20.- RUMORES

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Cuando se despertó por la mañana, se encontraba realmente agotada. La fiesta se había alargado hasta altas horas de la noche y apenas había dormido. Se sentó en la cama y, estirando los brazos, comenzó a repasar lo que había sucedido. Tras la «reunión» con Nicolae, se sintió más relajada y se pasó toda la noche riendo, bailando y conversando con un montón de gente. La presencia de Peter y Nicolae le había ayudado mucho. Ambos estuvieron muy atentos y pendientes de ella toda la noche. Nicolae le había sorprendido mucho. Tras esa máscara de hombre serio había un gran sentido del humor y una persona que sabía disfrutar de las fiestas. Por fin sentía que podía confiar en él.

Un largo suspiro se escapó de su boca. En su mente apareció el único hombre que conseguía hacerle perder el sentido.  Tras el baile, no lo había vuelto a ver en toda la noche. ¿Se habría enfadado con ella por irse con Nicolae? Sacudió la cabeza para eliminar esos pensamientos de su mente. No, Drogo no era así. Seguramente estuvo muy ocupado atendiendo a sus invitados. ¡Había demasiada gente en la fiesta!

De pronto llamaron a la puerta. Se levantó, se puso una bata y dijo:

—Adelante.

La puerta se abrió y apareció la pecotosa cara de Ana.

—Buenos días, Condesa. Le traigo el desayuno —dijo depositando sobre la mesa una bandeja.

—Muchas gracias, Ana. La verdad es que ya iba teniendo hambre.

La muchacha sonrió y se puso junto a la mesa mientras Morgana se sentaba a desayunar. Ésta comenzó a comer y, al rato, se volvió hacia Ana. La doncella la miraba con cara emocionada. Parecía que quería decirle algo pero no se atrevía. Muerta de curiosidad, se levantó de la mesa y se sentó en el sofá haciéndole señas a Ana para que se sentara junto a ella.

—Esta bien, Ana. Suéltalo.

La muchacha estaba muy nerviosa, como si estuviese buscando las palabras.

—Vamos, Ana. Me estás empezando a poner nerviosa.

—Sí... sí, señora. Vera, yo quería preguntarle... ¿Va a ser usted nuestra nueva reina?

Los ojos de Morgana se abrieron como platos.

—Pe... pe... pero, ¿POR QUÉ ME PREGUNTAS ESO?

—Vera, señora, es que esta mañana he oído muchas cosas en la cocina.

Ana estaba realmente apurada. Temía haber metido la pata.

—¿Cosas?¿Qué cosas? —preguntó acelerada. Eso le estaba poniendo muy nerviosa.

—Bueno, dicen que anoche el rey os sacó a bailar.

—Sí. Eso es verdad. ¿Y sólo por eso ya nos estáis casando? 

Ana soltó una ligera risilla.

—Disculpad, señora. No es sólo por eso. Es que eso en el rey no es normal. 

Morgana levantó una ceja. Esto estaba empezando a ser muy raro.

—Y dime, según tú, ¿qué es lo normal en él?

—Bueno, la verdad es que, desde que falleció su esposa, no había vuelto a bailar con ninguna dama.

Los ojos de Morgana se volvieron a abrir. No se podía creer lo que estaba oyendo. Se levantó y comenzó a pasear nerviosa por la habitación mientras Ana no dejaba de mirarla con cara de preocupación. Al final, un poco más tranquila, se apoyó en la pared y, cruzando los brazos bajo su pecho, se dirigió a la doncella.

—Dime. ¿Decían algo más?

—Sí, señora. Comentaban lo felices que se les veía juntos. Dicen que parecían una pareja de cuento de hadas. Y, sobre todo, la gente estaba encantada de volver a ver sonreír a nuestro rey.

Morgana estaba perdida. Se suponía que tenían que ser discretos. En lugar de eso, Drogo se había ocupado de que todo el mundo se enterase. En ese momento le entraron ganas de partirle la cara. Esa hermosa cara...

—La verdad es que todo el mundo en el castillo ya sospechaba algo.—Morgana se volvió hacia la doncella que continuó hablando. —El rey, personalmente, se encargó de todo lo relativo a vos. Vuestra habitación, el vestido de la fiesta, todo. Y el hecho de que Peter y Nicolae estuvieran pendientes de vos, enseguida dieron a entender que erais muy importante para él.

Las palabras de Ana le impactaron. Drogo lo había dejado todo muy claro y le debía una explicación por ello. 

De pronto, una duda surgió en su mente.

—Dime Ana. Y ¿qué es lo que dicen de... de mí? —Eso le ponía un poco nerviosa.

—Que sois perfecta.

—¿QUÉÉÉÉ?

—Sí, lo que escucháis. Le habéis encantado a todo el castillo. Sois hermosa, elegante, educada, simpática, divertida y tenéis una preciosa sonrisa. Ahora mismo, a todas las mujeres del castillo les gustaría ser como vos y a todos los hombres... bueno, ya me entendéis —concluyó guiñando un ojo —. Y, además, hacéis feliz a nuestro rey. Vamos, que sois la reina perfecta.

Morgana no pudo menos que sonrojarse ante esas palabras. ¿Realmente habían dicho eso de ella? ¿Tan buena impresión les causo? Se sentía, en verdad, abrumada.

—Escucha, Ana —le dijo más calmada — . Creo que os habéis llevado una impresión equivocada.

—No, no, no, señora. Es de lo que todo el mundo habla. Y no creo que todos estén equivocados, ¿no?

—Tal vez sí. No sé si habrás oído mi historia.—La doncella asintió con la cabeza.—Entonces sabrás que el rey se hizo cargo de mí. Es por eso que procura que me sienta a gusto. Además, después del largo viaje, hemos desarrollado una bonita amistad. Al igual que con Peter y Nicolae quienes, sabiendo que no conocía a nadie, quisieron acompañarme.

La doncella cambió su cara a una expresión triste. Le hacía mucha ilusión que la Condesa fuera la nueva reina, igual que al resto del castillo.

—No quiero que te hagas ideas equivocadas, Ana. Lo que la gente vio fue amistad, no amor. Y ahora, ¿qué te parece si me preparas el baño? He quedado con Peter y no quiero que se me haga tarde. ¿De acuerdo? 

Dijo esto último con una pequeña sonrisa para intentar animar a la doncella.

Ana asintió con la cabeza, hizo una pequeña reverencia y desapareció por la puerta del baño con cara triste. A Morgana se le partía el corazón de ver a la muchacha así, pero no quería que se hiciera ilusiones. Si ella hubiera sido una chica normal, aún tendría esperanzas de convertirse en reina, pero no lo era y eso suponía un gran problema.

EL REINO PERDIDO. PARTE I (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora