52.- EL BEBÉ

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Cuando se despertó, le dolía la cabeza. Entonces se dio cuenta de que encontraba en una celda. A su lado, Peter y Nicolae seguían inconscientes. La garganta le ardía, tenía mucha sed. Un encapuchado le tendió una copa llena de un líquido rojo y viscoso. ¿Sangre? No podía ser. Retiró la copa asqueado pero se la volvieron a ofrecer. No quería beberla pero algo dentro de él le incitaba a ello. Al final tomó la copa y la bebió. No se lo podía creer. Le habían transformado.


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—Morgana, ¿te encuentras bien?

—Si, ¿por qué lo dices?

—Me tienes preocupado. Estás muy pálida y delgada. Dime, ¿te estás alimentando bien?

—Por supuesto que sí. Es normal que esté pálida, Tom. Apenas me permitís ver el sol. Además, sabes que nunca haría nada que dañara a mi bebé. Es lo único que me queda de él.

—No digas eso. Estoy seguro de que Drogo volverá.

Ella asintió con tristeza. Habían pasado dos meses y todavía no tenían noticias de él. Ni siquiera Dorothy había podido averiguar nada. Según ella, o le habían bloqueado la mente o estaba muerto. Ninguna de las dos opciones le tranquilizaba.

En ese tiempo, los ataques de vampiros se habían multiplicado por lo que a ella apenas le dejaban salir al jardín. Solamente podía hacerlo en compañía de Tom ó Jack.  A ella le gustaba sentir el calor de los rayos de sol en su piel junto con la brisa fresca por lo que ese encierro, junto con la ausencia de Drogo, la estaban volviendo loca.

—Hay algo más que quería comentarte.

—Dime. ¿De qué se trata?

—He notado que ha cambiado tu olor y eso no me gusta nada.

—¿Qué quieres decir?

—No lo sé con exactitud pero hay algo desagradable en él. Lo he comentado con Jack y él también lo ha notado. Creemos que puede provenir del bebé.

—¿De mi bebé? No digas tonterías, Tom. Mi bebé está perfectamente.

—No es eso lo que quería decir. Es sólo que me gustaría que te examinara Sebastián. Más que nada para estar seguros.

—Y no me vas a dejar tranquila hasta que lo haga. ¿No es así?

—Me conoces demasiado bien —dijo riendo a lo que ella suspiró agotada.

—Está bien. Vamos.

Una vez en la habitación, Morgana se desvistió y se metió entre las sábanas dejando su tripa al descubierto. Enseguida llegó Sebastián quien, con una sonrisa, puso las manos sobre su vientre. Morgana le miraba intrigada. Parecía que estaba concentrado. ¿Qué pensaba encontrar ahí dentro? Sólo era un bebé. La cara de Sebastián se transformó y eso asustó mucho a Morgana.

—Dime. ¿Qué ocurre? ¿Qué le pasa a mi bebé?

—Morgana, no sé como decirte esto.

—No te andes con rodeos, Sebastián. Dime de una vez qué es lo que ocurre.

—Tu bebé es... un vampiro. —Morgana se quedó de piedra.

—¿Cómo que un vampiro? ¿Cómo es eso posible?

—No lo sé. Yo tampoco lo entiendo. Necesito investigar. Lo único que puedo decirte es que es muy peligroso para ti. Tu bebé se está alimentando de tu sangre por lo que puedes llegar a morir.

Aquello era demasiado. Lo único que le quedaba, la única ilusión que tenía... Su bebé la estaba matando desde dentro. Comenzó a llorar en silencio. Ya nada tenía sentido para ella. Pensaba que todo iba a ir bien ahora que habían averiguado como detener la maldición. ¿O no lo habían hecho? Se esforzó por recordar el texto:

Al llegar la cuarta generación
Una niña poderosa llegará a éste mundo
En su virtud está el poder que mi alma llamará
En su forma de vampiro Vlad regresará
A reinar en las tinieblas
Por siempre jamás

En su virtud está el poder... En su forma de vampiro... Se había quedado embarazada muy pronto. ¡Demasiado pronto! ¡Y ahora su hijo era un vampiro! Su cabeza no paraba de pensar. ¿Y si era eso lo que tenía que ocurrir? Quedarse embarazada al perder la virginidad, permitir la vuelta de Vlad. Un escalofrío recorrió su espalda.

—Sebastián. Creo que ya se lo que ocurre. No sé como he podido ser tan tonta.

—¿A qué te refieres?

—A que interpretamos mal la maldición. ¿No lo entiendes? No se refería a mi transformación, se refería a mi embarazo. Vlad ya está dentro de mí. Vlad es mi bebé.


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En la oscura celda, Drogo no paraba de dar vueltas. Estaba ansioso. Sus ojos estaban rojos y sus colmillos asomaban. Necesitaba sangre pero su interior no quería reconocerlo. Peter y Nicolae intentaban calmarle sin mucho éxito, ya que ellos se encontraban en un estado parecido. La puerta se abrió y una joven de unos quince años fue arrojada dentro de la celda. Estaba completamente desnuda y muy asustada. Los tres la miraron con hambre pero se resistían a atacarla. Al final, la sed de sangre pudo más que sus sentimientos y se lanzaron a devorarla.

—No podemos seguir así. Tenemos que escapar de aquí como sea.

—Ojalá fuera tan sencillo, señor. Pero en estos momentos somos un peligro para cualquiera. Estamos mejor encerrados —dijo Nicolae aún atormentado por lo que acababa de hacer.

—¿Crees que no lo sé? —Drogo estaba furioso. —Pero si una niña como Lorie ha conseguido controlarse, nosotros también podremos hacerlo. Ella se alimenta de animales. No hace falta matar a gente para sobrevivir.

Peter y Nicolae se miraron preocupados. Estaba claro que Drogo había aceptado su situación antes que ellos pero no tenían claro si era consciente de lo que ello suponía. La puerta se abrió de nuevo y los tres se volvieron hacia ella.

—¿Qué tal os encontráis hoy, hijos míos?

—No nos llames hijos. No eres nuestro padre. —Drogo se encaró a Viktor.

—Te equivocas. Yo os he convertido y, por lo tanto, a partir de ahora soy vuestro padre. Al igual que de Lorie.

—Eres un monstruo. ¿Por qué nos has hecho esto? Hubiéramos preferido mil veces que nos mataras. —Viktor se echó a reír.

—No os he matado porque os necesito. Necesito que Morgana venga a mí y tú eres el cebo perfecto.

—Entiendo que me quieras a mí. ¿Pero ellos?

—No quería que estuvieras aburrido toda la eternidad, por eso he convertido a tus amiguitos. Además, son lo suficientemente fuertes y bellos como para ser mis hijos. Justo lo que andaba buscando para mi familia perfecta.

—¿Familia? Estás enfermo. No voy a permitir que te salgas con la tuya tan fácilmente. No te creas que nos vas a manejar a tu antojo. —Viktor se echó a reír nuevamente.

—¿Estás seguro?¿Qué es lo que vas a hacer?

Viktor cogió a Drogo por el cuello y le miró fijamente a los ojos. Poco a poco la cara de éste fue cambiando de la ira a un rostro inexpresivo.

—Lo que tú ordenes, padre.

EL REINO PERDIDO. PARTE I (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora