—Tienes razón. Y eso es lo que más me preocupa. Creo que si han entrado es porque están desesperados buscando algo. También creo saber qué es lo que están buscando.

—Morgana...

—Exacto. Es demasiada casualidad que esto haya ocurrido justo a su llegada. Si queremos que el pueblo esté a salvo, deberíamos sacarla de aquí cuanto antes.

Drogo no se creía lo que estaba escuchando. La opción que le ofrecía el mago era lo único que no estaba dispuesto a hacer por nada del mundo.

—¿Esa es tu solución? ¿Sacrificarla? ¿Sacarla de aquí y dejarla a merced de ellos?

—Es poco precio por la seguridad del pueblo.

Drogo miraba a Sebastián con odio. Sabía que tenía razón pero no pensaba entregar a los vampiros a la mujer que amaba. Ellos habían matado a su primer amor y él no quería la misma suerte para Morgana. Nicolae, quien hasta entonces había estado escuchando en silencio, intervino en ese momento.

—Por lo poco que sabemos de Morgana, ella arrastra un maldición que puede desencadenar consecuencias desastrosas. Creo que si la dejamos a su merced, algo horrible podría pasar. En mi opinión, pienso que lo más sensato sería protegerla e intentar deshacer la maldición.

Los dos hombres le miraron asombrados. Siempre habían sabido que Nicolae era sabio y sensato pero hoy les había superado. Drogo se volvió hacia Sebastián.

—Nicolae tiene razón. Tenemos que protegerla.

—Sí. Es cierto. Perdona, me había olvidado de las consecuencias de la maldición. Es sólo que... ya sabes cómo me alteran los vampiros.

—No te preocupes. Menos mal que tenemos a Nicolae para iluminarnos. Ahora, dime, ¿qué más has averiguado? ¿Sabes ya como solucionarlo?

—No es tan fácil, Drogo. Para eso primero tengo que saberlo todo de ella y, después, instruirla en la magia blanca. Ella es muy poderosa y, con el debido entrenamiento, es posible que ella misma sea capaz de eliminar la maldición.

—Entonces mañana temprano vendré con ella para la sesión de hipnosis. —Drogo se sentía más aliviado.

—De acuerdo. Lo tendré todo preparado. Y antes de que te vayas, hay algo más que deberías saber. —Drogo le miró intrigado. —Uno de mis aprendices vio al vampiro. Me dijo que éste era una mujer y que...

—¿Qué? DILO YA.

—Ese hombre asegura que el vampiro era Elisa.

EL REINO PERDIDO. PARTE I (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora