12.- LA CENA

108 18 9
                                    

—Adelante —dijo ella mientras se miraba al espejo.

Drogo se asomó por la puerta y se quedó sin palabras ante la imagen que tenía delante. Morgana vestía un sencillo vestido rosa que marcaba su cintura y realzaba sus pechos. Realmente tenía una bonita figura. Se había recogido el pelo en un moño bajo y unos pequeños mechones caían sobre su rostro. Y, lo que más le sorprendió, por primera vez desde que la conoció, en su rostro se dibujaba una sincera sonrisa. Estaba realmente preciosa. Sus ojos recorrían todo su cuerpo devorándola con la mirada. Estaba claro que así vestida no iba a poder enfadarse con ella.

—¿Te gusta?—preguntó ella con una sonrisa coqueta.

—Me encanta, cosita. Créeme cuando te digo que esta noche vas a ser la más bella de la cena.

—Sí, claro — respondió ella dándole un pequeño empujón en el pecho —. Como que voy a tener mucha competencia.

Ambos se echaron a reír. Entonces, él, tendiéndole el brazo y con una pequeña reverencia, le dijo:

—Miladi, ¿me haríais el honor de acompañarme a cenar?

A lo que ella, con una gran sonrisa y haciendo otra reverencia, contestó:

—Por supuesto, majestad. Será para mí un gran honor.

Se agarró de su brazo y, con una gran sonrisa en sus labios, ambos se dirigieron al comedor.


____________________


Llegaron al comedor y, tal como mandaba el protocolo, todos se pusieron en pie e inclinaron sus cabezas en señal de reverencia. Drogo hizo un gesto de aburrimiento tal, que Morgana no pudo evitar soltar una pequeña risilla, lo que le pareció sumamente divertido al rey. Tomados del brazo, se dirigieron hacia el final de la mesa donde, tomando la silla de su derecha, le hizo una señal a Morgana para que se sentara. Acto seguido, se sentó en la cabecera de la mesa e indicó a los demás que se podían sentar.

Morgana observó la mesa con curiosidad. Frente a ella estaba Dorothy, quien la miraba con una pequeña sonrisa triunfal. Miedo le daba pensar en lo que podía pasar por esa cabeza retorcida. Junto a ella se sentaba Nicolae, serio como siempre, y a su lado tenia a Peter, quien, cuando se volvió a saludarle, le dedicó un guiño y una pequeña sonrisa mientras le decía:

—Tengo que reconocer que es un placer cenar junto a semejante belleza.

Ella se rio ligeramente, lo que hizo enfurecer a Drogo quién fusiló con la mirada a Peter. Morgana, consciente de lo que ocurría, se puso seria y se limitó a mirar al frente. No quería meter a Peter en problemas, aunque para ello tuviera que aguantar la cara de Dorothy toda la noche. Por lo visto, ese gesto agradó a Drogo quien le dedicó una tierna sonrisa. Ella le correspondió y acto seguido se dispusieron a cenar.

La mesa estaba repleta de manjares. Había suficiente como para alimentar a un ejército. Semejante derroche no pasaba inadvertido a los ojos de Morgana quien, sin importarle la discreción ni el protocolo, se dirigió a Dorothy con una pequeña sonrisa en su cara.

—Decidme, Dorothy. No he podido evitar fijarme en la gran cantidad de comida que hay en la mesa. ¿Vais a invitar después a todo el pueblo a comerse lo que sobre?

Las reacciones no se hicieron esperar. Nicolae casi se atraganta, Peter trataba de aguantarse la risa y Drogo observaba divertido a Dorothy, quien se había quedado blanca.

Nerviosa, intentando recobrar la compostura y con una actitud muy digna, se dispuso a contestar.

—¿Y por qué habría de invitar al pueblo?

—Bueno, algo tendréis que hacer con la comida que sobre.

—Pues sí. Echársela a los cerdos.

La respuesta de Dorothy dejó a toda la mesa con la boca abierta, pero Morgana aún no había terminado y, con un brillo malicioso en su mirada, volvió a la carga.

—Entonces, según vos, tienen más consideración los cerdos que las personas.

—Exacto. El pueblo nunca a hecho nada por mí. ¿ Por qué iba a hacer yo algo por ellos? Los cerdos, por lo menos, me dan alimento.

—Y decidme, entonces, ¿de dónde creéis vos que sale el dinero que os viste y os alimenta? ¿Tal vez de los cerdos?

Ese último comentario hizo que los tres hombres estallaran en una sonora carcajada. Dorothy empezó a sentirse arrinconada, pero no pensaba dejarse avasallar por esa maldita.

—No creo que esos temas sean de su incumbencia —contestó visiblemente molesta—. Está claro que vos no sabéis nada de la alta sociedad. Es por eso que solo decís tonterías y necedades.

—Pues yo creo que tiene razón —intervino Drogo metiéndose en la conversación —. Dime, Dorothy, ¿te pagan los cerdos tus gastos?

Dorothy no sabía donde meterse. Estaba claro que no iba a salir bien librada de la discusión. Se volvió hacia Morgana con odio en la mirada a lo que ésta contestó con una pequeña sonrisa de satisfacción.

—Bueno, Dorothy, ¿vais a responder o no?

La furia estaba creciendo en su interior y la mirada fija de Drogo sobre ella lo empeoraba, pero tenía que controlarse. Lentamente comenzó a relajar su respiración, trago saliva y con voz baja y sin atreverse a levantar la cabeza dijo:

—Vos pagáis mis gastos, majestad.

—¿Entonces yo soy un cerdo?

Drogo seguía clavando su mirada en ella. Mientras tanto, Nicolae, Peter y Morgana trataban de aguantarse la risa y Dorothy, despojada ya de toda su dignidad, no sabía donde meterse.

—Disculpad, majestad. No era eso lo que quise decir.

—Y ¿qué era exactamente lo que querías decir? 

Un brillo divertido y malicioso se dejó ver en los ojos del rey.

—Yo...yo

Dorothy estaba totalmente acorralada y avergonzada. No sabía por donde salir, y eso se notaba, por lo que Morgana decidió que era el momento perfecto para dar el toque final.

—Disculpad, majestad. No creo que Dorothy quisiera llamaros cerdo. Es simplemente que tiene tanto dinero que no sabe apreciarlo.

Dorothy se volvió a mirarla sorprendida por lo que había escuchado. ¿Acaso insinuaba que...? No pudo seguir con sus pensamientos porque la voz de Drogo la interrumpió.

—Tenéis razón. Quizás el problema sea ese. Cuando llegue al castillo revisare las cuentas. No me gusta que los impuestos del pueblo vayan a parar a las bocas de los cerdos —concluyó sin dejar de mirar a Dorothy.

—Entonces —continuó Morgana con una gran sonrisa —, puesto que ya esta todo aclarado, si me disculpan, me retiro a mi habitación.

—Os acompaño —dijo el rey mientras se levantaba y le tendía el brazo.

Y así salieron ambos de la estancia dejando a Dorothy con odio en la mirada y a Peter y Nicolae intentando disimular todavía la risa que todo eso les causaba.

EL REINO PERDIDO. PARTE I (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora