25.- ELISA

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La comida transcurría en silencio. Después de lo sucedido, ninguno de los dos se atrevía a hablar por lo que Morgana decidió observar la estancia en la que se encontraban. Llevaba allí toda la mañana y ni siquiera se había parado a mirarla. Era realmente enorme. Parecía que allí dentro hubiera una casa entera. En una esquina había un pequeño despacho, en frente, una chimenea con sillones, un comedor, en el que ahora se encontraban, y una gran cama. Lo que más llamó su atención fue el gran cuadro sobre la chimenea. En el se veía a Drogo con una hermosa mujer y una preciosa niña. La niña era rubia con los ojos avellana. Estaba segura de que era su hija, era igualita a Drogo. La mujer era muy bella. Rubia, con los ojos azules, piel pálida, rasgos finos y delicados y una gran elegancia. 

Drogo se dio cuenta enseguida de lo que llamaba su atención.

—¿Quieres que te hable de ellas?

—Sólo si no te incomoda. La verdad es que me gustaría saber más de ti.

Él sonrío, se levantó y, tomándole la mano, la llevó hasta el enorme sofá que había frente a la chimenea. Ambos se sentaron y Drogo se quedó un momento mirando fijamente el cuadro. Se volvió hacia ella y, con una gran sonrisa, le dijo:

—Yo también quiero que lo sepas todo de mí. Dime, ¿por dónde quieres que empiece?

Ella le devolvió la sonrisa y volvió a mirar el cuadro.

—La verdad es que me sorprende mucho la niña. Es igual a ti. —Él mostró una gran sonrisa de orgullo. Estaba claro que adoraba a su hija. —Lo que más me sorprende es que, siendo tú tan joven, tengas una hija tan mayor.

—Sí. La verdad es que yo era casi un crío por aquél entonces. Con apenas quince años, mi vida era demasiado fácil. Yo era el príncipe. Tenía todo lo que quería y las mujeres no me faltaban. — Ella asintió. Drogo era un hombre muy atractivo y eso no le extrañaba. —Entonces no me importaba nada. Simplemente me dedicaba a disfrutar de la vida y de los placeres que ésta me brindaba por lo que solía frecuentar a varias mujeres. Entre ellas estaba Amanda, una de las doncellas de mi madre. Por desgracia, ella quedó embarazada. Mis padres se pusieron furiosos y, para evitar el escándalo, enviaron a Amanda a un convento y a mi me encerraron y comenzaron a buscarme esposa. Organizaron una gran fiesta e invitaron a las posibles candidatas. Aquello era un infierno. Estaba rodeado de mujeres hermosas pero sin nada en el cerebro. Estaban bien para un rato pero nada más. Tenía que elegir esposa y la simple idea de  pasar el resto de mi vida con una mujer servil me parecía insoportable. Como pude me escabullí al jardín y allí fue donde la vi a ella. Elisa.

La mirada de Drogo se tornó triste. Estaba claro que había amado con locura a esa mujer y eso hizo que Morgana sintiera una punzada en su corazón.

—Drogo, si tan doloroso es para ti no tienes porqué continuar —le indicó poniendo la mano sobre su brazo. Él la miró con cara de tristeza pero enseguida la cambió y esbozó una ligera sonrisa. No quería hacer que se sintiera mal.

—Tranquila, cosita. Estoy bien. Es sólo que...llevaba mucho tiempo con esto dentro, nada más. —Ella le sonrió tiernamente y le hizo una señal para que continuara. —Cuando vi a Elisa me quedé impresionado por su belleza y su elegancia. Me acerqué a ella y me presenté. A diferencia de las otras, ella era inteligente, divertida y tenía una gran personalidad. Pasamos toda la velada hablando y, a la mañana siguiente, lo primero que hice fue ir a hablar con mis padres para comunicarles mi decisión. Ni que decir tiene que se alegraron mucho e, inmediatamente, comenzaron a preparar la boda y Elisa se trasladó al castillo. Todo era perfecto hasta que un día me dijo que había descubierto lo de Amanda. No supe reaccionar. Mis padres habían decidido por mi y yo no había sido consciente de la situación. Era padre. Elisa fue muy comprensiva y me animó a buscar al bebe. Quería que formara parte de la familia. Decidido, hablé con mis padres para localizar a Amanda y, finalmente, dimos con Lorie en un pequeño convento. Amanda había muerto durante el parto.

Morgana le abrazó. Sabía lo difícil que era para él abrirse a ella de esta manera. Él la miró y le sonrió agradeciendo su gesto.

—Drogo, si no te sientes con fuerzas, no es necesario que sigas.

—No. Estoy bien, cosita. Ahora que he empezado prefiero seguir hasta el final.

Ella le dedicó su mejor sonrisa y, soltando su abrazo, le animó a continuar.

—Gracias, cosita —dijo él con una sincera sonrisa —. El caso es que cuando vimos a Lorie por primera vez, los dos nos quedamos impactados. Era igualita mí. Ambos nos enamoramos de aquella hermosa carita. La llevamos al castillo y arreglamos todo para que constara como nuestra hija. Elisa no se separaba de ella y la cuidaba con mucho mimo y ternura. Durante cuatro años fuimos una familia feliz hasta que, un día, Elisa salió a dar un paseo por el bosque. Yo siempre le decía que era peligroso, que no debía ir sola, pero ella no me hacía caso. Un cazador la encontró. Estaba llena de mordiscos. Los lobos la habían atacado. —Diciendo esto último, Drogo se echó a llorar.

Morgana se arrodilló ante él y le abrazó con ternura. Comprendía lo mucho que Drogo había sufrido y, compartiendo sus sentimientos, ella también comenzó a llorar. Drogo se dio cuenta y la miró sin comprender.

—Pero, ¿por qué lloras, cosita?

—Porque siento tu dolor. —Él se sorprendió de la inmensa bondad de ella y le dio un tierno beso en los labios.

—Gracias, cosita. Pero no llores más. Eso es el pasado y ya no puede hacerme más daño. —Morgana sonrió para tranquilizarle.

—Y dime, Drogo, ¿todavía la amas? 

Él sonrió suavemente y cogió su cara entre sus manos para que ella le mirara.

—A Elisa la amé mucho. Ella siempre estaba en mi corazón hasta que te conocí a ti. Ahora ella es el pasado y créeme cuando te digo que aún te amo más a ti.

Morgana no podía dejar de llorar, pero ahora era de felicidad. Drogo había disipado todas sus dudas y ahora estaba segura de que la amaba de verdad. Se abalanzó sobre el y comenzó a besarle apasionadamente. Ni ella misma se creía lo que estaba haciendo pero es que ese hombre la volvía loca.

Ambos estuvieron un buen rato en el sofá, devorándose mutuamente, hasta que Morgana recuperó un poco la cordura y se separó muy despacio de él. No quería hacerlo pero era lo que debía. No podía arriesgarse a llegar más allá. Él la miro y enseguida comprendió lo que pasaba. Se incorporó en el sofá y la atrajo hacia él con un suave abrazo.

—Dime, cosita, ¿te gustaría conocer a Lorie? —Ella se sorprendió con la propuesta.

—Sí... sí. Bueno, en realidad debería conocerla. Se supone que voy a ser su niñera, ¿no? —Él se echó a reír.

—Bueno. Por eso no te preocupes. La futura reina no puede hacer de niñera.

—DROGO.

—Vale, vale. Pero no me has dicho que no así que aún tengo ilusión. —Ella sonrió. Sabía que no iba a hacerle cambiar de idea y ella tampoco quería que lo hiciera. —Entonces, ¿vamos?

Ella asintió con la cabeza y, cogidos del brazo, fueron a la habitación de la pequeña. 

EL REINO PERDIDO. PARTE I (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora