13.- SEGUNDA NOCHE

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Mientras subían por las escaleras, Drogo no paraba de mirar a Morgana. Durante la cena le había demostrado que era mucho más que una chica bonita. Era inteligente, ágil en sus respuestas y justa y sabia. Cuanto más la conocía, más convencido estaba de que era perfecta para él. Pero todavía quedaban muchas dudas en el aire y esa noche pensaba despejarlas.

Al llegar a la puerta de su habitación, ella hizo una reverencia y entró. Iba a cerrar la puerta y desearle buenas noches cuando él, con una encantadora sonrisa en su cara, le pregunto:

—¿No vas a dejarme pasar, cosita?

Ella se puso el dedo en el mentón, como si se lo estuviera pensando. Estaba claro que se iba a hacer de rogar y eso divertía al rey. Con cara de niña buena y agachando la cabeza, le dijo tímidamente:

—No se... majestad. Me da tanta vergüenza...

Drogo entró en la habitación, cerró la puerta con seguro y se volvió hacia ella con una sonrisa y un brillo travieso en su mirada.

—¿Pero qué hacéis majestad? ¿Acaso no os preocupa nuestra reputación?

—Tranquila, cosita. Nuestra reputación está a salvo.

Acto seguido la agarró de la cintura y se lanzó con ella a la cama. Los dos reían como niños rodando por ésta. El momento era perfecto por lo que Drogo se aprovechó y se apoderó de su boca. Ella se tensó ya que no se esperaba eso. Era la primera vez en su vida que dejaba que un hombre se acercara tanto. Eso era algo que no podía permitir pero la excitación era tanta que era incapaz de pensar. Dejándose llevar por sus emociones paso sus brazos por su cuello y se dejó llevar.

La química entre ellos era increíble. Drogo le daba  besos tiernos mientras notaba como, poco a poco, se iban derribando las barreras de Morgana consiguiendo que relajara sus labios y le dejara disfrutar plenamente de su boca. Sus lenguas jugueteaban en una danza sensual, sin prisas, saboreando cada segundo, disfrutando de cada momento como si el resto del mundo no existiera. Sus manos acariciaban suavemente su espalda mientras ella jugueteaba con su pelo. Parecía como si el tiempo se hubiera detenido. Poco a poco, la ternura fue dando paso a la pasión. Drogo se volvió más salvaje, más apasionado. Sin dejar de besarla, sus manos comenzaron a recorrer cada una de las curvas de su cuerpo. Ella respondía a cada una de sus caricias arqueando su cuerpo y pegándose a él. Ambos querían más pero, en el momento que Drogo metió su mano debajo del vestido, ella reaccionó, le empujó y levantándose de la cama se dirigió hacia la ventana dándole la espalda.

—Por favor, vete.

Drogo se quedó helado. ¿Qué había pasado? Hasta hacía un segundo era todo perfecto y, de repente... Estaba claro que eso tenía algo que ver con lo que Dorothy le había contado. Había llegado el momento y no pensaba abandonar esa habitación sin descubrir la verdad.

Lentamente, se acercó a donde estaba ella y, suavemente, la abrazó por detrás. Ella hizo un amago de soltarse pero no pudo. Él era mucho más fuerte.

—Por favor, Drogo —suplicó con voz temblorosa. 

Lentamente, las lágrimas comenzaron a inundar su rostro.

Él la volteó y la abrazó con fuerza mientras acariciaba su cabello. Le rompía el alma verla en ese estado pero sabía que tenía que dejarle sacar todo lo que llevaba dentro. Lo que había entre ellos no era una ilusión. Era real, de eso estaba seguro, y no iba a permitir de ninguna manera que nada ni nadie les separara.

Ella seguía llorando en silencio. Sorprendentemente, se sentía bien entre sus brazos y eso le asustaba más todavía. Tenía mucho miedo. Drogo era un hombre maravilloso, era tan perfecto, y ella se estaba enamorando de él, algo que no se podía permitir. Él la acariciaba y le daba tiernos besos en el cabello mientras la sostenía pegada a su cuerpo. Eso era demasiado. Tenía que cortarlo ya.

Lentamente se separó de él. Ambos se quedaron quietos, el uno frente al otro, mirándose a los ojos. Drogo intentaba adivinar en su mirada qué era lo que estaba pensando pero, por desgracia, lo único que veía era miedo, mucho miedo. Con el corazón en un puño, decidido a saber la verdad, le cogió la mano y le dijo:

—Dime, Morgana. ¿Esto es porque eres una bruja?

—¿Quién te ha dicho eso? 

La cara de ella reflejaba sorpresa. Esa pregunta era lo último que se esperaba.

—Dorothy. Dime, ¿es eso cierto? ¿eres una bruja? Si es por eso, no debes temer. Yo te protegeré de todo y de todos. No pienso permitir que nada ni nadie te separe de mí.

La sinceridad de sus palabras y el miedo que veía en su mirada hicieron que una punzada se clavara en su corazón. ¿Por qué demonios tenía que ser tan perfecto? Quizás era el momento de sincerarse con él, aunque no le diría todo. Era demasiado peligroso.

—Realmente no sé si soy una bruja

—¿Qué quieres decir?

—Eso. Que no lo sé. Dorothy me dijo que sentía que yo era una bruja muy poderosa pero la verdad.. no sé. Nunca he sentido nada mágico en mi vida.

Al escucharla, Drogo dejó escapar un suspiro de alivio. Probablemente Dorothy les había mentido a los dos con la intención de separarles. Eso le tranquilizaba. Pero algo en esas palabras le hizo dudar.

—Espera, ¿has dicho que lo sintió? ¿Acaso Dorothy es...?

—Sí. O por lo menos eso fue lo que me dijo.

—Lo sospechaba... 

Eso aclaraba muchas cosas pero todavía quedaba un tema pendiente. Si Dorothy realmente era una bruja, quizás no mintió en todo. Eso explicaría la extraña reacción de Morgana. Tenía que sabe la verdad y necesitaba saberla ya. 

—Dime, además de decirte eso. ¿Te hizo algo más? ¿Te... leyó la mente?

—Sí —reconoció ella avergonzada. Seguramente Dorothy se lo había contado todo y ya no iba a poder seguir ocultando su verdad. —Dime, Drogo, ¿qué fue exactamente lo que te contó? 

Él la miró fijamente. Por fin iba a saber la verdad pero en el fondo le daba miedo.

—Me dijo que tú y yo nunca podríamos hacer el amor.

—Te dijo la verdad.

- Pero... ¿POR QUÉ? 

Drogo se estaba empezando a poner nervioso. No le gustaba lo que estaba escuchando.

—Porque... porque... —Lagrimas empezaban nuevamente a recorrer su rostro. Le estaba costando mucho decirlo pero tenía que hacerlo. —Porque estoy maldita. Porque ningún hombre me puede poseer. Porque estoy condenada a vivir en soledad. Ya sabes la verdad así que, por favor, aléjate de mí todo lo que puedas.

Tras decir estas palabras, se derrumbó en el suelo y comenzó a llorar amargamente.

Drogo se quedó helado. Sabía que algo extraño ocurría pero nunca se pudo imaginar que fuera algo así. Le costaba asimilar toda esa información. Había encontrado a la mujer perfecta para él y ahora una maldición trazaba una barrera entre ellos imposible de derribar. Esto era demasiado pero él no lo pensaba permitir. Siempre había sido un luchador y ahora, con Morgana a su lado, se sentía capaz de todo. Nada ni nadie se la iba a arrebatar.

Despacio se acercó hasta ella. Se agachó y la rodeó con sus brazos. Ella lo miró sorprendida. No se esperaba eso.

—¿Por qué sigues aquí?

—Porque, como te he dicho antes, nada ni nadie te va a separar de mí.

—Pero... 

Él la calló poniendo un dedo en sus labios.

—Tranquila, cosita. Encontraremos la manera de deshacer esa maldición. Te lo prometo —dijo mientras le daba un suave beso en el cabello. Entonces se levantó diciendo: —Y ahora vamos a dormir. Hoy ha sido un día muy largo y seguro que estás agotada.

Sonrió mientras, guiñándole un ojo, le tendía su mano.

Realmente ese hombre era perfecto. Morgana dudó por un momento pero. tras ver la encantadora sonrisa de Drogo, cogió su mano y se puso de pie. Sentía que junto a él nada malo le podría ocurrir y eso, por primera vez en su vida, le hacía feliz. Mirándole a los ojos le dedicó una sincera sonrisa y ambos, cogidos de la mano, se dirigieron a la cama para pasar la noche el uno en brazos del otro.

EL REINO PERDIDO. PARTE I (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora